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Un mes después

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Un mes después

—¡Minnie!— llamó Yu al verla concentrada.

La mayor iba trotando hasta donde estaba Minjeong con una sonrisa de oreja a oreja, se veía totalmente feliz.

—¡Yuji!— le contestó feliz la rubia.

Hace unos días, Jeong se había dado de tour para poder sacar fotos a, básicamente, lo primero que se le cruzara en frente y le pareciera lindo.

Ese día había amanecido muy, muy feliz, pues una de las fotografías que había tomado, había sido reconocida por un muy importante fotógrafo.

Era la primera vez que una persona le reconocía la manera en la que su cámara captaba un hermoso paisaje.

—Mindoongie, ¿cómo estás?— sonó agitada debido a la carrera que se había dado buscando a la rubia. —Tengo que contarte algo.

—Wow, tranquila, no voy a irme—
rió.—Estoy bien, Jimin, ¿tú estás bien?

Una de las cualidades que resaltan a la rubia, era que se preocupaba por los demás, estar para ellos siempre.

Además de dotada con su potencial para las fotos, y la edición de las mismas, básicamente sus tardes se basaban en editar sus propias fotos y subir sus favoritas a sus redes sociales.

—-Yo también tengo que contarte algo, pero primero tú— la sonrisa no se borraba de su rostro.

Jimin estaba físicamente feliz, una vibra energética le recorría cada parte de su cuerpo, pero su sonrisa le delataba aquello que sentía, y no era del todo felicidad.

Minejong por su lado irradiaba felicidad pura, podía sentirse algún tipo de imán que en vez de atraer, devolvía felicidad con aquel que se acercara, la noticia de sus fotos le puso muy feliz.

No había nada que le bajase aquello.

—Bueno...— Yu jugaba con sus manos algo nerviosa por la reacción de su mejor amiga.— Jeno ahora es mi novio.

Su mirada cayó y su sonrisa se borró. Ni siquiera supo qué decirle a la pelinegra.

Sólo seis palabras hicieron que toda aquella felicidad que estaba irradiando Kim, caeran como una gota que cae del cielo, directamente.

Al igual que sus emociones y todo lo que tenía, todo se le vino al suelo, pero debía mostrarse feliz, aunque sea por Jimin.

Su pequeño corazoncito se quebró. La persona que le gustaba tenía novio, y eso fue aún más doloroso.

—¿Minjeong?— le llamó por cuarta vez, la otra le observó —¿Qué tenías que decirme?

No quería hablar, quería estar sola, llorar mientras escuchaba canciones que la hicieran sentirse aún peor.

Así que dejó el tema y buscó su escapatoria directa hasta su casa.

—Realmente, no es nada... importante— Jimin pudo sentir su tristeza, y definitivamente se dio cuenta de que hizo mal en decirle, aunque ¿también habría hecho mal no haberlo hecho? —Ya me voy a casa.

Ni siquiera le dió tiempo de despedirse, pues ya se había alejado a pasos rápidos.

Puso sus audífonos y reprodujo la playlist que tenía de nombre: "En caso de" y Heather de Conan Gray comenzó a vibrar en aquellos audífonos que llevaba a todo volumen.

Entendía la letra, y sentía que más bien se habían inspirado en ella para crear aquella hermosa canción.

Comenzó a darse cuenta de que ella quería ser él para recibir todo aquel amor que probablemente ya no recibiría de su mejor amiga.

—No debo llorar— dijo limpiando una lágrima que caía de su ojo, seguida de otra.

Pero no quería, no podía llorar en la calle, aún le faltaba un cuadra para llegar a su dicha casa, donde podía estar sola y tranquila, y podría llorar ahí, aunque no quisiera.

Pero en la calle mantendría su imagen, o bueno, lo que quedaba de ella.

Llegó a su casa ya con un nudo en la garganta que la estaba casi que dejando sin aire.

No pudo siquiera ver dónde ponía las llaves porque una nublada vista por las lágrimas le acompañó, seguida de las nuevas apariciones de llanto.

A duras penas abrió, cerró la puerta y corrió hasta su cuarto, donde un llanto incontrolable la invadió.

No dejaba de llorar de ninguna forma, estaba totalmente rota de saber que la persona que amaba podría compartir su vida con alguien que no era ella, y no eran celos.

Era tristeza, de poder llegar a perder aquella única cosa que realmente le importaba, a Jimin.

No quería perderla, era su todo básicamente, no podía soltarla, no quería hacerlo, sentía que una parte de ella se desprendía, y no volvería.

Y quizá eso pasaría.

De no haber sido tan cobarde para decirle cuánto la ama, pero ahora que lo pensaba, Jimin no merecía a alguien cobarde como ella, a alguien que le tuviera miedo a decir lo que siente.

Yu no la merecía, definitivamente no, merecía más, y lamentablemente, ella no podría ser eso.

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