Prólogo
Una tarde como cualquier otra, Linna Miles caminaba por las calles de su abarrotado barrio en Nueva York. El sol encandilaba con sus rayos al posarse sobre las marquesinas comerciales, Linna se colocaba sus recién comprados anteojos de sol y contemplaba los altos edificios que se dibujaban delante de ella, ahora con un tono más sepia detrás de sus nuevos lentes. Justo cuando estaba dispuesta a cruzar por la senda peatonal, Linna sintió algo vibrar dentro de su cartera. Dando un leve suspiro, comenzó la ardua tarea de encontrar su celular que, seguramente, estaba en algún lugar recóndito de su bolsa.
El semáforo ya daba la indicación de cruzar y los transeúntes se apresuraban y chocaban a Linna vociferando insultos que ella, en su misión por encontrar su celular, no lograba escuchar. Seguía sin poder dar con el pequeño dispositivo, incluso habiéndose quitado los lentes para poder ver mejor. Unos segundos más y la llamada entraría al buzón de voz. ¿Por qué hacían las carteras tan grandes y que solo los carteristas, por una extraña razón, parecían poder encontrar lo que querían? El celular dejó de sonar y, refunfuñando, Linna comenzó a cruzar la calle por la senda peatonal.
De lo que Linna no se había percatado era que el semáforo estaba en verde para dar paso a los vehículos que ya se encontraban pasando a gran velocidad. Para cuando Linna escuchó el bocinazo y giró su atención al vehículo que se acercaba, ya era demasiado tarde.Linna cerró los ojos y esperó el impacto, pero éste jamás llegó. O quizás sí, pero ella ya estaba demasiado muerta como para sentirlo. ¿Acaso así se sentía morir? Al cabo de unos segundos, decidió abrir sus ojos de a poco y, al ver lo que tenía delante de ella, casi ahoga un grito. Una luz se cernía sobre ella... Y podría jurar que a sus lados había... ¿alas? Linna parpadeó varias veces hasta que finalmente la cara de un joven apareció sobre ella. La luz cegadora había desaparecido.
-¿Estás bien? -Preguntó el joven. Sus ojos de un tono gris casi blanco la miraban expectantes.
Linna miró confundida alrededor. Se encontraba a metros del suelo, con todo su peso sobre el joven que la sostenía previniendo que se cayera.
-Acabo... Había... Un auto. -Un dolor de cabeza se abría paso y Linna no podía entender qué es lo que estaba pasando. Hasta hace unos segundos atrás se imaginaba ya cruzando al otro plano.
-Te desmayaste, -confirmó el joven. -Suerte que estaba yo para sostenerte antes de que cayeras. -Su sonrisa pareció resplandecer, ¿o era la imaginación de Linna?.
¿Se había desmayado? Linna recorrió al chico con su mirada. Todo en él parecía demasiado perfecto para ser real. Sus ojos parecían de otro mundo; jamás Linna había visto unos ojos así. Su pelo oscuro parecía hacer contraste con su piel increíblemente blanca. Se lo notaba en un muy buen estado físico; no era sorprendente que pudiera sostener a Linna con tal facilidad durante... ¿Cuántos minutos llevaba mirándolo? Tal vez sí que había muerto y así era como te recibían en el paraíso. ¡Y vaya que fue un buen recibimiento!
El chico pareció darse cuenta que ya llevaba largo rato sosteniéndola y la ayudó a reincorporarse; la gente alrededor continuaba aún caminando como si nada. Linna se acomodó su vestido y, respirando hondo, miró hacia la calle donde hacía unos minutos un auto había estado por atropellarla. No había un solo rastro de aquel vehículo, ni señales de que allí hubiera ocurrido algún accidente. Linna frunció el entrecejo. Nada de aquello tenía sentido. ¿Acaso aquel extraño que la había sostenido decía la verdad? ¿Sólo se había desmayado? Pero todo se había sentido tan real... Aún podía ver ese resplandor casi cegador que la había inundado.
A su alrededor todo continuaba con normalidad, la gente ni siquiera le brindaba una mirada. ¿Y si de verdad estaba muerta? Linna saludó a una mujer que se encontraba del otro lado de la calle esperando cruzar y ésta, luego de mirar a los lados sin entender, devolvió el saludo de forma incómoda. Linna no estaba muerta después de todo.
Miró al chico que seguía parado a su lado, con una mirada extraña en su rostro.
- Muchas gracias por... sostenerme.- dijo, forzando una pequeña sonrisa. Linna no estaba acostumbrada a hablar con extraños en la calle; menos aún si el extraño era así de... hermoso. ¿Qué le estaba pasando? Jamás se había sentido tan atraída hacia alguien que ni conocía.
- Es lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar. - dijo el desconocido, y su sonrisa volvió a encandilar a Linna.
- ¿Cualquiera? -Linna dejó escapar una risa y señaló a su alrededor. - Acá todos están demasiado en sí mismos como para fijarse en el bienestar de alguien. - Linna incluso podía incluirse en esa categoría. Había estado tan ocupada buscando su celular que ni siquiera había prestado atención ni en ella misma.
- Bueno, eso puede ser. El ser humano es un poco egoísta. - el chico se atrevió a decir, y por un momento su mirada cambió... De repente parecía cansado. Tal vez sostener a Linna durante tanto tiempo lo había agotado.
- Sí que lo somos. - Linna no pudo evitar sonreírle al asentir.
Ambos se quedaron mirando durante otros largos segundos, hasta que finalmente el joven rompió el silencio.
- Creo que ya debería irme. -dijo, y mirándola a los ojos añadió, -Un gusto conocerte, Linna.
Linna estaba tan enfocada en esos ojos que parecía en un trance. Había algo que la atraía demasiado. ¿Así se sentía el amor a primera vista?
Fue unos segundos más tarde, cuando el joven ya había desaparecido entre la multitud, que Linna se percató de algo inusual: él había mencionado su nombre, y ella estaba segura de no habérselo revelado.

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No Me Dejes Ir
Teen FictionEN PROCESO DE ESCRITURA Él hará lo imposible por mantenerla con vida.