Felix despertó con una sensación de confusión y desconcierto. Sus ojos estaban vendados, y al intentar moverse, se dio cuenta de que estaba atado de las manos a una silla. La oscuridad que lo rodeaba aumentaba la incertidumbre, sin poder visualizar su entorno ni comprender cómo había llegado a esa situación. La tensión se apoderó de él mientras trataba de entender lo que sucedía.
El pelinegro, atado a la silla y con los ojos vendados, comenzó a gritar desesperadamente
-¡Ayuda!, alguien ayúdeme!- Sus llamados resonaban en la habitación, pero la incertidumbre sobre quién podría escucharlo y cómo reaccionarían ante su situación le añadía un peso angustioso a sus gritos.
Ante la ausencia de ayuda y sintiendo la urgencia de liberarse, Félix comenzó a tratar de desatarse, enfrentándose a la resistencia de las cuerdas que lo mantenían atado. A pesar de sus esfuerzos, la tarea se revelaba complicada y frustrante, pero su determinación persistía en medio de la incertidumbre que lo rodeaba.
Inicialmente sintiéndose desanimado, se rindió por un momento. Sin embargo, después de unos minutos, renovó su determinación y continuó intentando liberarse. La persistencia de Félix se convirtió en un impulso para superar la adversidad y buscar la libertad en la incertidumbre que lo rodeaba.
Después de unos minutos, Félix finalmente localizó la punta del nudo. Tiró con mucha fuerza, ya que realmente estaba ajustado, sintiendo cómo la cuerda cedía a la fuerza aplicada. La tensión se liberó cuando el nudo cedió ante sus esfuerzos, otorgándole a Félix un alivio momentáneo en su lucha por liberarse.
Con las manos finalmente libres, Félix se quitó por completo las cuerdas y la venda de sus ojos tomando consciencia de su entorno. La oscuridad de la habitación lo envolvía, solo iluminada por un tenue foco que proporcionaba una luz escasa. El pecoso se encontraba en una situación desconcertante, tratando de comprender dónde estaba y qué le deparaba en aquel espacio sombrío.
Félix, al percatarse de la oscura soledad de la habitación, suspiró y frustrado se dijo a sí mismo
-Parecía idiota seguro pidiendo ayuda, ¿quién chota me va a ayudar acá?-dijo mirando su alrededor y agarrándose el pelo en un gesto de frustración, se sumergió en la incertidumbre de su situación.De repente, una voz resonó detrás de él, provocando que se sobresaltara y diera un salto en su lugar. La voz burlona comentó -La verdad sí parecías idiota, niño- riéndose con sarcasmo. La presencia desconocida añadió un elemento más a la desconcertante situación en la que se encontraba.
Al darse vuelta, Félix se encontró con un hombre de aspecto enigmático. Este estaba sentado en una silla con las piernas cruzadas, luciendo un distintivo cabello rojo que destacaba en la penumbra de la habitación. Su rostro mostraba una mezcla de misterio y serenidad, mientras vestía un elegante traje que acentuaba su presencia en el lugar oscuro.
El pelinegro parado y visiblemente inquieto, miró al hombre de cabello rojo y le preguntó con precaución: -¿Quién eres?- La tensión en la habitación aumentó mientras aguardaba la respuesta del misterioso individuo.
El hombre de cabello rojo sonrió y respondió:
-¿No me conoces, Félix?- levantando una ceja, acentuando así la intriga en la habitación. La pregunta dejó al chico con más incógnitas sobre la identidad del hombre que tenía enfrente.-¿Debería conocerte?- cuestionó con cautela, expresando su desconcierto ante la afirmación del hombre de cabello rojo. La confusión y la desconfianza se reflejaban en sus ojos mientras esperaba una explicación.
-Claro que sí, ¿acaso no sabes lo que hicieron tus padres?- afirmó el hombre, introduciendo un elemento intrigante y dejando a Félix aún más perplejo. La revelación planteó nuevas preguntas y preocupaciones en la mente del pecoso sobre el misterioso pasado de sus padres.
ESTÁS LEYENDO
𝐌𝐲 𝐤𝐢𝐝𝐧𝐚𝐩𝐩𝐞𝐫
RandomDos pibes que se la viven mandando y odian la secundaria una noche desaparecen.Todos dicen que dejaron la escuela y se fueron por ahí, sin saber que dos mafiosos cansados de esperar a que las familias de los chicos devolvieran el dinero que les pres...