El Latido de una Pasión

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El aroma a café recién hecho me despertó

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El aroma a café recién hecho me despertó. Era un aroma familiar y  reconfortante a la vez, un aroma que me recordaba la calidez de mi hogar. Pero hoy, ese aroma tenía un sabor diferente, un toque de nerviosismo que me hacía sentir la piel erizada. Hoy era el día. Hoy me enfrentaba a mi primara audición.

Me levanté de la cama y me acerqué al espejo. Mi reflejo mostraba una chica de cabello castaño despeinado y grandes ojos color avellana llenos de determinación. Me puse mi camiseta negra favorita y unos jeans ajustados, y luego me dirigí hacia la cocina.

— Buenos días, Mía. — La voz de mi madre, dulce y llena de amor, me sacó de mis pensamientos.

— Buenos días, mamá. — Le sonreí, tratando de disimular el nudo que se formaba en mi garganta.

— ¿Lista para la audición? — Me preguntó, con una mirada que reflejaba una mezclaba de orgullo y preocupación.

— Sí, mamá. — Asentí, sintiendo como un escalofrío empezaba a recorrer mi espalda.

— Recuerda que siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase. — Me dijo, con una sonrisa que me llenó de fuerza.

— Lo sé, mamá. — La abracé con fuerza, sintiendo el calor de su cuerpo y el aroma a lavanda de su suéter.

Salí de casa con mi guitarra a cuestas. El aire fresco del mar me golpeó en la cara, trayendo consigo la promesa de un nuevo día, un día lleno de desafíos y  nuevos comienzos. Comencé a caminar por las calles de mi pueblo, con la melodía de mi canción resonando en mi cabeza. Era una canción que había compuesto yo misma, una canción que hablaba de mis sueños, de mis miedos, de mi deseo de compartir mi voz con el mundo.

En el bar "Las golondrinas" estaba a unas cuadras de mi casa. Era un lugar pequeño, con paredes de madera oscura y un escenario improvisado en una esquina. El olor a cerveza y a humo de tabaco me recibió al entrar, pero no me importó. Estaba aquí para algo más importante, para algo que me hacía vibrar el alma.

— ¡Hola! — Una voz masculina, con un tono amable y un ligero acento extranjero, me saludó desde la barra. — ¿Eres la chica de la audición?

— Hola, un gusto conocerte soy Mía. — Respondí, sintiendo un poco de timidez.

— Bienvenida. — Me sonrió, con una mirada que me hizo sentir un poco más relajada. — Puedes esperar aquí, la próxima en la lista eres tú.

Me senté en una de las mesas, con la guitarra a mis pies. Observé a los otros músicos, algunos con instrumentos más sofisticados que el mío, otros con una energía que me contagió. Cada uno tenía su propia historia, su propia lucha, su propio sueño.

— ¿Nerviosa? — Una voz femenina, aguda y un poco estridente, me sacó de mis pensamientos.

Era una mujer de mediana edad, con el rostro marcado por el tiempo y los excesos. Llevaba un vestido de lentejuelas y una sonrisa demasiado amplia, que me hizo sentir incómoda.

— Un poco. — Admití, sintiendo que mi voz se quebraba.

— No te preocupes, es normal. — Me dijo, con un tono condescendiente. — Todos nos ponemos nerviosos antes de subir al escenario.

— ¿Y tú? — Le pregunté, sintiendo una punzada de curiosidad. — ¿Te pusiste nerviosa alguna vez?

—¿ Yo? — Soltó una carcajada, que me hizo sentir algo incómoda. — ¿Yo? Nunca. Yo nací para estar en el escenario.

— ¿Y cómo te fue? — Le pregunté, sintiendo una mezcla de admiración y desconfianza.

— No te voy a mentir, no fue fácil. — Me dijo, con un suspiro. — Pero al final, logré mi objetivo.

— ¿Y cuál es tu objetivo? — Le pregunté, con la curiosidad y la desconfianza a partes iguales.

— Mi objetivo es ayudarte a alcanzar tu sueño. — Me dijo, con una sonrisa que me hizo sentir atrapada en una telaraña.

— ¿Cómo? — Le pregunté, sintiendo la curiosidad en mi voz.

— Te puedo enseñar todo lo que sé. — Me dijo, acercándose a mí. — Puedo convertirte en una estrella.

— No lo sé. — Respondí, sintiendo que mi cuerpo se paralizaba.

— Confía en mí. — Me dijo, con una voz seductora. — Yo te puedo ayudar.

— No lo sé. — Repetí, con la voz casi inaudible.

— No tengas miedo. — Me dijo, tomándome de la mano. — Yo te cuidaré.

— No. — Dije, con un hilo de voz.

— ¿Por qué no? — Me preguntó, con una mirada penetrante.

— Porque no quiero. — Respondí, con un poco más de fuerza.

— ¿No quieres ser una estrella? — Me preguntó, con una sonrisa que me hizo sentir incómoda.

— No quiero ser una estrella a cualquier precio. — Respondí, con una determinación que me sorprendió a mí misma.

— ¿Y a qué precio quieres ser una estrella? — Me preguntó, con una mirada que me hizo sentir vulnerable.

— A un precio que me permita mantener mi dignidad. — Respondí, con la voz firme.

— ¿Y cómo piensas hacerlo? — Me preguntó, con una sonrisa que me hizo sentir atrapada en un juego peligroso.

— Ese no es asunto tuyo. — Respondí, sintiendo que todo mi cuerpo se llenaba de adrenalina. — Pero lo voy a intentar.

— ¿Y si fallas? — Me preguntó, con una de sus cejas levantadas mientras se cruzaba de brazos.

— Entonces, habré aprendido algo. — Respondí, con un tono de voz que me sorprendió a mí misma.

— ¿Y si no aprendes nada? — Me preguntó, con una voz que me hizo sentir que estaba a punto de perder el control.

— Entonces, habré vivido. — Respondí, con una sonrisa que me hizo sentir que había encontrado mi propia fuerza.

Carmen me miró con una expresión de incredulidad. Luego, con una sonrisa que me hizo sentir escalofríos, se alejó sin decir una palabra.

— Mía, eres la siguiente— La voz del hombre de la barra me sacó de mis pensamientos.

Tomé una profunda respiración, ajusté la correa de mi guitarra y me dirigí hacia el escenario. Era mi momento. Era mi oportunidad. Era mi sueño.

 Era mi sueño

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