Mi día ha empezado genial. Eso si no tenemos en cuenta que la alarma ha sonado a las seis de la mañana, son las siete menos cuarto, tengo reunión en media hora y todavía sigo aquí tirada intentando ubicarme en tiempo y espacio. Tremenda forma de empezar mi primer día, ¿no?Hago acopio de todas mis fuerzas y saco de la maleta unos pantalones cargo verde oscuro junto con una camiseta de compresión negra, me recojo el pelo en una trenza medio decente y cierro la puerta echando un último vistazo al desastre que tengo montado en la habitación. Ya tendré tiempo durante el día para recogerlo.
Avanzo a paso ligero por el infinito pasillo de las habitaciones cuando me cruzo con Scott.
— Buenos días,Vivienne — saluda enérgicamente con una sonrisa. Ojalá estar así de animada a las malditas siete de la mañana —. ¿Vas a entrenar, no?
— No me queda otra — respondo, con una sonrisa de vuelta.
— Dame un segundo que llame al tocapelotas de Andrew y vamos los tres juntos al hangar, si te parece.
— Claro, sin problema — me encanta la relación que mantienen. Charlamos animadamente hasta que nos detenemos sobre una de las puertas, la 503.
— ¡Bella Durmiente! Abre la puta puerta que te estamos esperando — grita mientras aporrea la puerta con todas sus fuerzas.
Se oyen unos pasos y tras unos segundos la puerta se abre dando paso a un Andrew con cara de no haber pegado ojo, por no hablar del hecho de que solamente lleva unos calzoncillos y una camiseta a medio poner.
— Me voy a cagar en todos tus muertos, Scott. Veintisiete años y todavía no maduras — dice mientras se encamina hacia al armario a buscar unos pantalones.
— Esto no pasaría si mirases la hora de vez en cuando — responde Scott.
— Si, si, lo que tú digas — habla Andrew para sí mismo a la vez se cambia y se pone el uniforme. ¿Es que los hombres no tienen vergüenza? Yo sería incapaz de quedarme en ropa interior delante de ellos. No, no, no, imposible.
— Como lleguemos tarde y nos echen la bronca por tu culpa, te juro que en el próximo cuerpo a cuerpo que tengamos no me controlo — gruñe Scott a la vez que empezamos a andar hacia el hangar.
— Como su señoría desee — sonríe divertido —. ¿Cómo has pasado la noche, Vivienne?
— Demasiado bien. Dormir tantas horas del tirón sienta peor que descansar tan solo un par. Te deja incluso más cansado— respondo, evitando contar mi pequeño percance para levantarme de la cama.
— Que me lo digan a mí — sonríe Andrew mientras se frota los ojos intentando quitarse el sueño de encima.
El camino al hangar es solitario, a excepción de un par de soldados que saludan a los dos hombres que tengo al lado. Mientras andamos me doy cuenta de que a pesar de ser una base que puede albergar unas cien personas, no suelen haber muchas andando por sus pasillos. Esto me lleva a pensar en que la mayoría estarán en el comedor común y que nosotros somos los únicos inteligentes que entrenan a las siete y media de la mañana. Mejor, por lo menos no habrá muchos soldados en el campo.
Apenas llegamos a nuestro destino puedo divisar a dos figuras alrededor de la mesa común, las cuales identifico como el capitán y el teniente. Mientras nos acercamos levantan la vista de los papeles y mapas que hay sobre la mesa y la fijan sobre nosotros.
El teniente sigue llevando su característica balaclava, pero esta vez es distinta a la que llevaba cuando le conocí. Aunque sigue siendo de color negro, está pintada con blanco, dibujando así una calabera sobre su rostro. Lleva unos pantalones grises y una chaqueta que llena con sus anchos hombros, haciéndole justicia a su gran figura.
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Delta Force ©
RomanceYa estaba hecho, la decisión estaba tomada. Fuera cual fuese, ya no había tiempo para recular. Intentando calmar el temblor de mis manos, abro el sobre. Mierda. - Delta Force - Consigo decir tras unos segundos. Un silencio sepulcral inunda la sala...