CAPÍTULO 2. SILUETA FANTASMAL.

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Milton llegó a su domicilio sobre las ocho de la tarde. Vivía en una pequeña casa que había alquilado. Apenas tenía un dormitorio, la cocina, un diminuto aseo y una coqueta sala de estar, donde pasaba la mayor parte del tiempo.

Lo primero que hizo al llegar fue ver el anillo, al que no podía dejar de mirar. Solo pensaba en dejar pasar algún tiempo para venderlo en cualquier casa de empeños fuera de aquella ciudad para no levantar sospechas. No hacía más que darle vueltas a cuánto dinero podría sacar por él. Después de todo, ¿para qué quería un muerto un anillo?

Creyó conveniente ponerlo a buen recaudo, así que lo guardó en un cajón de la mesilla de noche junto a su cama.

Cenó ligero aquella noche y se acostó.

A lo lejos empezaron a verse relámpagos. El viento comenzó a soplar con fuerza y los truenos se oían cada vez más cerca. El viento se filtraba por la vieja ventana de la habitación y las cortinas se movían conformando fantasmales siluetas.

En su cama, Milton, cansado por el ajetreo de los días anteriores, intentaba conciliar el sueño. Sin embargo, el estruendo de los truenos y el fulgor de los relámpagos hacía casi imposible tal objetivo. Pero la tormenta pasó pronto, y el sueño fue venciendo al joven ayudante, que al cabo de media hora, ya estaba dormido.

Serían las tres de la mañana. El silencio era absoluto tras la tempestad y la oscuridad invadía la estancia.

De pronto, Milton se despertó sobresaltado. No se acordaba del sueño o pesadilla que lo había desvelado, pero un sudor frío cubría su rostro.

Clavó los ojos en la ventana como esperando que alguien se asomara por ella. Se levantó de la cama y despacio se fue acercando hacia ella. No sabía qué fuerza le atraía hasta allí ni qué esperaba ver fuera, pero como arrastrado por una energía invisible siguió andando. Al llegar a la misma, se detuvo. De repente, una violenta ráfaga de viento abrió de par en par la ventana, que casi le golpea en el rostro. Las cortinas quedaron enredadas en su cara y a través de ellas era como si pudiera ver el mundo de los muertos. Las apartó con premura, y al hacerlo, ante sus ojos vio el rostro del Sr. Smith. Dio un grito que hubiera despertado incluso a los difuntos.

Salió de la habitación a toda prisa y se dirigió a la cocina para beber un vaso de agua.

Después, dejó que pasaran unos minutos antes de regresar a la cama.

No sabía si lo acontecido había seguido formando parte de la pesadilla que lo había despertado abruptamente en mitad de la noche, si había sido solo su imaginación o si fantasma del Sr. Smith se le había aparecido verdaderamente. Pensó que lo lógico era que después del duro día fuera solo una pesadilla.

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