Capitulo 2: Manzanas y Libros

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La mañana en Roma se despierta con un sol resplandeciente, extendiendo sus rayos dorados sobre los tejados de la ciudad antigua, iluminando todo con una energía que me contagia de emoción y nerviosismo.

Me levanto de la cama, lista para enfrentar mi segundo día.

Decido aventurarme en busca de alimentos, aunque la verdad es que no tengo ni la más mínima idea de por dónde empezar. Contemplo la vista hacia el edificio al que me mudé y noto que tiene ese encanto rústico que parece estar en perfecta sintonía con la esencia vibrante de Roma. Mi nuevo hogar, un modesto departamento amoblado con lo básico, está destinado a ser mi refugio durante los dos meses que dura esta mudanza. Dos meses en los que mi vida en Londres toma un merecido descanso temporal.

Ah, y sé que se estarán preguntando a qué me dedico. Pues bien, no soy otra cosa que una apasionada cardiocirujana. Conseguir vacaciones prolongadas en mi campo no es solo difícil, es prácticamente un logro heroico. Tuve que sortear un sinfín de obstáculos y hacer malabarismos con mi agenda para ganarme esta oportunidad única.

Así que aquí me hallo, inmersa en el laberinto de las callejuelas de Roma, no solo persiguiendo alimentos, sino también buscando mi propio equilibrio emocional. A pesar de mis esfuerzos, cada rincón de esta ciudad me hace preguntarme qué estará haciendo Fran en este preciso instante. Él fue una de las personas más cruciales en mi vida.

Revivo con intensidad los primeros momentos de nuestra historia: la universidad, ese mágico y estresante primer año de medicina. Nos tocó sentarnos uno al lado del otro y en un destello de conexión instantánea, hicimos clic. Durante todo el transcurso de la carrera, decidimos postergar nuestra relación hasta el último año. Después de tantos años siendo "mejores amigos", finalmente le dimos una etiqueta más significativa. Aunque innecesaria, era solo un paso más. Las risas, el estrés, el apoyo mutuo; nuestra conexión, tan profunda en lo físico como en lo mental, era sencillamente impresionante.

Una lágrima se atreve a escapar por mi mejilla, pero la limpio con rapidez. Sé que debo seguir adelante, pasar página. Será un proceso lento, pero por ahora, mi único deber es saborear el presente. Sigo las indicaciones del GPS en busca de algún mercado. Necesito hacer las compras y al llegar a mi destino, me encuentro frente a un lugar llamado "Mercato dell'Arcoiris". Despliego mi lista de productos y me aventuro a explorar los sabores que este mercado tiene para ofrecer.


Llego a la sección de frutería y verdulería, dispuesta a poner en práctica lo que mi madre alguna vez me enseñó. Comienzo a palpar las frutas, siguiendo su sabio consejo de que así puedes asegurarte de que estén en su punto óptimo de madurez. Una vez seleccionado lo que necesito, me encamino hacia la caja para pagar y continuar mi recorrido por el mercado.

Mientras me aventuro entre los puestos, mi alma de fanática literaria se ilumina al ver una mesa repleta de libros. Sin dudarlo, me dirijo hacia ellos, aunque mi camino se ve truncado por un hombre que pasa velozmente con su bicicleta. En un instante, me encuentro en el suelo con mis manzanas rodando y la leche derramada.

Con esfuerzo, me levanto y una mano se materializa frente a mí; es el mismo hombre que me arrolló. Genial, segundo día y ya empezamos con catástrofes. La situación, a pesar de ser un tanto caótica, me saca una risa nerviosa. La mirada entre nosotros se torna cómplice y la mano que se ofrece para ayudarme brilla con una mezcla de disculpas y complicidad en esta inesperada colisión.

Observo mi vestido, ahora manchado y empapado de leche. El hombre, con sus penetrantes ojos verdes y una sonrisa torcida que no puedo descifrar del todo, me sigue mirando. El silencio se extiende y su expresión misteriosa me desconcierta. La tensión aumenta hasta que, finalmente, decide romper el silencio.

- ¿Estás bien? -me pregunta con una expresión expectante.

Aun lidiando con la situación de haber terminado en el suelo, intento mantener la calma y asiento, tratando de ocultar la incomodidad en mi vestimenta arruinada.

- Sí, estoy bien, gracias. Supongo que esta es una forma poco convencional de conocernos -respondo con una risa nerviosa, intentando aliviar la situación.

Él se disculpa, aunque su sonrisa sigue siendo enigmática. Mis manzanas ruedan por el suelo y algunos libros de la mesa cercana han salido volando. Nos agachamos simultáneamente para recoger los objetos, creando una extraña danza de disculpas y risas incómodas.

- Parece que la literatura y las manzanas no se llevan tan bien como pensaba -comento, tratando de romper el hielo mientras recogemos los últimos restos de mi pequeña tragedia.

Él suelta una risa genuina y finalmente, su mirada enigmática parece desvanecerse un poco.

- Deberías tener más cuidado en los mercados, podrías encontrarte con tipos peligrosos en bicicletas -bromea, y esta vez su sonrisa es más abierta, revelando una faceta más ligera de su personalidad.

La situación, que comenzó como un malentendido torpe, toma un giro inesperado hacia la complicidad. Nos miramos, ambos con una mezcla de sorpresa y diversión, como si la colisión literal y figurativa nos hubiera unido de alguna manera. Después de recoger los objetos dispersos y, con una sonrisa cómplice, él me entrega las manzanas y los libros que habían caído. Una vez que todo está en orden, extiende su mano con un gesto amistoso.

- Soy Enzo De Luca, encantado -dice con una voz cálida y un apretón de manos firme.


- Mucho gusto, soy Alessia Rossi -respondo, sintiendo una mezcla de curiosidad y agradecimiento por su ayuda.


Él señala la mesa de libros que había llamado mi atención antes del pequeño percance.


- Veo que te gusta la lectura. ¿Eres una apasionada de los libros?


- Sí, definitivamente. Los libros son como puertas a otros mundos, ¿no crees? -comento, sintiendo una conexión instantánea con Enzo. La conversación fluye con naturalidad, como si ya nos conociéramos de antes.


- Totalmente de acuerdo. También soy un amante de la literatura. ¿Hay algún género que prefieras?


Continuamos conversando sobre libros, compartiendo nuestras preferencias literarias y descubriendo algunas coincidencias en nuestros gustos. Enzo menciona que tiene una pequeña librería cercana y me invita a visitarla en algún momento.


- Sería genial. Tal vez encuentre algún tesoro literario -digo con entusiasmo, agradecida por haber tropezado, literalmente, con alguien tan amable y apasionado por la lectura.


La charla se extiende y Enzo comparte algunas recomendaciones de libros italianos clásicos y contemporáneos. La risa y las historias fluyen entre nosotros, creando una conexión que va más allá de la casualidad del encuentro. Al despedirnos, intercambiamos números de teléfono y con una promesa de visitar su librería, nos separamos con la sensación de que este encuentro en el mercado fue solo el comienzo de algo más grande.



Helloo, apareció Enzo ojos de color lechuga...

EntrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora