Parte 4

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Niko tecleaba frenéticamente su portátil con una mano, y tomaba apuntes sobre un informe con la otra. La nueva cincha para su arma reglamentaria le apretaba demasiado en los hombros, se la ajustó una vez más a regañadientes. Su deseo era acabar el informe cuanto antes para llamar a la armería y cambiarla por una talla más grande.

Hacía ya cinco años que la habían aceptado el traslado de Barcelona a Múnich, tanto por sus dotes en el idioma germano, como por su experiencia en el sector criminalístico. Aunque dichas facultades habían obrado en su contra, pues en lugar de trabajar en la calle que es lo que ella anhelaba, la sentaron en un despacho y la dieron un puesto de intermediaria entre ambos países.

Estaba tan ensimismada con los documentos que no se cercioró de que alguien había entrado en el despacho y se había sentado sobre el escritorio adyacente. Solo su voz fue lo que la avisó de dicha presencia.

― Hola, bombón.

Niko se sobresaltó y, tras reconocer a Mon, le lanzó una mirada furiosa.

Se conocieron en la universidad, en Barcelona. Desde entonces entablaron una muy buena amistad. Ella fue la que animó a Mon a emigrar y a buscar nuevas oportunidades fuera de las fronteras de su hogar.

― ¡Por todos los santos, Ramón! Tú sigue con esos sustitos que cualquier día te pego un tiro. ¿De dónde has sacado ese sombrero?

― Lo encontré en el rastrillo ―mintió él―. Por cierto, es Mon. Queda más profesional con mi nueva profesión y mi nuevo look.

Ella suspiró y se relajó.

― Dime qué quieres, estoy de papeleo hasta el cuello.

― Mira, Niko. Estoy metido en un caso de desaparición que se pone raro por momentos. Necesito información...

― ¡Guau! ¿Tienes un caso? Y yo pensando que la fiebre de detective era pasajera. Cuenta, venga.

Ella comenzó de nuevo a teclear.

― Esta mañana contactó conmigo un cliente que buscaba a su novia desaparecida, bueno, más bien a su amante. En fin, el único testigo que tenía se ha esfumado. En la habitación de hotel había algo de sangre...

Niko se detuvo en seco y le miró.

― Espera un momento, para el carro. ¿Te refieres a la habitación del Acrus? ¿Tú para qué te metes en el escenario de un crimen?

El volumen de su voz iba en aumento.

― Parece mentira que me conozcas, Nicolasa. Eché un vistazo desde el pasillo, fui yo quien llamo a la pasma. Te agradecerías que me avisases, si quieres, de las novedades...

Mon recibió una mirada furiosa que le hizo empezar a sudar. Por mucho que ambos fuesen amigos, no dejaba de ser una agente y se jugaba su nuevo sombrero a que, en el caso de elegir entre él o la ley, ella siembre sería leal a su placa.

Niko le pasó una carpeta que había sobre su mesa a Mon, cortando en seco su retahíla. Él la abrió y lo primero que vio fue una foto de una chica muerta. La reconoció enseguida, era Asia Valero.

― Vaya ―soltó―, esto sí son novedades...

Siguió leyendo el informe en silencio mientras Niko le observaba.

― ¿Cómo murió?

La encontraron en el sótano del hotel. Herida en el cráneo con un objeto contundente. Alguien la metió en el congelador industrial del restaurante. Murió desangrada.

― Hostias...

― Hay más. Alberto Ortiz fue sorprendido en el aeropuerto intentando huir. Su ropa estaba llena de salpicaduras de sangre. Al verse rodeado sacó un arma y... ya sabes.

― ¿Queso emmenthal?

― Más o menos ―dijo ella con una sonrisa.

Mon le devolvió ambas, la carpeta y la sonrisa.

― Bueno, perdona por robarte el tiempo y muchas gracias por tu información. Te debo una gorda...

― ¿Qué me estás ocultando, Ramón?

La pregunta le vino por sorpresa.

― ¿Por quién me tomas, señorita? ―dijo levantándose del escritorio y dándole la espalda, restando importancia a sus palabras―. Nos vemos, bombón...

Mon no esperó una respuesta, salió del despacho notando sobre su nuca la calcinadora mirada de Niko. Cerró la puerta tras él y palpó inconscientemente en su pantalón el pequeño bulto que ejercía en él la tarjeta de memoria encontrada en la habitación. Le mataba la curiosidad.

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⏰ Última actualización: Feb 01 ⏰

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