Capítulo 0

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— Ajuda! Por favor!

Cellbit presionó las manos sobre el estómago de su esposo intentando frenar la sangre que salía a borbotones de la herida. Gritaba por ayuda, implorando que algún vecino escuche sus gritos y acudiera a su ayuda. Pero a esa hora de la noche no había nadie fuera, solamente ellos. Si tan sólo no hubiera caído ante los caprichos de Roier.

— Quiero un helado.

 — Já são meia noite, guapito.

— Por favor...- imploró.

— Não irei sair a esta hora, está nevando. - negó, sin despegar su mirada de la novela policial que tenía en sus manos. — Quem toma sorvete no inverno?

— Por favor... gatinho.

Cerró los ojos con fuerza al escuchar ese apodo y terminó por suspirar, cerrando el libro de un golpe.

— Está bem...

— ¡Si! Vámonos, mi amor.

Ambos se abrigaron muy bien, utilizando bufandas a juego que Tina, la cuñada de Cellbit les había regalado por la navidad del año pasado. Se sujetaron de las manos y salieron de su pequeña casa, caminando por las silenciosas calles nocturnas de Quesadilla.

Llegaron a una tienda 24 horas y Roier casi corrió hacia el sector de congelados. Luego de pagar, salieron del local. Cellbit iba distraído, hablando sobre su lectura, si tan sólo hubiera estado atento, si tan sólo no hubiera quedado embobado por la sonrisa de su esposo. A lo mejor, si no hubiera detenido al chico para besarlo, hubiera escuchado el sonido del arma siendo destrabada.

— ¡Denme todo lo que tengan!

— ¡Espera, cabrón! No tengo nada.

Cellbit intentó poner a Roier tras su espalda, sin poder soltar ni una sola palabra al ver el arma apuntando directamente a la cabeza de su amado.

— ¡Dame todo, hijo de puta! ¡No estoy jugando!

— Aquí, aquí.- Cellbit revisó sus bolsillos, entregando su teléfono y billetera. Roier imitó la acción, soltando insultos bajos.

— Los anillos también.

— O qué?! Não!- negó el rubio.

Roier escondió sus manos detrás de su espalda, ocultando su anillo. El ladrón de cabellos largos y negros gruñó, acomodando su gorro de lana en un acto nervioso.

— ¿Quiéres que le dispare a ese cabrón?- preguntó, furioso. — Dame el maldito anillo. Ahora.

Cellbit apretó los labios, dando unos pasos hacia atrás, empujando a Roier con él. Alzó la mano y empezó a deslizar la pieza fuera de su dedo. Suspiró, observando su anillo de oro blanco con la araña incrustada y un diamante rojo. La esencia de su esposo estaba plasmada en él, le costaba tanto dejarlo ir. Pero su esposo real estaba ahí con él, eso es suficiente.

Entregó el anillo al ladrón, que rápidamente lo guardó en su bolsillo y luego apuntó sobre su hombro.

— Ahora tu, rápido.

— No voy a darte una mierda, pinche ratero.

Cellbit compartió una mirada con Roier y sin mediar palabra, empujó al ladrón con fuerza y luego el mexicano se encargó de asestar un fuerte golpe en la quijada del asaltante.

— Corre, guapito.- sujetó su mano, tirando de su brazo.

— Córrele, gordo.- rió. La adrenalina del momento lo hacía sentir vivo, aunque se estaba cagando del miedo por dentro. — Ay, mi helado.

— Nem fudendo, Roier.- negó, con la respiración agitada.

— ¡Vayanse a la verga, cabrones!

Un disparo. Roier gritó y cayó de rodillas al suelo. Cellbit se detuvo, adormecido.

— O que...?

— ¿Gatinho?

— Não... Não...Não...- negó.

El mundo se detuvo en ese momento. Sus manos se sentían calientes por la sangre, sus mejillas mojadas por el llanto. Escuchaba la voz preocupada de su vecino, un anciano amable llamado Pol.

— La ambulancia está en camino, no te preocupes.- repetía, palmeando su hombro. — Él estará bien.

— Te amo, Cellbit.- Su voz se quebraba, tenía frío.

— Não se despeça! Você vai ficar bem. - aseguró. — A ambulância está vindo, guapito. Logo tudo vai ficar bem.

— Te amo, no lo olvides.

— Por favor, não...- sollozó. — Não se vá!

— Eres mi felicidad, gatinho.- sonrió, acariciando su mejilla.

— E você a minha.- dejó de apretar su estómago, agarrando la mano fría de su amado y dejando un beso sobre ella. — Te amo.- juró, sin dejar de llorar. — Está com frio, amor? Quer a minha jaqueta?

— ¡Ahí está la ambulancia!- gritó Pol, aliviado.

— Guapito? Escutou? Ela chegou! - sonrió. — Guapito?

Sus ojos estaban fijos en el cielo, los labios entreabiertos y su pecho quieto.

— Roier...?- lo llamó, sintiendo su corazón detenerse por un segundo. — Roier, por favor!?

— ¡La camilla!

— Por favor... ¡Por favor!- gritó.

— Señor, a un lado.- una mujer lo empujó, acercándose a Roier, tomando el pulso del mexicano para luego empezar con compresiones. — ¡Desfibrilador, rápido!

Pol acariciaba los hombros de Cellbit, que sollozaba de rodillas a un lado de la calle. No podía creer cómo una pareja tan dulce y gentil como esa podría estar pasando por eso.

Una chica de cabellos oscuros y puntas azules bajó de la ambulancia entre gritos desesperados. Jaiden, la mejor amiga de Roier y Cellbit. Ella ya había terminado su turno, pero sus compañeros habían ofrecido alcanzarla a su casa ya que el llamado quedaba a unas cuadras de su vivienda. Jamás se imaginó que su amigo de la infancia sería el afectado.

— ¡Roier!

Jaiden se arrodilló a un lado de la médica, con las manos temblando. Giró el rostro al escuchar llantos y no dudó en acercarse a Cellbit, abrazando con fuerza a su amigo. Se abrazaron, intentando contenerse.

— Jaiden.- la llamaron. Ambos alzaron los rostros, observando a la médica que tenía una mirada llena de compasión. — Lo lamento.

Y aquí vamos de nuevo...

Una luz azul iluminó el cielo nocturno, pero fue completamente ignorada por el grupo de personas que lloraban sobre un cuerpo inerte. Ah ese cuerpo, si... soy yo. Me veo guapo incluso desangrado, eh.

Ay, pobre mi gatinho, pero no te preocupes, te volveré a encontrar.

Floté hacia la luz y tras dar un último vistazo a mi, ahora, antigua vida salté hacia el portal. Empezamos de nuevo.

— Señor De Luque, señor Brown.- llamó la mujer del orfanato. — Este es el pequeño.

Foolish sintió sus ojos llenarse de lágrimas al observar unos grandes ojos almendrados que lo miraban con atención. El bebé parecía tener tan sólo unos tres meses, pero eso no evitaba que sonriera y soltaba pequeños balbuceos, alegre.

— Hola, pequeño Roier.- saludó Vegetta. — ¿Quieres venir a casa con papá?

— ¿Roier?- preguntó Foolish.

— ¿Te gusta ese nombre? Es que tiene cara de Roier.- respondió, avergonzado.

— Es perfecto.- aseguró, acariciando la mejilla regordeta del bebe. — Bienvenido a la familia, Roier.

Infinitus |Guapoduo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora