Eight

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Jade despertó con un sobresalto al sentir el agarre férreo de Christian alrededor de su cintura. Su brazo la sostenía con una fuerza que le impedía moverse, como si su vida dependiera de no soltarla. Se acordó de lo que había pasado un mes atrás, cuando Christian volvió a su vida como un torbellino. Su cuerpo se tensó al recordar cómo la había sujetado con esa misma fuerza, susurrándole al oído que ella le pertenecía, que era suya. La posesividad en su voz aún resonaba en su mente.

Sus ojos recorrieron la habitación en busca del reloj. Al verlo, se dio cuenta de que ya era hora de irse a la universidad para su último año. Intentó moverse nuevamente, pero Christian gruñó al sentir que su humana despertaba, atrayéndola más hacia él.

—Christian, tengo que levantarme —dijo Jade en un susurro, tratando de no alterarlo más.

—No te muevas —respondió Christian con voz grave—. Quédate conmigo.

Jade negó con la cabeza, sintiendo el peso de su cuerpo presionándola contra el colchón.

—Tengo que irme a clases —insistió.

—Ya te dije que a mi lado no necesitas estudiar o trabajar —su voz se volvió más severa—. Quédate aquí.

—En serio, Christian, necesito ir —dijo Jade, tratando de mantener la calma.

Christian la miró fijamente durante unos segundos antes de suspirar y, a regañadientes, soltarla.

—Solo porque es tu último año —dijo, su voz aún cargada de autoridad—. Pero te dejo en la escuela, y no olvides que iré a recogerte.

Jade asintió rápidamente, sabiendo que no debía contradecirlo más. Se levantó y se dirigió al baño. La ducha fue rápida, y pronto estaba lista con un pantalón ajustado y una camiseta rosada de Aeropostale. Recogió su cabello en una coleta alta y salió del baño.

Christian la esperaba, observándola con sus intensos ojos azules. Sin decir una palabra, la tomó de la mano y la guió hacia su convertible. Durante el trayecto, el silencio entre ellos era pesado, cargado de una tensión subyacente.

Al llegar a la escuela, Jade intentó bajarse del auto rápidamente, pero Christian la detuvo, agarrándola del brazo y obligándola a mirarlo.

—No olvides que eres mía —dijo, antes de besarla con una mezcla de pasión y posesividad—. Te amo. Te recogeré puntualmente.

—Sí —respondió Jade, sonriendo débilmente. Se bajó del auto y vio cómo él se alejaba.

Suspiró profundamente y se dirigió al edificio de la escuela. En cuanto entró, vio a sus amigas Anna y Kendall riendo con algunas caras nuevas.

—¡Jade! —gritó Anna mientras corría a abrazarla—. Te extrañé tanto estas vacaciones. No recibimos ningún mensaje de tu parte.

Jade rió, tratando de ocultar su nerviosismo.

— Te desapareciste por completo —añadió Kendall—. Y nunca contestaste nuestros mensajes. 

—Perdón, ya saben cómo es mi mamá —dijo Jade, encogiéndose de hombros. No estaba lista para contarles sobre Christian.

—Sí, tu mamá —dijo Anna, rodando los ojos—. Te tenemos que raptar para las próximas vacaciones.

Reían juntas cuando Anna de repente se volvió seria.

—Oye, Jade, te tengo que presentar a unos chicos. Este es Mateo —señaló a un chico moreno con ojos verdes y una sonrisa atractiva—, él es Dylan —señaló a un chico castaño, normal—, y este es Aaron.

Aaron era impresionante. Tenía el cabello castaño, ojos marrones claros y una sonrisa que podría derretir a cualquiera. Su físico atlético y su actitud confiada lo hacían aún más atractivo.

Secuestrada por mi mate alphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora