capítulo dos

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Después de terminar un largo día de clases, Conway regresó al lugar que se suponía era su hogar, aunque siempre pensó que "hogar" implicaba más que un lugar físico, era algo profundo y que necesitaba abarcar más cosas para considerarse de esa manera; seguridad, comodidad, pertenencia, familia.

Para él, su casa no era nada parecido a un hogar, simplemente era el techo sobre su cabeza al que tenía que llegar después de salir de la escuela.

Como cada día al llegar, esperaba escuchar a alguien estar esperándolo en casa y, como siempre, no había nadie.

Aunque ya no dolía como cuando era un pequeño niño que necesitaba la atención de su familia, seguía existiendo ese vacío. Vacío que esperaba llenar distrayéndose con otras cosas pero que, a pesar de todo, nunca terminaba de saciar.

Siendo honesto consigo mismo, y tal vez pecando de inocente, esperaba que al menos hoy, por ser su cumpleaños -una fecha especial para la mayoría de personas, según había visto durante tantos años-, su padre habría hecho un poco de espacio en su apretada agenda para pasar tiempo con él. Pero claro, eso era espera mucho.

Desde la hora en la que se levantó en la mañana y se preparó para ir a clases, estuvo pendiente a las notificaciones de su celular. No hubo mensajes no leídos, ni siquiera una miserable llamada.

Una vez que está en su habitación, se desviste y se pone encima lo primero que se encuentra en el armario. No está interesado en verse aceptable, sofisticado o elegante. Nadie puede quejarse de él o regañarlo, después de todo nadie le ve.

Está solo, siempre está solo y eso no cambiará en un futuro, lo tiene más que asumido.

Aprendió a conformarse con las únicas veces en las que su padre se asomaba a su habitación para decirle que siguiera estudiando, que se esforzara como nadie y lo enorgulleciera.

Y Conway lo hace, por supuesto que lo hace.

Constantemente está tratando de superarse a sí mismo y sobreexigiéndose para mejorar en cada pequeño aspecto. Quiere merecer tener ese apellido y ponerlo en lo más alto, pero hay días como hoy en los que se cuestiona qué sentido tiene llevar años esforzándose por alguien, dando todo de ti mismo para que, al final, a ese alguien no le importe. Que ni siquiera lo note.

Nadie ve su progreso. No tiene a nadie.

Suspiró y se echó en su cama a mirar el techo. Anímicamente hablando, ese no era su mejor día.

Se sentía más deprimido y triste de lo normal, no es como si no supiera que habríaa días en los que eso estaba destinado a pasar, ya que por algo había sido diagnósticado con depresión.

Sin embargo, si al hecho de que estaba más sensible y emocional por ser su cumpleaños se le sumaba que los últimos días toda su escuela había estado de luto por la reciente pérdida de uno de sus compañeros de clases, entonces la lista de razones para odiar su vida no terminaría nunca.

Conway no conocía mucho a ese chico. Nunca había sido la persona con las mejores habilidades sociales y en general cuando tenía oportunidad, evitaba relacionarse con la gente, pero podía recordar vagamente haber cruzado una o dos palabras con él.

Más que nada, lo recordaba porque sus mejillas se ponían rosadas fácilmente, como si vinieran así por defecto. Como si viniesen así desde el vientre de su madre.

Cuando dieron la noticia de su fallecimiento, todo y todos quedaron impactados.

Era algo imposible de imaginar o creer y algo que definitivamente nadie se esperaba. Nunca esperas la muerte de nadie cuando no es anunciada antes, pero escuchar eso pegó muy fuerte a toda la escuela.

MY LOVE'S SOUL - INTENABODonde viven las historias. Descúbrelo ahora