2. La herida que siempre sangra

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TW! mención de acoso sexual.

De pronto, es como si todo el peso del mundo cayera sobre ella, y volviese a tener doce años, como si su alma regresara a aquel lugar en donde le fue arrebatado todo, pero su cuerpo se quedara estático. Su corazón grita y su cuerpo se deshace, sus cicatrices se abren de nuevo una y otra vez, aun si nunca se cerraron por completo.

21/08/2017

Era su primer día en la Escuela Secundaria del pueblo, no siente emoción, pero sí ansiedad, aunque aún no sabe identificarlo. Lleva la mochila de The Beatles que le compró su papá, espera que ese sea su trébol de cuatro hojas hoy. Sus padres y ella caminan unas cuantas cuadras con una bolsa enorme llena del montón de artefactos que fueron requeridos para iniciar el ciclo escolar. Giran a la derecha dos veces y así dan con el lugar. Zenda insiste en que sus padres se despidan de ella en la entrada, como lo hacen todos los demás, aunque en realidad desea con todas sus fuerzas que la acompañen hasta el salón, y si se puede, que pongan dos pupitres a su lado y se sienten con ella todo el maldito día. 

Aún así, dice que ella puede sola, sin embargo, agradece que sus padres insistan en acompañarla. Entran por el gran portón blanco y siguen las indicaciones que les son dadas. Suben escaleras y ahí está, su nuevo infierno, es demasiado pronto para saberlo.

Su padre, alto y delgado, con su gran bigote y el ceño fruncido en preocupación, entra con dificultad y deja la enorme bolsa transparente en el suelo, a lado del pupitre en el que Zenda se sentará. Su madre, de estatura baja y complexión media, lleva el cabello rubio recogido en una coleta alta, toma a Zenda por los hombros. -Vas a estar bien -dice -Sólo es la secundaria -se afirma a sí misma con certeza. 

Zenda se despide de ambos y se obliga a entrar, cuando lo hace, con pasos inseguros y encajando sus uñas en la palma de su mano al cerrarla, nota las miradas en ella, pero logra ignorarlo, aunque eso no quiera decir que le reste importancia. Le toma siglos llegar hasta su silla, se sienta sin saber cómo es que lo logra, juega con su cabello ignorando las miradas que siguen sobre ella y decide esperar. Al menos hasta que nota entre sus pensamientos una voz, ¿Hola?

-Hola -dice de nuevo, esta vez logra salir de su cabeza y se percata de que en realidad hay alguien frente a ella. Es un muchacho, muy alto, tiene los ojos separados y nota que su nariz es tipo aguileña. Su cabello es casi negro, y el tono de su piel es de color marrón claro. Zenda no responde, porque en realidad no sabe cómo hacerlo. Es como si el niño fuera intimidante. -Soy Joseph, ¿tú eres...? -de nuevo no responde.

Y, bueno, eventualmente él se va, Zenda lo ve girar los ojos antes de ir con su montón de amigotes, ellos se ríen, ¿de ella? 

Dios, todo está siendo más difícil de lo que debería.

El día sigue, la semana pasa y Zenda no tiene amigos, dos semanas vuelan con el viento de otoño.

-Zenda -escucha mientras dibuja en su cuaderno un montón de garabatos, es extraño que alguien que no sea una profesora diga su nombre, voltea hacia arriba solamente para encontrarse con unos ojos separados y una nariz aguileña -La maestra dice que hagamos pareja, no traje mi libro de texto hoy -dice el niño con indiferencia, con un tono de burla. Esta vez, Zenda logra asentir con la cabeza. Cuando se da cuenta, él tiene su pupitre junto al de ella y está siguiendo la lectura con sus ojos en el libro de matemáticas. 

Siente que la pierna de él roza con la de ella, fue un accidente, supone, porque el que una persona roce por accidente su cuerpo con el de alguien más es totalmente normal. Se concentra en el pizarrón, están sentados en el último asiento de la fila, así que achica los ojos para entender lo que dice la letra espantosa de la maestra. 

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⏰ Última actualización: Feb 07 ⏰

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