Capítulo 4

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- ¡Abril! - exclamó Samantha alegre. Apagó la música y se quitó los audífonos guardándolos en su bolsillo.

Le devolví el saludo con la mano y me acerqué a ella. La luz de la luna iluminaba la piel desnuda de sus hombros que dejaba ver su vestido. Sus ojos cafés brillaban con intensidad haciéndola lucir aún más hermosa de lo que creí a simple vista.

- Creí que no te gustaban las fiestas - le dije una vez que llegué a su lado.
La rubia abrió los ojos sorprendida, seguramente porque no esperaba que recordara algo así, y no la culpaba, me lo comentó un día de casualidad, y ninguna de las dos le había dado importancia. Samantha sacudió la cabeza saliendo de su asombro y me contestó.

- No me gustan, pero Osvaldo insistió - sopló un mechón de cabello que caía sobre su rostro, y al no lograr apartarlo de ese modo bufó molesta.

Me acerqué a su rostro y acaricié su mejilla, Samantha aguantó la respiración, y los nervios se adueñaron de mi cuerpo. A esa distancia era consciente de cada detalle de su rostro. Sus ojos, las pecas en el puente de su nariz, lo suave que se veía su piel, un detalle en específico llamó mi atención, mi vista se quedó fija en sus labios, húmedos, de un rosa pálido, y completamente deseables. Tragué hondo, tomé el mechón de cabello entre mis dedos y lo acomodé detrás de su oreja.
- ahí está - dije alejándome de ella.

- gracias- murmuró

- no creí que Osvaldo fuese capaz de sacarte de tu madriguera - dije retomando el tema.

Por lo que me había contado, no era una chica que amase salir, prefería quedarse en casa cantando o tocando música.

- ¡No es capaz! Casi nunca lo logra, pero mi odioso hermano intervino - Samantha infló sus mejillas ofendida, y yo solté una carcajada.

- No sabía que tenías hermano - le di otro sorbo a mi bebida dejando el vaso por la mitad. La rubia me miró confundida.

- ¿No te lo conté? Tengo dos hermanos - dijo indicando el número con sus dedos - uno menor, tiene doce años y el segundo tiene mi edad.

- ¿Tu edad? ¿Son mellizos? - pregunté asombrada.

- en teoría si - respondió. Habíamos estado caminando cada vez más lejos de la casa, hasta el grado de ya no ver gente a nuestro alrededor.

- ¿En teoría? - nos sentamos en el pasto, una al lado de la otra, Samantha se llevó las piernas al pecho y las abrazó.

- Es el término correcto, aunque siempre he preferido decir que somos gemelos - una expresión de tristeza pasó fugazmente por su rostro.

- ¿Todo bien? - pregunté al ver como sus ojos se llenaban de lágrimas.

- si...- su voz se quebró, y ella apretó los labios en una fina línea para ahogar un sollozo.- Es solo que... desde que entramos a preparatoria que nos hemos distanciado -

La abracé. Sentí como su pequeño cuerpo se tensaba con el contacto, pero luego me rodeó con sus brazos correspondiéndome. Apoyó su cabeza en mi pecho y el olor dulce de su perfume inundó mis fosas nasales. La posición en la que estábamos era realmente incómoda, pero no me importaba, solo quería reconfortarla.

Después de unos minutos Samantha se separó de mí, y secó una lágrima con el dorso de la mano.

- ¿Y? ¿Qué hay de ti? ¿Tienes hermanos? - me preguntó con energías renovadas.

- Nop - respondí encogiendome de hombros y tomando el último sorbo de mi bebida. - soy hija única.

- ¡Wow! Debe ser genial...ya sabes, tener toda la atención y esas cosas - dijo viéndome con una sonrisa.

Buscando tu voz (Adaptación Rivari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora