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Su corazón revoloteó cuando vió a Jimin sentarse a su lado

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Su corazón revoloteó cuando vió a Jimin sentarse a su lado. Se veía espectacular ese día, una sonrisa deslumbraba en su cara, y sus ojos brillaban.

La imagen de aquello fue tal para que Minjeong se enamorara un poco más de Jimin.

¿Pero quién no?

Sabía dibujar, además de bailar, y cantar, hace reír a cualquiera, es alta, su voz es hermosa, es hermosa; por dios, quién no caería ante los encantos de Yu Jimin.

—Estoy tan feliz, Min— se recostó en su asiento, viendo hacia el techo.

—Puedo verlo— tenía una pequeña idea de lo que sería, pero aún así preguntó.—¿Qué pasó?

—Ayer, dios, Minjeong, fue la mejor tarde de toda mi vida— sus ojos cayeron en Minjeong, quien al escuchar aquello, se confundió.

—... Ajá, pero, ¿qué pasó?

Jimin la miró mal.—Tuve una cita con-

Minjeong la calló, antes de que pronunciara aquel nombre.—Sí, sí, ya recordé.

Su vista pasó de Jimin a su cuaderno, tratando de apartar su vista y que dicha no notara su tristeza, y un poco de envidia.

Pero claramente para la mayor no pasaría desapercibido, notó el bajón de su mejor amiga.

Aún así, no pudo decir mucho, pues su profesor había llegado.

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—Sí, te veo en casa. Adiós.

Minjeong hablaba con su primo, diciéndole que llegaría tarde ya que Jimin le había invitado a su casa a pasar la tarde.

Pero que no se preocupara, de todos modos llegaría a dormir, y no llegaría tarde.

A la mayor no le gustaba cuando la chica estaba fuera de su casa a la noche.

—¿Qué dijo?— preguntó comenzando a caminar a su casa.

—Que no me preocupara, que está bien— sonrió a lo último.—¿Por qué es que voy para tu casa?

—Porque quiero pasar tiempo contigo.

De no haber sido porque sus pies estaban tocando el suelo, podría haber jurado sentirse flotar en las nubes.

Ella y Ji pasaban juntas los siete días de la semana, básicamente, e ir a sus casas no era nada fuera de lo común.

Lo que lo hacía diferente, es que cuando iban a la casa de Minjeong -que prácticamente era el punto de reunión-, siempre estaba su primo.

Pero en las pocas ocasiones que Jjeong iba a la casa de Jimin, quedaban solas.

Y a la menor se le venían a la cabeza tantas cosas que no podía hacer, que incluso llegaba a sentirse culpable.

Aunque el concepto de Jimin de "pasar tiempo contigo", era comer, jugar videojuegos y más que todo, hablar.

Sus zapatos quedaron en la entrada de su casa, y el perrito de Jimin llegó a recibirlos, ese animalito amaba a Min.

—¿Tienes hambre?— preguntó la mayor cuando Minjeong se tiró en el sillón.

—No -aunque...-. Sabes, sí tengo hambre, ¿pedimos de comer?

Subiendo las escaleras, Jimin le respondió.—El teléfono está en la cocina, pide lo que quieras.

Caminar hasta la cocina, ¿y si mejor esperaba que Jiminnie bajara?

Por favor, su nivel de pereza no podía convencerla cada que podía, entonces se levantó hasta la cocina.

Vió los diferentes números de restaurantes de comida que había en la biblioteca telefónica del teléfono de su casa.

Y entonces el teléfono de Jimin sonó, dejando ver un mensaje en su pantalla de bloqueo.

Jeno♡︎:

Jimin, olvidé devolverte tu capucha. ¿Me la puedo dejar?

rodó sus ojos y suspiró.

De pronto se le quitó el hambre.

De verdad no soportaba a ese chico, y no es porque fuera básico y posiblemente el futuro novio de su mejor amiga. Bueno, un poco sí.

Pero principalmente era porque tenía un leve y mal presentimiento del moreno, algo no le cuadraba de él.

Se devolvió hasta la sala, caminando con el celular en su mano para querer desviar su atención, pero en el transcurso, las pisadas en la escalera la hicieron voltear a Jimin.

La mayor le extendió una de sus camisas a Minjeong, y la otra casi se va de espaldas.

—Toma, cámbiate ese aburrido uniforme.

Y ni siquiera pudo decir nada.

Jiimin se dirigió a tomar su teléfono.

la siguió con la mirada, viendo que cuando lo encendió, una sonrisa rápida apareció en los labios de ésta.

Había visto el mensaje del chico.

Y fue ahí que despertó y caminó a cambiarse la parte de arriba de su uniforme.

La camisa de Jiminnie se le veía tan bien, por obvias razones de altura, le quedaban una o dos tallas más grandes, y la hacía sentir cómoda, y además, tenía el perfume de la azabache.

Quizá se la llevaría puesta y le escribiría luego diciéndole "Yuji, me llevé tu camisa, ¿me la puedo dejar?", pero no, era ridículo.

Salió y vió a Yu aún en el teléfono, pero la dejó cuando se dio cuenta de la presencia de la menor.

—¿Pediste comida?— le preguntó dirigiéndose hasta ella. Kim negó.

—Se me quitó el hambre.

Yu frunció su ceño, extrañada, pero igualmente ella tampoco tenía tanta hambre.

—¿Control blanco o negro?— preguntó encendiendo la pantalla de la sala.—No, ni respondas, amas el blanco.

Kim sonrió, su mejor amiga la conocía tan bien.

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