Prólogo

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Montealto, Terra, 1963


–Cuando acabemos vas a estar precioso–.

La joven Kara se encontraba en los establos del castillo cepillando a Tinieblas, su unicornio negro, lo llamó así porque el de su madre se llamaba igual. Ella era guardiana igual que Kara, la función principal de los guardianes es proteger el castillo del rey Edward, él para la joven es como un padre ya que fue el que la adoptó cuando su madre falleció en una de sus misiones. Se puede decir que murió como una heroína, ya que gracias a ella el ejército de Ray no llegó a invadirles, después de que eso pasase Kara empezó a vivir en el castillo como guardiana y a la edad de 10 años el rey le regaló a Tinieblas, le dijo que lo cuidase que era muy especial, pero jamás le dijo por qué.

–Kara, te toca salir a vigilar, comienza mi descanso–, interrumpió Evan. Él era guardián al igual que Kara pero un nivel superior al suyo, por eso le podía dar ordenes.

–De acuerdo, luego te veo Tinieblas–. Se despidió la pequeña del unicornio y salió de los establos

Kara miró a Evan con ojos asesinos pero no dijo nada,  se calló y se fue hacia las altas puertas del castillo para comenzar el turno de vigilancia.

Llevaba horas ahí parada sin hacer nada, nada pasaba, ni siquiera el viento se movía, esta era la parte que menos le gustaba de ser guardiana.  A la pequeña le gustaba cuando tenía que salir a la batalla, y es que para tener 12 años se le daba muy bien, pero esto le resultaba muy aburrido.

De repente Kara escuchó un ruido muy extraño a sus espaldas, se asustó y enseguida se puso en guardia, preparada para la lucha.

–¡Kara! Rápido a la torre principal ¡nos atacan!

La niña fue corriendo hacia allá y así era, les atacaban los soldados de Ray, <<no se cansan de venir siempre a lo mismo, ya saben que no lo conseguirán.>> Pensó Kara.

Se puso en su puesto, sacó el arco y apuntó, ¡justo en el blanco! Siempre ha sido bastante buena con el arco, y ella lo sabía y se hacía cargo de demostrarlo a los demás día a día. Su padre le enseñaba para que cuando creciese pudiese defenderse de alguna manera, lo echaba de menos <<ojalá estuviese aquí ahora para demostrarle que sirvieron de algo sus clases.>>

–¡Cuidado!– La chica sintió un empujón que la sacó de sus pensamientos –Kara centraté, no podemos perder más gente–. Dijo uno de los soldados de rey.

–Lo siento–Se disculpó y siguió defendiendo el castillo. Cuando no quedaba nadie fuera fueron dentro para seguir, les habían informado que Ray había llegado a la sala donde se encontraba la piedra de Luz, el objeto más valioso, sin duda alguna, de todo el castillo.

–¡NO!– exclamaron Evan y Kara cuando se lo dijeron.

–Kara, ve tu a la sala estrella eres la única que tiene la llave.

–¿Qué llave?– Preguntó algo asustada, ella pensaba que no estaba preparada para enfrentarse a alguien con un poder tan grande como Ray.

–¡TINIEBLAS!– Dijeron Evan y el rey que apareció de repente.

–¿Perdón?– Kara estaba confusa y aterrada, la expresión de su rostro lo dejaba claro.

–Kara no hay tiempo para preguntas necesitamos a Tinieblas ¡ya! La sala está oculta en el castillo pero Ray no tardará en descubrir donde está.

–Pero no estoy preparada–. El miedo recorría todo su torrente sanguíneo, pero ellos insistían.

–Kara si lo estás, no tengas miedo. ¡Corre ve!

Sin decir una palabra más salió corriendo de allí, hacia los establos. Pasó por el patio principal del castillo, se dio cuenta de que estaba realmente mal, todo lleno de sangre de las batallas que habrían habido en ese lugar, cuerpos yacían en el suelo... un desastre. Cuando por fin llegó al establo, después de haber visto todo ese infierno, vio que había alguien en el establo que intentaba llevarse a Tinieblas. La chiquilla se escondió y cuando la persona encapuchada se acercó a donde ella estaba sacó su puñal y lo mató.

– Vámonos de aquí, no estás seguro– se subió a él y empezaron a ir hacia donde anteriormente había estado hablando con el rey y Evan. Cuando llegó no estaban, y Kara se temió lo peor. Solo había un mapa en el suelo cubierto con una piedra, detrás del mapa ponía "Kara solo con la llave podrás ver en este mapa donde está la sala". Al principio no comprendió lo de la llave pero luego recordó a Tinieblas.

–Vale te tengo a ti pero ahora ¿que hago?, Como puedo usarte para ver la sala en el mapa.

Como si el unicornio hubiese entendido a la pequeña, acercó su cuerno al mapa, cuando esté llegó a estar posado sobre el mismo, salió un destello de luz cegadora y justo después se vio todo el castillo representado. Se veía cada sala, algunas ya las conocía como la cocina, el salón del trono... pero le llamó la atención una que destacaba entre las demás, tenía muchísima más luz que las demás y toda procedía del centro de la sala

–Allí debe estar la piedra– susurró Kara, alegremente, a Tinieblas– Vamos, no hay tiempo–. Y acto seguido salieron corriendo en busca de esa sala con ayuda del mapa.

Cuando llegaron a la sala, después de haber recorrido todo el castillo y siempre acabar en el mismo punto, se dieron cuenta de que estaba bajo tierra, así que Tinieblas volvió a hacer lo mismo que hizo anteriormente con el mapa e hizo aparecer unas escaleras de caracol preciosas con adornos florales. Cuando bajaron vieron a Ray con la piedra en las manos.

–¡Suelta eso ya!– Dijo Kara mientras preparaba su arco.

–Estúpida niña, todo habría salido si tu y tu endemoniado caballo no hubieseis llegado.

 Tinieblas, bastante enfurecido,  saltó encima de él, con esto hizo que la piedra saliese de sus manos. Enseguida la niña saltó para cogerlo pero al caer sintió un golpe muy fuerte en la cabeza. Antes de ver todo negro vio un destello de luz blanco, después de eso todo se borroso hasta no ver absolutamente nada.

Abrió lentamente los ojos, se sentía muy mareada pero necesitaba ayudar a Tinieblas.

–¡Tinieblas!– gritó muy asustada.

–Kara tranquila, ya pasó todo.

–Pero ¿y la piedra? ¿Y Tinieblas? ¿Y Ray?

–Todo pasó gracias a ti y a "la llave". Conseguisteis rescatar la piedra de luz.

Acto seguido sacó una caja de madera tallada, del bolsillo de su chaquetón,  con motivos llamativos y preciosos, y de esta cogió un colgante con una amatista rosada.

–Tu la salvaste. Ahora te pertenece. Cuidala–. Dijo el rey Edward poniendo el colgante al rededor del fino cuello de la pequeña Kara.

–Pero... yo no hice nada, me desmayé. Lo hizo todo Tinieblas.

–Lamentablemente tienes razón, lo hizo todo él. Eso hizo que se quedara sin energía. Todo su poder está ahora en tu colgante. Por eso tienes que protegerlo con todas tus fuerzas.

La chica no dijo nada, se quedó mirando la puntera de sus zapatos. Desde ese momento se prometió a si misma que iba a cuidar ese colgante con todas sus ganas.

La llave [Cancelada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora