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- Tranquila hermanita, no deseo seguir molestando, anda, solo tienes que firmar.

- De acuerdo, pero quiero algo a cambio. Mi gentileza tiene un precio. - Disimula su astucia.

- Espero que no sea uno de tus juegos sucios Atenea. - escupe rabioso.

- Quiero la reliquia de la guerra. - enaltece.

- ¿Estás loca? Es mía.

- No veo tu nombre grabado, puede y fue de muchos tiempo atrás.

- No lo haré, olvídalo.

- Es eso o no hay firma. - apura desdeñosa.

Ambos parecen batallar al mirarse y una tenue y a la vez delicada voz se hace escuchar.

- Atenea, querida, qué haces aquí con mi hombre. - Sonríe hipócritamente Afrodita pegando sus pechos provocativamente al cuerpo de su amante.

- Creo que me puse de mal humor, no habrá firma. - Avanza lenta, sigilosa y triunfantemente.

- ¡Me vas a dar tu maldita firma!

- ¿Cariño qué pasa? déjala, no vale la pena.

- Creo que papá debe enterarse de algunas cosas...- canta atenea aparentemente de buen humor, pero claramente, amenazando al par de tórtolos.

- Querida, esto es muy importante para tu hermano y para mi, hazlo por el bien de tu descendencia, sabemos que tú no tendrás hijos, pero nosotros si, no seas egoísta con tus futuros sobrinos.

Asco y repulsión, palabras clave para definir el rostro de la princesa del Olimpo.

Desde las sombras aparece una silueta oscura y tan vil, muy conocida para las doncellas en el Olimpo, Eros.

_ Ciao, signorina. - avanza hasta ella y deposita un fugaz y coqueto beso en las manos de Atenea.

- Interrumpes nuestra plática, lárgate. - Espeta Ares molesto.

- Pero si yo solo vine al presenciar esta exquisita visita, padre. - le brinda una sonrisa llena de burla y malicia.

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⏰ Última actualización: Feb 05 ⏰

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𝕰𝖑 𝖑𝖆𝖟𝖔 𝖉𝖊 𝖑𝖆 𝖌𝖚𝖊𝖗𝖗𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora