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Besar es como comer algodón de azúcar. El azúcar se transmite a través de sus corazones y el calor que poseen es suyo y de nadie más. Nadie más tiene ese efecto en ellos. El primer beso es tan lento como la llegada del invierno y el segundo es tan cálido como el verano. Saborean las nubes rosadas a su alcance y sus dedos funcionan como brochas vírgenes. Escarban, pintan y rasgan las áreas más sensitivas del cuerpo.

—Espera, espera, — Force retrocede. Book obedece y brinca las cejas por inercia. Una reacción nerviosa. Esperando que la razón sea lo suficientemente válida como para detener este bien. Pero entendería a su mejor amigo fuera como fuera. Tiene derecho a detener el acto. —quiero estar seguro. ¿Sólo quieres besarme o quieres más? Perdona mi pregunta, pero es muy importante, Book. En serio.

Book dibuja una sonrisa. —Amo que preguntes. Me gustaría más. Pero sólo si tú quieres y te sientes seguro. No lo haremos si te incómoda.

Cuánto amaba a su mejor amigo. Hacía un lado sus enormes ganas de querer hacer el amor con tal de tener su consentimiento. Antepone los sentimientos de Force antes que los suyos. No siempre fue así. Fue una conducta aprendida del mismísimo Force. Antes era Force quién se disculpaba por fallarle y le prometía compensarlo al día siguiente. Y Book aprendió que eso era lo que hacían los mejores amigos; disculparse, pero esperar la oportunidad para darse lo mejor. Desde entonces excusaban sus fallos y compensaban sus ausencias. Esta situación se parecía a esas del pasado.
—Honestamente no quería parar. — Force comenta y ambos ríen antes de intercambiar posiciones y Force acostarlo con ternura.

Entra sus manos bajo la camisa y juega con sus pezones. Les da vuelta entre sus dedos y crea tranvías de besos. Book gime en cada uno y siente su alma abandonar su cuerpo cuando Force le alza la camisa y succiona sus pezones.

El tiempo se deshace como la arena entre los dedos y la ropa es una piscina de telas. Force tiene problemas a la hora de ponerse el condón.

—Dejáme ayudarte. — Book coloca el condón entre sus labios y le da una última mirada coqueta antes de agacharse por completo. Como felación le coloca el condón y Force no puede evitar gemir al sentir su lengua lamer todo el largo. Book regresa a la punta del pene antes de volver a base.

Al retroceder vuelven a compartir besos.

Para cuando Book yace en la cama y Force se acuesta sobre él, se toman de manos.

—¿Estás listo?

—Sí. ¿Lo estás tú?

—Sí.

Ríen antes de volver a besarse.

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Daisy llega a las puertas del hospital con un nuevo suéter, mahones y botas. Tan oscura como la parca. Una enfermera de alrededor termina de asistir en la sala de espera y tras varios agradecimientos, ella voltea hacia la puerta.
—Disculpa, ¿cómo la podemos ayudar? — Le pregunta a Daisy. La castaña se mantiene callada e inmóvil. Observando los pósteres de buenos deseos o buena salud. Solo tiene una palabra en mente para ellos «Patéticos». Pero para conseguir algunas cosas, hay que fingir amabilidad.

—Sí. De hecho, vengo a visitar una paciente. Soy amiga de su hijo y él no puede venir hoy, pero le ha comprado un libro a su mamá. — Ella alza la bolsa de plástico. — Me pidió que se lo diera.

—Oh. Bueno, debemos llamarlo para tener su autorización--

—No lo cogerá. Está en el trabajo. — Daisy insiste, su tono cambiando a uno vil y desagradable. La enfermera guarda silencio en breve; pensando si ha oído mal o su voz cambió. Daisy se percata y sonríe amable. —No me lo hagas difícil. Porfavorcito.

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