2. SOMBRAS POR DESCUBRIR

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Tengo muchas preguntas que hacer, porque desde que abrí aquella puerta, no he encontrado el sentido a nada. Y lo último que me ha dicho el chico con el que me encuentro de camino a donde quiera llevarme, me ha dejado preocupada. Como que 'Al fin has llegado', ¿acaso sabe quién soy con ayuda de una 'nota' o me ha confundido con otra persona?

Caminamos a paso ligero por el oscuro bosque. Levanto la vista y puedo ver el camino que nos lleva a la salida.

— ¿Dónde vamos?— lo miro, pero él sigue con la vista clavada en el suelo.

— A buscar un lugar seguro mientras pienso que hacer.— y ahora sí me mira, se muestra tranquilo, pero sus ojos demuestran todo lo contrario.— No puedo dejarte aquí, y menos si estoy en lo cierto.

No sé a qué se refiere y lo que dice me hace preocuparme. Aun así, no digo nada. No quiero parecer más asustada de lo que ya estoy. Seguimos caminando hasta conseguir salir del bosque, que da paso a una pequeña ciudad. Casas pequeñas y otras con un par de pisos, pero todas de piedra en diferentes tonos de grises. Las calles parecen bastante oscuras conforme avanzamos por ellas, apenas están iluminadas con pequeñas antorchas. Estoy concentrada analizando cada cosa de este lugar que no me he dado cuenta de que el chico está hablándome. Me está mirando, le lanzo una pequeña risita en forma de disculpa; él pone los ojos en blanco.

— Decía que conozco a una mujer que quizás pueda ayudarnos. Si lo que dices es verdad, temo que tendré que explicarte demasiadas cosas, pero primero tenemos que estar seguros.— Vuelve apartarme la mirada y sigue caminando.

Andamos por las calles hasta que nos paramos enfrente de una pequeña casa. El chico llama dando unos pequeños golpes en una ventana situada al lado de la puerta. Detrás aparece una mujer, al vernos sonríe, abre la puerta y nos hace pasar.

—Majestad.— dice la señora mientras hace una pequeña reverencia,— pasad al fondo; en un momento estoy con vosotros. ¿Majestad? Por las pintas, diría que es de todo menos eso.

El interior de la casa me hace recordar mucho a la casa de mi abuela: una entrada pequeña, pero con un mueble de madera que llama toda la atención y una alfombra que cubre todo el pasillo. Continuamos hacia el fondo, donde llegamos a una sala. Encantadora, parece sacada de una revista. En una de las paredes, una gran chimenea desprende llamas y calienta el lugar; en otra, una gran librería llena de libros, que parecen más antiguos que los que pude encontrar en la habitación de mi abuela. En el centro de la sala, una gran alfombra redonda de un color rojo intenso, con un sofá y dos sillones completamente negros, además de una pequeña mesa de madera.

Cada uno nos sentamos en un sillón y esperamos en silencio. Como que también ha venido con nosotros, se hace una bola en la alfombra justo a mi lado en el momento que la mujer aparece por la puerta.

—Sé por qué estáis aquí.— dice mirándome. Observando a la mujer, diría que parece bastante mayor, con el pelo blanco recogido en un moño, los ojos con muy poco brillo, apagados, pero no ha borrado la sonrisa desde que nos vio.— No pensé que llegaría a vivir este momento y estoy demasiado emocionada —dijo mientras caminaba y se sentaba en el sofá.

— ¿Lo has sentido, Cala?— pregunta el chico con tranquilidad.— La encontré en el bosque, apareció a través de un portal y... —Termina de contar la historia; Los dos me miran.

— Sí, desprende el mismo aura que ella, es imposible de confundir.— me sonríe y extiende su mano para coger la mía.— La pequeña Hera Nodel.— ¿Sabe mi nombre?

— ¿Nos conocemos?— pregunté, tan sorprendida que no pude ni parpadear.

— No, pero sé muchas cosas de ti.— al ver mi cara de sorpresa y miedo, apretó mi mano con más fuerza.

El Regreso de la ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora