Un incesante goteo inunda la habitación.
Abres los ojos, pero solo la oscuridad más absoluta te recibe. Todo tu cuerpo arde con un intenso dolor, sientes con horror la calidez de una sustancia desconocida que te recorre por completo, además de un extraño artefacto que parece no separarse de ti.
Lentamente, tratas de alzar una mano, de acercarla a tu rostro y frotar tu frente, que arde con un desagradable escozor, pero el dolor aumenta y te ves obligada a parar. ¿Cómo has llegado allí? No lo recuerdas, tu mente no deja de divagar mientras te muestra extraños fragmentos del pasado.
Estabas en un aparcamiento, recuerdas con claridad el olor de la gasolina y el frío que cubría tus mejillas en tu camino hasta tu coche. Un ruido se produjo en la lejanía, ¿o era una sombra? No lo recuerdas, pero sabes que había algo, puesto que recuerdas haber aumentado el ritmo. Pero no fue suficiente.
El mundo se detuvo mientras tu cabeza se sacudía de forma violenta, el golpe hizo que tu cerebro rebotase contra tu cráneo. Un intenso pitido llenó tus oídos mientras, junto a ti, dos personas parecían discutir acaloradamente. La oscuridad no tardó en acudir y, tras ella, vino la inconsciencia.
Ahora te encuentras de nuevo en la oscuridad, aunque todo ha cambiado. El olor de la gasolina ha sido sustituido por una desagradable humedad, unida a un extraño elemento metálico que solo logras identificar como el olor de la sangre. El pitido continúa inundando tus oídos, pero ahora no es tan intenso como cuando te golpearon. Tu movilidad no parece verse afectada más allá del dolor, sin embargo hay una parte de tu cuerpo que no eres capaz de mover; un único dedo.
En tu mano derecha, sientes cómo algo tira con fuerza de tu dedo anular, provocando un nuevo tipo de dolor. No es un dolor punzante e intenso, como el que te recorre todo tu cuerpo, sino el tipo de dolor que produce un fino hilo al clavarse en la piel.
El miedo aumenta en tu ya acelerado pulso mientras, en lo que temes que sea una estupidez, decides tirar de ese hilo.
Entonces se hace la luz.
La sala de ilumina de forma tan abrupta que te ves forzada a cerrar los ojos ante la repentina claridad. Poco a poco, comienzas a abrirlos mientras parpadeas para aliviar el ardor de la luz. Finalmente, recuperas la visión, aunque esta solo logra aumentar tu ya elevado temor.
Estás en una sala desconocida, construida en piedra y una única bombilla cuelga sobre tu cabeza. A tu izquierda hay una puerta y la habitación está completamente vacía, a excepción de la cama sobre la que te encuentras. Solo entonces te percatas de que no estás sola.
A tu lado se encuentra un hombre, tumbado de espaldas, con la delgada camisa de algodón blanco cubierta por completo de sangre. Gritas, tratas de despertarlo, pero no parece reaccionar. Quieres extender un brazo para sacudir su hombro, pero entonces el dolor vuelve y, con él, una nueva realidad.
Tus ojos se desencajan con horror mientras observas lo que antes habías creído un artefacto, pero que en realidad es algo muy sencillo; alambre de espino.
Un grueso hilo de grandes y afiladas espinas metálicas, enredado con cuidado y precisión alrededor de tu cuerpo. Comienzas a temblar con violencia, provocando que el metal se introduzca más en tu piel, manchando las impolutas sábanas con tu sangre.
La necesidad te lleva a moverte, gritas cuando las espinas se hunden más en tu carne, desgarrándola hasta llegar al hueso. Tratas de hallar algo, cualquier forma de quitártelo, pero parecen estar atadas en tu nuca, un rápido palpe te hace comprender que las une un candado.
Tu mirada se mueve frenética por la habitación. La bombilla no da demasiada luz, por lo que no eres capaz de ver lo que se esconde en cada esquina. Solo la puerta, esa condenada puerta blanca que casi parece brillar en la oscuridad.
Extiendes ambos brazos y cierras los puños, agarrándote con fuerza a las destrozadas sábanas. Respiras con rapidez e intensidad, provocando que el alambre se clave en tu pecho con cada movimiento, pero necesitas hacerlo, necesitas el valor.
Mentalmente, cuentas hasta tres, aunque el pánico haces que repitas ese ritual un par de veces antes de lograrlo. Finalmente, te incorporas con un agónico grito de dolor mientras el metal se introduce con más violencia en tu piel.
Para tu sorpresa, encuentras una resistencia física cuando tratas de avanzar. No se trata del miedo al dolor, sino a algo que te retiene pegada a la cama. De nuevo, tomas aire y das un nuevo impulso que, junto a una oleada de esa desagradable sensación punzante, logra liberarte por completo.
Como si de un complejo mecanismo se tratase, un clic se hace notar por encima de tus sollozos. Solo entonces lo comprendes.
La resistencia era en realidad otro hilo, como el usado para activar la bombilla. Este, al igual que el primero, provoca una nueva iluminación.
Junto a ti aparece entonces una mesilla de noche, pintada en blanco, que antes te era invisible por la oscuridad de la sala. Al levantarte has activado una pequeña lámpara que, como un faro tratando de guiarte hacia la salvación, ilumina ahora un objeto, depositado con suavidad sobre la mesilla.
Reprimes la nueva oleada de dolor y extiendes la mano para tomarlo; un sobre con tu nombre.
Las lágrimas llenan tus ojos mientras, con manos temblorosas y manchadas de sangre, liberas el contenido de dicho sobre. Entonces lees con temor las palabras escritas en su interior.
"Bienvenida, aunque supongo que no debes sentirte agradecida por estar aquí.
Soy tu anfitrión, pero mi nombre no es importante. En esta sala solo importáis vosotros y en tu mano está la posibilidad de salvarte.
Junto a ti se encuentra tu marido, un hombre al que nunca amaste, aun así siempre lo mantuviste cerca por su dinero. Por eso creo que su muerte no te resultará muy dolorosa, ¿o sí?
Juntos habéis hecho mucho daño a gente inocente, habéis provocado dolor y arruinado las vidas de aquellos que no gozaban de vuestra misma suerte.
Ahora yo te presento una gran oportunidad; expía tus pecados a través del dolor, realiza un verdadero sacrificio y serás recompensada con el descanso que tanto ansias.
Muchos os han acusado de no tener corazón, quiero comprobar si eso es cierto.
Mucha suerte. "
Tu respiración se detiene mientras, incrédula, vuelves a leer la nota una y otra vez. Tu mente se niega a creer que sea real, debe de tratarse de una broma, ¿verdad?
Pero no es así, aunque solo te percatas de ello cuando, en un acto de desesperación, logras mover el pesado cuerpo a tu lado.
Tal como decía la nota, se trata de tu marido. No puedes evitar gritar ante la mirada sin vida de sus ojos, fijos en el techo, atrapados para siempre en un rostro pálido y antinatural. Está muerto, lo que significa que debes prepararte para luchar.
Como si pudiesen leerte el pensamiento, una nueva luz se hace visible en la sala. Aunque esta vez no se trata de una bombilla.
Una a una, enormes letras de brillante color verde comienzan a aparecer sobre las paredes, acabadas en una enorme flecha que señala con precisión al muerto.
Te sientes palidecer cuando comprendes lo que quiere que hagas.
—¿Quién demonios eres? ¿Por qué me estás haciendo esto? —gritas mientras las lágrimas caen por tus mejillas, pero no recibes respuesta alguna.
Transcurren unos minutos de indecisión antes de que, finalmente, hagas lo que demanda.
Cada movimiento provoca más dolor y sangre, pero ya no te importa, no puede importarte si quieres salir de allí. Con cuidado, te colocas sobre él y, usando tu propio castigo, comienzas a trabajar.
Sobre ti, las palabras alumbran con una enfermiza luz verde tu trabajo, guiándote en tu macabra misión.
"¿Realmente hay un corazón?"
ESTÁS LEYENDO
Cazador de pesadillas
Mystery / ThrillerEn la sombría ciudad de Echo, el detective Thomas Harper enfrenta una amenaza que se manifiesta cada 25 años a través de sádicos juegos. Gracias a una vidente, descubre que la respuesta podría encontrarse en sus propios sueños, adentrándose así en u...