Me gustan tantas cosas que a veces me sorprende que me gusten.
Ver a los niños corriendo a través del parque sobre el verde y debajo del infinito celeste por el que el algodón trata de no caer. Observar sus sonrisas de concreto. Blancas y honestas. Me gusta la pureza que aquellas irradian.Y también me disgustan. Me hacen darme cuenta de lo que ahora soy. A medida que pasan los años, el concreto se va desgastando y lo que parecía fuerte e indestructible termina hecho escombros.
Grietas, el viento atravesándolas y llevándose consigo el polvo. Pedazos que en silencio se caen hacia la nada. El desgaste y la pintura que se descascara.
¿Somos de concreto? Lo fuimos, en algún remoto tiempo del que ya nadie recuerda o finge que olvidó.
Somos el resultado de la guerra que luchamos día a día y no optamos por hacerlo.
E intentamos sobrevivir otro día más sin derrumbarnos por completo. Y aunque no nos demos cuenta, ya estamos acabados.
Todos nos resumimos en escombros.