Sinopsis: Donde su reincorporación no es tan buena como parece y Gustabo García no se siente suficiente, pero James Gordon está ahí para echarle una mano.
Advertencias:
》Gortabo.
》Se me ocurrió viendo a Leonardo chocándose con la moto. Por el mítico: "Supe', me he caío de la moto".
Una vez que llega a comisaría, se permite soltar un suspiro cansado, dejándose llevar hacia los vestuarios para cambiarse el uniforme. Su día ha sido agotador, de persecución en persecución y, a falta de merys, él se ha encargado de una, asimismo el peso como inspector le paga factura, tomando el liderazgo más de una vez y siendo responsable de la organización de la malla.
No hace falta decir que Gustabo no es un gran seguidor de las motos y mucho menos conducirlas, lo que termina con él por los suelos varias veces, pero sin terminar en urgencias por una lesión mayor. Le duelen las costillas y la cadera, a eso se le suman los raspones en ambos brazos y los muy probablemente moratones decorando sus extremidades inferiores. Está rogando por un baño caliente y varias horas de sueño.
Su tarde ha sido junto a Isidoro y Gordon, con el primero haciendo binomio en un inicio y el último cuyas aparición han sido al azar, ya sea por un robo que tenían en común o las veces que el rubio pasaba por comisaría. No es capaz de entenderlo del todo, pero por alguna razón se siguen encontrando una y otra vez.
-¿Tú qué? No te he visto laburar -se había burlado descaradamente una de las veces donde se han cruzado.
-¡Eh! ¿Pero qué dices? Al que no he visto trabajar es a ti.
-No mientas, trabaja de una vez.
-¡Trabaja tú, coño!
-No, no, ¡ahora por contestón vas a ordenar la malla tú!
Su relación está conformada por un tonteo descarado, que intentan fingir encubrir con humor. Sin embargo, Gustabo ha oído los rumores, los susurros.
-Se pelean como un viejo matrimonio, ¿crees que son pareja? -no está seguro de dónde proviene el murmuro, pero aún así lo alcanza a oír.
No les hace caso, nunca le ha importado la opinión de la gente ni el qué dirán. Se limita a dar media vuelta y alejarse, sin permitirse pensar en ello. Sin embargo, por mucho que quiera evitarlo, Gustabo es incapaz de no ceder antes sus propios pensamientos; sus verdades y tormentos. Se le retuercen las tripas y su angustia repiquetea contra sus costillas, observa la cercanía del hombre de cabellera oscura y sabe que hay química que ambos retroalimentan, pero no quita que para el mayor la idea se vuelva aterradora. Aprecia a su compañero, de verdad que lo hace, y ese es el principal problema.
Suspira hastiado y se deja caer en uno de los bancos de aquella sala, su mano asciende y frota su frente. Está cansado, desearía cerrar los ojos allí mismo y echar una cabezadita, pero no lo hace. Se apoya en la superficie sólida a su espalda y deja caer sus párpados, intentando descansar unos pocos segundos que terminan siendo minutos. Una vez encontrada la fuerza necesaria, se levanta hacia su taquilla y saca su ropa de civil, lo único que le motiva en esos momentos es soñar con tu colchón. Deja la vestimenta a un lado para cambiarse los pantalones, una vez listo se quita el chaleco y la camisa. Entonces, como bien se sabe de la mala suerte de Gustabo García, alguien abre la puerta y ya no está solo en su propia paz, exponiendo su espalda al susodicho.
-García -llama como un saludo y no se da la vuelta para corresponderlo.
-Gordon.
Durante unos segundos se mantiene paralizado, escuchando los pasos silenciosos del contrario, esperando algo más. Siempre a la defensiva como un animal asustado, preparado para que se abalancen contra él.
-Ayer también cogiste Merys.
No sabe de dónde viene, pero el comentario es dejado ahí, en el aire. Mientras toma su camisa y se la pone, piensa en una respuesta, buscando gato encerrado.
-En efecto, mi querido Watson -hay cierta ironía en sus palabras, sin poder mostrar su autocontrol habitual debido al agotamiento mental.
El moreno tararea y puede escuchar como abre su respectiva taquilla, con las mismas intenciones de irse que el ojiazul.
-Te has caído varias veces.
Ha terminado con sus quehaceres, permitiéndose dar media vuelta y mirar al oficial tercero. Este no le mira, le está dando la espalda, rebuscando entre sus cosas.
-Sí, ¿qué pasa con eso? Un par de caídas tontas, como le pasa a todo el mundo.
Cierta sensación persiste en su vientre, contrayéndose y expandiéndose sin cesar, hormigueando con una angustia que le produce unas insaciables ganas de vomitar. No entiende qué quiere aquel hombre de él, se ha estado esforzando por ser bueno en lo que hace, ¿qué ha hecho mal?
-Toma -ha dado media vuelta y su brazo se ha extendido para tender un objeto que hay sobre la palma de su mano. Gustabo parpadea sorprendido.
Es una puta bolsa de agua caliente.
-No te puedo obligar a ir al hospital -dice como si nada, como si aquel gesto ingenuo y con la más pura sinceridad no hubiesen creado unos sentimientos sobre Gustabo que odia que estén ahí-. Pero he comprado esto aquí al lado y le he puesto agua caliente, parece que tienes el cuello engarrotado, te vendrá bien.
Y como un puto gilipollas es incapaz de contestar.
-Oh.
No recoge el objeto, así que el usuario perteneciente del mismo se acerca para colocarlo en su nuca. Demasiado cerca del uno al otro, mirándose para analizar la reacción de los ojos del contrario.
-Gracias -murmura incapaz de separar su atención de los ojos miel.
Este sonríe con suavidad y levanta su otro brazo para dejarlo caer en el hombro del rubio, masajeándolo con tanta delicadeza que podría ser capaz de llorar.
-No hay de qué, Gus -se miran y la mano del mayor asciende para posarla en la bolsa de agua, encima de la otra mano ubicada allí.
Pasa un par de minutos hasta que el oficial tercero da un paso hacia atrás, tomando distancia, pero manteniéndose lo suficiente cerca para que la separación no sea tan abismal.
-Tienes la espalda llena de golpes, más te vale descansar para mañana trabajar, inspector García -deja caer una broma, aligerando el ambiente-. No voy a hacer tu trabajo.
-Vaya anormal -sonríe y da un paso hacia él, una vez más reduciendo el espacio-. Si no vas a hacer mi trabajo, ¿entonces por qué estás aquí?
Tarareando, el castaño acerca su rostro hacia el de su superior.
-No sé, dímelo tú.
Es el mayor quien rompe la distancia, clavando sus labios en los carnosos del moreno, un contacto suave, delicado y en un tempo controlado, permitiendo al otro la posibilidad de detenerlo. No dura demasiado y se distancian a los pocos segundos, intimidados por la posibilidad de ser encontrados desprevenidos allí, besándose en los vestuarios.
-Así que esas son tus verdaderas habilidades, James Gordon -acompañado de su tono coqueto, acaricia el pecho del hombre con la palma de su mano.
-¿Ves? Uno asciende con lo que tiene -ríe tomando la mano posada en su pecho para entrelazar los dedos con los suyos.
Se mantienen ahí, compartiendo la calida presencia del otro. Siente su angustia apaciguarse hasta atenuarse por completo, dejando sólo un pequeño revoloteo de pura comodidad. Estos días ha caído de la moto y trabajado hasta la saciedad, pero todo ha merecido la pena por esos minutos junto a él.
ESTÁS LEYENDO
Alma voraz; Gortabo
FanfictionHistorias cortas e independientes del shippeo entre Gustabo García y James Gordon.