El silencio es aterrador.
Lo sentiste en cuanto bajaste del autobús escolar. El silencio era como un aura oscura, envolviendo la casa, notándose desde el exterior. Con cada paso este se hacía más fuerte y comprimía tu estómago hasta provocar náuseas.
Entraste con temor, empujando con suavidad la puerta, que produjo un espantoso crujido. Dentro, el aire estaba cargado de cigarrillos y spray contra los mosquitos.
Lo llamaste, aunque sin resultado. A veces, no verlo era un alivio, por eso no le diste demasiada importancia a su falta de respuesta y te dispusiste a terminar tus asuntos. Hiciste los deberes y te preparaste la merienda —un sándwich de mermelada y mantequilla de cacahuete—, ordenaste tu habitación y viste un rato la televisión, pero él seguía sin aparecer.
Por eso ahora llevas horas allí, esperando a que finalmente salga, a que vuelva a ser el hombre que una vez conociste, pero la realidad es otra.
Sabes que, cuando vuelva contigo, su mirada será dura e inflexible, que nunca volverá a verte con el mismo amor que antes, que ese hombre ya no existe. Es por ese mismo motivo que prefieres no verlo, que disfrutas más de tu soledad. Todo es mejor que ver ese odio en sus ojos o sentir ese desagradable miedo inundando tu sistema nervioso cada vez que se fija en ti.
Lentamente, subes las escaleras —que chirrían bajo tus pies— y, en un acto que sabes que vas a lamentar, llamas suavemente a la puerta. No hay respuesta.
—¿Papá? —llamas con un deje de desesperación en la voz —. ¿Estás bien? —Pero, de nuevo, nadie te responde.
Tú corazón comienza a resonar con fuerza mientras sacudes violentamente el pomo de la puerta, que está cerrada desde dentro.
—¡Papá! ¡Sal por favor!
Finalmente, un nuevo sonido aparece tras la puerta, aunque no ayuda a tranquilizarte.
El disparo resuena con violencia, opacando al previamente existente silencio, llenando el ambiente con una nueva pesadez. Sientes cómo el aire escapa lentamente de tu interior, cómo tu pecho se comprime, negándose a introducir más oxígeno en tus pulmones. No te mueves, no respiras, no haces nada hasta que un nuevo sonido te hace reaccionar.
Suavemente, el suelo vibra y el sonido de algo pesado cayendo te inunda los oídos hasta no dejarte oír nada más. El olor de la pólvora inunda tu nariz mientras las lágrimas caen por tus mejillas, motivadas por un dolor que no llegas a comprender.
Como si de un sueño se tratase, te ves a ti mismo bajar las escaleras y correr hacia el teléfono, marcando el número de emergencias antes de responder con voz suplicante a las amables preguntas de los operarios.
—Por favor, ayúdenme, mi padre...
***
Sus ojos de abrieron con rapidez mientras se incorporaba en un acto reflejo.
El inspector trató de serenarse mientras oía el sonido de su propio corazón, resonando con fuerza en sus oídos, tan agitado como su respiración. Lentamente, se llevó una mano temblorosa a la frente, solo para comprobar que estaba empapada de sudor.
Cada noche, pesadillas como esa inundaban sus sueños, aunque eso no hacía que le resultase más llevadero.
Como siempre, se maldijo a sí mismo por dejar que un simple sueño le afectase en tal medida y se dispuso a ver la hora. Tomó su teléfono y, como si alguien le estuviese vigilando, una llamada comenzó a sonar. Se tomó unos segundos para tranquilizarse antes de contestar.
—Harper —respondió mientras trataba de ocultar su nerviosismo.
—Soy Alex, tienes que venir, ha aparecido otro. —Sus ojos se abrieron de forma preocupante al oír esas palabras.
—Tardo diez minutos.
No dejó que su compañero respondiese, colgó el teléfono y saltó de la cama, dispuesto a ducharse y salir corriendo lo antes posible. Debía salir de cada a toda prisa, por lo que ni se preocuparía en tomar un desayuno.
Abrió el grifo y se introdujo bajo el chorro del agua antes de que esta pudiese calentarse, comenzando a lavarse el pelo con una rapidez que casi le hizo resbalar y caer sobre la pulida superficie.
Tras una ducha de apenas dos minutos, se secó apresuradamente y se colocó la ropa —arrugada y torcida— antes de salir corriendo. Llevaba el pelo mojado y la ropa húmeda por el contacto con su aún empapada piel, pero no le importaba.
Debía darse prisa porque el asesino había vuelto y él necesitaba atraparlo de una vez por todas.
ESTÁS LEYENDO
Cazador de pesadillas
Mystery / ThrillerEn la sombría ciudad de Echo, el detective Thomas Harper enfrenta una amenaza que se manifiesta cada 25 años a través de sádicos juegos. Gracias a una vidente, descubre que la respuesta podría encontrarse en sus propios sueños, adentrándose así en u...