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—¿No crees que hoy hace un buen clima?

—Tienes razón. — contestó mi hermano.

Caminábamos a través de nuestra ciudad natal en un día cualquiera. Un lugar hermoso, lleno de vida, lleno de gente amable que te saludaba al pasar. Sin embargo, esta nostalgia era algo que no se nos permitía disfrutar.

En un parque cercano los niños disfrutaban de su juventud, jugaban o gritaban emocionados por haber encontrado un insecto extraño.

Un parque que en un abrir y cerrar de ojos, se encontraba desértico y descuidado.

Si ponías atención, podías escuchar el canto de los pájaros que anidaban en algún árbol cercano.

Pero si te fijas bien, no podrás ver ni un solo pájaro en el cielo.

Solo podemos recordar la vida que alguna vez hubo en ese lugar. Hoy solo queda el fantasma de lo que alguna vez fue.

Las calles están vacías, sin ningún alma que las habite. Si hubieran tenido suerte, tal vez habrían encontrado compañía en alguna otra ciudad, sin embargo, el paisaje se repite, se repite una y otra vez, sin importar lo lejos que intenten huir. No queda ni una sola alma en todo el mundo.

Los edificios en ruinas y las calles agrietadas, las enredaderas se adueñaron de las ciudades como si hubieran reclamado lo que alguna vez fue suyo. Todas las ruinas sirven como recordatorio, del desastre que ocurrió hace dos años. Cada grieta, cada escombro, todo lo que esconde una trágica historia, todo existe para atorméntanos, pues somos las únicas almas que aún tienen la fortuna, o el infortunio de caminar a través de esas calles.

Nos creíamos héroes, los protagonistas de esta historia, pero... ¿No se supone que los héroes siempre ganan?

La historia se remonta siglos antes de nuestro nacimiento, cuando surgió el primer humano con súper poderes. Se convirtió en un mundo especial, lleno de humanos con habilidades especiales. Algunos podían volar, otros manipular elementos, leer la mente, y muchas cosas más.

Un mundo de ensueño para cualquier adolescente que fantaseaba con ser un superhéroe. Sin embargo, la humanidad nunca tuvo la capacidad para sostener tal poder. Una especie inmadura no debería recibir tal bendición, o se convertiría en su perdición.

Desde que aparecieron dichos poderes hace cientos de años, nunca hubo un periodo de paz en el planeta. Encender el televisor y ver las noticias sobre una nueva guerra, no era algo extraño. Si no eran dos países peleando por territorio, era una rebelión o una revolución que se luchaba con sangre.

Sin embargo, ninguna guerra en toda la historia de la humanidad se puede comparar a aquella que estalló. La tensión entre las potencias mundiales estalló, y la onda expansiva fue tan devastadora, que no hubo país que no se viera involucrada en el enfrentamiento.

Se extendió por tres años, en esa guerra, el ser humano peleó con todas sus fuerzas. Solo fueron tres años, sin embargo, fue suficiente para que todas las guerras que habían ocurrido hasta ahora parecieran simples riñas entre niños.

La guerra llegó a tal punto en el que cada país en el mundo tuvo que mostrar sus armas, y los que no tenían, se aliaron con las potencias mundiales con tal de poder sobrevivir.

Una guerra digna de llamarse "la tercera guerra mundial", la guerra más violenta que pudo haber existido.

En este mundo violento, en un recluido pueblo costero, hace algunos años, nacieron unos mellizos, un hombre y una mujer, de nombre Dylan y Kaia, nombres que hacían referencia a su apariencia, nombres que significaban "hijos del mar", éramos nosotros. Desde nuestra infancia, mostramos habilidades superiores, tan altas que, teniendo tan solo 12 años, ya éramos más poderosos que la mayoría de los adultos de la época.

Renacer del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora