HIM, JUST HIM || CAHWI ©

01 || FIRST DAY

"Lindo."

Fue la primera palabra que surgió en la mente de Caín al contemplar a aquel joven que permanecía de pie frente al mar. Su cabello castaño, levemente ondulado, danzaba al compás del viento fresco; su sonrisa resultaba increíblemente hermosa y angelical, provocando en Caín la sensación de ser un intruso, alguien que irrumpía en el mundo de un ángel.

Los ojos verdosos de Caín quedaron fijos en él; no podía apartar la mirada de aquel joven.

Con determinación, avanzó en su dirección. El muchacho estaba a escasos metros, ajeno a su presencia.

—¡Caín! ¿A dónde vas? —gritó un joven rubio, de menor estatura y cabello dorado. Era su hermano.

—Yo... —dudó al no saber exactamente qué intentaba hacer—. Ya vuelvo, Aarón.

Caín caminó con premura, dando pasos rápidos como si ese chico fuera a desaparecer en cualquier momento, pero se detuvo en seco al ver a alguien más acercarse a él. A diferencia del joven de cabello castaño, este otro poseía una presencia diferente, un aura oscura que, para su desagrado, combinaba perfectamente con la del chico.

"¿Será algún familiar?" se preguntó indeciso, no quería entrometerse en alguna relación. "Pero... son tan diferentes."

—¿Novios tal vez? —susurró para sí mismo, colocando una mano en su cintura.

En ese momento, observó cómo aquel joven abandonaba el lugar, dejando al más alto parado allí, mirando casi perdido hacia el vasto océano de manera melancólica y quizás hasta triste. Caín no podía comprenderlo, ya que este no reflejaba en sus expresiones lo que sentía.

Sin embargo, por algún motivo, Caín creía saberlo. Aquel hombre se sentía solo.

Negó repetidamente cuando consideró que lo estaba observando demasiado. Su mirada buscó apresuradamente al de cabello castaño, pero lo había perdido de vista. Intentó buscarlo, pero en ese preciso instante, que apenas duró unos efímeros segundos, experimentó la sensación de que todo a su alrededor dejó de existir. En ese breve lapso, solo existían él y aquel hombre cuyo nombre ni siquiera conocía.

La mirada de aquel hombre, que parecía capaz de penetrar su ser por completo, lo observaba con firmeza, una mirada penetrante y profunda. La belleza de esa mirada no podía ser ignorada; era como si esos ojos demandaran pleitesía, y Caín, inevitablemente, cedió ante ello.

Su atención se enfocaba únicamente en esos ojos.

"¿Qué diablos es esto?"

Caín no lo sabía. Se movía como si estuviera siguiendo un programa, con su mirada centrada exclusivamente en la figura distante, una silueta que irradiaba elegancia, altivez y respeto.

Cuando finalmente estuvo a una distancia considerable, se detuvo. Ahora, por fin, podía verlo.

Los ojos, bellos e inverosímiles orbes dorados, despedían un resplandor singular, realzados por una hilera de pestañas largas y negras. Un semblante verdaderamente agraciado, con facciones no excesivamente severas, acompañado de cabello castaño oscuro, casi negro, que contrastaba con la tez pálida. Poseía una estatura considerable, aunque no comparable a la suya, y podía intuir que debajo de la camiseta azul marino se ocultaba un físico bien cuidado, así lo intuía. No obstante, más allá de lo físico, lo que más sobresalía y atraía su atención era esa mirada.

Caín estaba seguro de que nunca antes había contemplado tanta belleza. Exótica, elegante e indescriptible. Simplemente sentía que las palabras no eran suficientes para describir la belleza que aquel hombre frente a él poseía. Incluso llegó a considerar que ninguna mujer alcanzaría ese nivel.