Capítulo II: Linna
La vida de Linna transcurría de manera monótona. Su rutina era predecible y aburrida; Linna iba de su departamento al instituto, y viceversa. Su amiga Emily siempre se burlaba de su poca vida social pero Linna no creía estar perdiéndose de nada. Su vida amorosa tampoco existía, y los pocos chicos con los que había salido siempre se encargaban de que fuera la primera y última vez que ella quisiera verlos. Linna era una "ghosteadora" experta, o al menos eso decía Emily.
Se encontraba en su pequeña habitación, la cual había pintado de negro la semana pasada. Mientras algunos usaban el cabello para marcar nuevas etapas en la vida, Linna optaba por transformar su entorno. Esta era la tercera vez que cambiaba a un tono tan drástico, y a su madre no le había gustado mucho la última elección.
—Demasiado... deprimente, Linna —comentó su madre al visitarla, haciendo una mueca al entrar a la habitación.
—No estoy deprimida, mamá. Es solo un color. —eso había respondido Linna, de la verdad en esas palabras. Después de todo, Linna elegía los colores de acuerdo a cómo se sentía en el momento. Una vez la había pintado de rojo cuando había reprobado dos exámenes en una misma semana. Aunque el color no duró mucho porque le daba dolor de cabeza cada vez que miraba las paredes. Además Linna rápidamente pudo remontar esas notas y salvar el semestre.
Ahora se encontraba preparando los últimos resúmenes antes de ponerse a estudiar para su último parcial. "Preparando" sería demasiado decir. Linna llevaba largo rato garabateando en una hoja que ya casi no tenía lugar en blanco donde escribir. Había algo que la tenía pensativa desde el camino a casa. No podía dejar de pensar en aquel encuentro y cómo el desconocido había dicho su nombre. ¿Lo conocía de algún lado y no lo había reconocido? Eso no era muy probable. Linna no tenía una amplia red de personas que pudieran saber su nombre y además estaba segura que recordaría a alguien con esos ojos. Esa mirada en cuanto la había visto... podía sentir todavía como el joven parecía escanearla con la mirada. Y ella había estado tan embobada que ni siquiera le había preguntado el nombre a él.
Cada vez que le daba vueltas en su mente a aquel encuentro, menos sentido tenía para Linna. Mucho menos podía entender qué era lo que había pasado antes de que el chico la sostuviera entre sus brazos. De repente recordó la llamada que había recibido antes de cruzar sin ningún tipo de precaución. Dios. Su madre no podía enterarse de eso bajo ningún punto; ya le había costado asimilar la idea de que su hija tenía que abandonar el "nido" para poder vivir más cerca de la Universidad.
Linna no podía haberse imaginado todo el "casi" accidente, ¿o sí? Si realmente se había desmayado al caminar y no había llegado a cruzar... ¿También se había imaginado su celular vibrar?
Se levantó tan bruscamente que por un momento todo se volvió negro. Tal vez sí se había desmayado aquella tarde. ¿Cuándo había sido la última vez que había comido algo? Vivir sola no era tan bueno como todos creían. No había nadie para recordarte de hacer cosas tan básicas como alimentarse.
Cuando su visión volvió a la normalidad, Linna se acercó a su escritorio donde había dejado su cartera unas horas antes y comenzó a buscar su celular a regañadientes, haciendo una nota mental de comprarse una cartera más chica.
Al encontrar su celular, desbloqueó la pantalla y revisó las notificaciones. Dos mensajes de Emily, un correo de la universidad y, al final, una llamada perdida de un número privado. Chequeó la hora y sonrió, como si hubiera encontrado una respuesta.
—¡Bingo!— exclamó. Ahora que vivía sola no le daba vergüenza hablar a la nada misma.
Según la hora que describía su celular,Linna estaba segura de que había sido esa la llamada que casi le cuesta la vida. O tal vez la había recibido justo antes de desmayarse e imaginar morir. Esa era una posibilidad si es que el desconocido que sabía su nombre, vaya a saber cómo, no le había mentido. ¿Pero cómo podía confiar en un desconocido que parecía conocerla pero ella a él no? Desconocido... como aquel que había llamado a su número. Aquella persona había ocultado su número y no había forma de poder contactarse. Seguramente había sido alguien intentando venderle algo o estafarla. O ambas. Linna dejó su celular sobre el escritorio y volvió a intentar terminar sus resúmenes.
Diez minutos pasaron hasta que finalmente Linna se dio cuenta que no había forma de concentrarse. Decidió darse una ducha y pedir algo de comida rápida. Hoy no estaba de humor para cocinar, en realidad, nunca lo estaba.
Luego de la ducha y de ver una película cliché, donde el protagonista cambiaba misteriosamente su personalidad y dejaba su harem por una chica normal y aburrida, como Linna, decidió dar por terminado su día. Esa noche, se quedó dormida rápidamente, recordando solo un par de ojos grises en sus sueños al despertar al día siguiente.
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No Me Dejes Ir
Teen FictionEN PROCESO DE ESCRITURA Él hará lo imposible por mantenerla con vida.