Capítulo 3: Cúmulonimbos

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-Entonces, ¿qué pasará con Steven?-Dijo madre expresando lo que todos pensamos.

-Madre, yo no quiero casarme con él, no lo conozco, pero sé que no tenemos nada en común-Escupí por fin.

-Padre, no podéis hacer que se case con él, es un hombre despiadado, ama la guerra y es demasiado hosco para estar con alguien como Rosalyne-Saltó Ian en mi defensa.

-Seré yo el que decide que hacer con la mano de Rosalyne, yo soy el padre, yo soy el que decide que se hace siempre-Bramó padre.

Todos volvimos a sumirnos en silencio, si bien padre es un hombre bondadoso y ama a sus hijos, es un amante del control, no soporta sentir que se le escapan de control las cosas; Asique todos guardamos silencio temerosos.

-Hablaremos de todo esto mañana-Ordenó padre dando el tema por zanjado antes de salir por la puerta, dejando un silencio abrumador tras él.

-Bueno, aún es tu cumpleaños, felicidades a ambos-dijo Ian mirándome a los ojos.

-Ian-Exclamé lanzándome a sus brazos para abrazarle.

-¿Quieres tu regalo pequeñaja?-Preguntó con dulzura.

-Pues claro que sí-Exclamé ilusionada.

-Bien, sígueme-Dijo encaminándose al pasillo.

Ross y yo le seguimos por la casa, hasta llegar a la puerta de la sala de música. Ian se coloca tras de mí y me tapa los ojos con sus manos, al hacerlo, mis sentidos se intensifican, siento su tacto en mis mejillas, su aliento en mi nuca y siento como mi corazón amenaza con salirse de mi pecho; nos adentramos lentamente a la sala de música y avanzamos por ella, Ian intenta que no me choque con nada mientras me guía a través de la sala de música hasta detenernos, lentamente destapa mis ojos y me encuentro frente a un piano blanco, nuevo con detalles en azul y violeta, los colores que siempre uso; Mis ojos se llenan de lágrimas ante el regalo de mi hermano.

-Ian, es asombroso-dije en un susurro-Muchísimas gracias-Dije entre sus grandes brazos.

-ve, es todo tuyo, solo quiero que toques para mí, como solías hacer antes-Dijo con una sonrisa en su perfecto rostro.

Sin decir una palabra, me siento frente al piano, despejo mi mente y dejo mis dedos moviéndose interpretando la sonata n.º 33 de Haydn, entre tanto, pienso en lo afortunada y desgraciada que soy por ser la primera Black conocida en tener el portal ante ella, también en la presión ejercida por la familia, en lo triste que es que mi amor verdadero, sea secreto e imposible; Pienso en lo desgraciada que sería si pese a todo, me viese obligado a casarme con Steven, pienso en todo lo sucedido a lo largo del día de hoy, en lo extraño y maravillo que ha sido mi cumpleaños, a pesar de que solo mi hermano, lo haya grabado; Sin darme cuenta he terminado de tocar la sonata, no sé en qué momento he cerrado los ojos al tocar, pero al finalizar la melodía abre nuevamente los ojos.

-Gracias hermanita, tocas como los ángeles-dijo Ian con los ojos brillantes por la emoción.

-Sí, tocas muy bien-Dijo Ross asombrado.

-Muchas gracias Ross-Dije sonrojada.

-lleva tocando desde los 6 años-Añadió Ian mirándome a los ojos-pasaba horas frente al piano mientras el resto jugaban.

-A medida que crecía pasaba más horas aquí sola, hasta que de pronto Ian se empezó a quedar aquí conmigo-Dije mirando mis dedos pensando en la cantidad de horas que había pasado frente al piano.

-Parecéis muy cercanos-Apuntó Ross.

-Sí, siempre hemos estado juntos-Respondió Ian con una sonrisa.

mi gran amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora