Persiana Americana

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Lú, nena —la voz de Matías me despertó. Abrí los ojos y lo vi recargado en el borde la puerta. —Perdona, no quería entrar pero no despertaste cuando toqué las diez primeras veces —rió.

—Tengo el sueño pesado —confesé mientras me tallaba los ojos.

—Vamos a cenar en veinte minutos, tu hermano me mando a arruinar tu siesta. Te dejo despertar solita

—Gracias —sonreí e hizo el mismo gesto saliendo de la habitación.

Tomé otra ducha pero ahora con más tiempo. Salí y me vestí con un suéter blanco ligero, unos jeans y mis ugg's. Estábamos en invierno y el frío era insoportable para alguien que había vivido su vida en temperaturas tropicales.

— Despertó la bella durmiente —dijo Esteban al verme salir mientras arreglaba la mesa.
Los chicos estaban sentados en el sofá jugando fifa.

— ¡Sos un pelotudo, Blas! —exclamó Juani —te dije pasala, ¡pasala!

— ¡Con tus gritos de esquizofrenia no me puedo concentrar!

—Sos bastante malo, nene —agregó Fran mientras reía al ver la escena.

—Envidia es lo que tenés, Fran.
Reí al mirar la escena y después mi mirada lo busco a él. Estaba en el balcón fumando un cigarro junto con Matías: los dos hablaban tranquilamente pero Enzo parecía desinteresado y volátil.

— ¿Podes hablarles? —me preguntó mi hermano mientras se acercaba a la consola de xbox para apagarla. —La cena ya está, decíles, porfis.

—Hijo de la re mil puta —exclamó Juani lanzando el control al sofá.

— ¡Le estaba ganando al pelotudo de Juani!

—No hagan enojar al abuelito —susurro Fran poniéndose de pie.
Pasé frente a ellos caminando hacia el balcón. Toqué el cristal antes de abrirlo para evitar interrumpir, y los dos me miraron —Kuku dice que la cena ya está.

—Vamos, gracias, linda —respondió Matías apagando el cigarro. Miré a Enzo quien solo le dio una calada al cigarrillo y volvió a mirar a Matías.

Entre de nuevo y me senté en la mesa junto a Esteban y Blas. Matías entró y se sentó suspirando.

— ¿Y Enzo?

—Que ya venía —respondió el castaño.

— ¿Decime cuál es la necesidad que tené de romper las pelotas?

—Naturaleza, flaco —bromeó Juani.
Enzo apagó el cigarrillo al mirarnos a todos y entró. Llevaba una camiseta de cuello pegada al cuerpo color negro, unos jeans claros y el cabello peinado hacía atrás. Era guapísimo el maldito.

—Ya, ya, no me mires así, Kuku —dijo juguetón al sentarse frente a mi. Me miró alzando una ceja y me tembló todo.

— ¿Ya podemos comer o...?

—Sos un hambreando Juani —dijo Matías riendo.

—Lo soy, no es mentira.

—Ya podes comer —respondió Esteban.

—Wow, es como tener una familia funcional —dijo con emoción —bueno, disfuncional, la verdad.

En la ciudad de la Furia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora