✧ cuatro

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La primera cita, su primera cita. Parecía un sueño. Nunca tuvo esperanzas con su condición. Sabía que ningún alfa lo iba a querer por ser mudo. A tan corta edad había creado una muralla de pesimismo pero sin embargo eso había cambiado cuando sus ojos almendras se encontraron con aquellos bellos ojos negros como el carbón.

Ahora tenía su mano entrelazada con la de su alfa mientras recorrían las calles. Un toque suave y cálido que le mandaba calor a todo su cuerpo. Se sentía querido, seguro y protegido.

Su corazón no había dejado de latir desde que Moonbin lo recogió de su casa. Fue bochornoso al principio cuando sus padres lo inundaron de preguntas pero su pelinegro respondió tranquilamente y no se inmutó cuando dijo "Señores Yoon, ¿Me permiten cortejar a su hijo?" Y en ese momento ganó a su mamá y también a su papá. Sanha supo viendo las miradas afectuosas de sus padres que estos aceptaban a su alfa.

Sus mejillas aún estaban rojas y las mariposas inundaban su estómago. Su lobo en su interior pegaba saltitos con alegría. Se sentía tan feliz como nunca se había sentido, sabía que estaba enamorado.

Desde aquel sábado lo supo. Desde ese día sabía que sus ojos no verían a nadie más que no fuera a Moonbin.

Aún recuerda su primer encuentro... Eunwoo lo había dejado estudiando solo mientras este se dirigía a su cuarto a buscar más apuntes y libros. En la espera Sanha había observado la escalera que conducía a los cuartos de arriba, la curiosidad por ver al hermano de Eunwoo crecía con los días, cada clase un omega hablaba de él y de su extraordinaria belleza. Cuando se cansó de mirar la escalera esperando algo que nunca sucedería se enfrasco en escribir y repasar un poco, pero a los minutos un carraspeo lo hizo temblar y alzar la mirada.

Sus ojos se bebieron la imagen de la perfección. Aquel alfa que tanto añoraba ver era hermoso; su cabello negro, sus ojos oscuros como la noche, su boca delgada y rosa, su piel blanca. Era como mirar un cuadro de arte. Su corazón se aceleró y trato de disimular su embobamiento y sólo sonrió y bajó la mirada.

Podía sentir su interior inundarse de sensaciones desconocidas, su lobo brincaba emocionado en su interior y más cuando aquél olor a mar se filtró por sus fosas nasales y Sanha se derritió. En ese mismo momento quiso a el chico.

Lo quería, pero su corazón se apretó porque no podría tenerlo. Aunque sabía que el alfa lo observaba con curiosidad también sabía que solo era eso; curiosidad, ya que quizás su llamativa forma de ser lo había sorprendido, y ya estaba acostumbrado a eso. Muchas personas lo señalaban por usar mechas, escarchas y stickers. Lo juzgaban y más cuando se enteraban que era mudo; había burlas y le decían defectuoso. Sanha creyó en ello muchas veces, se sentía defectuoso.

¿Qué sentido tenía enamorarse sino podía hablarle a su pareja y recitarle palabras bonitas? Por eso no se hizo ilusiones con Moonbin, pero cuando aquél lunes el alfa le colocó aquella coronita llena de escarcha y le dijo que gustaba de él y pidió de la manera más linda cortejarlo, Sanha estaba tan sorprendido pero a la vez tan feliz.

Despertó de sus pensamientos cuando sintió un brazo envolver su hombro. Sin darse cuenta ya estaban en el gran parque sentados en una banca, tan distraído iba que no se dio cuenta. Cuando miró a Moonbin este le sonrió dulcemente.

El silencio y la tranquilidad los envolvía. La brisa suave movía sus cabellos y acariciaba sus rostros. Ambos se mantenían cerca y observaban a las personas y los inmensos arboles moverse con el viento.

- Estar aquí contigo me hace tan feliz - susurró Moonbin - Me siento afortunado de haberte encontrado mi hermoso omega.

El corazón de Sanha se agitó con emoción y una sonrisa tímida se adueñó de su cara. Sus ojos brillaron con afecto.

El pelicastaño intento abrir su boca pero como siempre no salio nada. Quería hablar, quería decir lo que sentía, quería dejar escapar todos estos sentimientos nuevos y fuertes que danzaban en todo su ser, pero no podía y eso lo deprimia.

Moonbin se dio cuenta de lo que intentaba hacer su pelicastaño y se le encogió el corazón. Sabía que Sanha quería hablarle y responderle de la misma manera pero tristemente no podía, y aunque eso parecía un problema para el omega, para el alfa no lo era. Él no necesitaba escucharlo ya que él podía verlo en la mirada de su dulce omega y eso era todo lo que necesitaba porque Moonbin estaba seguro de que Sanha sentía las mismas emociones que él.

Moonbin acarició las mejillas de Sanha y este soltó un suspiro, su semblante triste y apagado.

- Mi dulce cielo, no te deprimas porque me partes el corazón - junto su frente con la contraria. Sanha cerró los ojos - Yo no necesito oírlo porque yo lo siento. Siento tu amor aunque no lo escuche. Tus hermosos ojos me hablan y aunque puedas sentirte defectuoso para mí eres perfecto tal como eres.

Sanha se relajo y más cuando Moonbin acarició su espalda con cariño. Al ambos separarse Moonbin le regaló una gran sonrisa y Sanha se la devolvió.

- De ahora en adelante saldremos con una libreta y podrás decirme todo lo que sientes, ¿De acuerdo, cielo? - propuso y Sanha asintió más animado.

Sanha recostó la cabeza en el hombro de Moonbin y este último entrelazó sus manos. No necesitaban palabras ya que la sola compañía del otro los hacía sentir bien y tranquilos.

Moonbin estaba tan sumergido en la calidez de tener a Sanha a su lado que cuando este se alejó de su hombro sintió miedo. El pelinegro no quería que Sanha dudará de lo de ambos y cuando iba a hablar y tratar de hacerle sentir seguro, la gran sonrisa del omega lo hizo callar y más cuando esté rebusco en su chaleco y saco una pulsera. Un tinte rojo que hizo que sus pecas brillarán y se notarán más adornó su rostro y tímidamente le tendió la pulsera. Se veía tan hermoso que Moonbin quiso llenarle el rostro de besos pero se contuvo.

Cuando Moonbin sintió la pulsera en sus dedos no necesito palabras para saber que por su textura y forma la había hecho su omega. Su sonrisa creció y la calidez lo inundó cuando su omega lo ayudo a colocarsela. Era tan bonita y delicada como Sanha.

Y en ese momento se dio cuenta que Sanha también lo estaba cortejando.

- Es tan hermosa - halago y beso las suaves mejillas rojas de su omega. La vista tan dulce lo tenía embelesado. Su Sanha era tan lindo y por eso no pudo soportar no decirlo así que lo soltó con un tono suave - Te quiero demasiado mi cielo.

Sanha sonrió y movió los labios tocando su pecho y señalando su corazón y Moonbin supo que era un "Yo también te quiero mi sol"

Moonbin lo abrazo con tanto cariño y devoción, sus dedos acariciaron las hebras castañas con mechas rosas y Sanha abrazo su cintura y suspiró gustoso en su cuello sumergiéndose en el olor del mar y de la áspera madera.

Ambos se sentían felices, eran correspondidos, amados y eso era lo que importaba. Sabían que enfrentarían el futuro juntos.

¿Puedo ser tu omega? 𝐁𝐢𝐧𝐬𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora