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Mientras el elevador bajaba, su reflejo aparecía frente a ella en el aluminio impecable de la puerta del mismo. Su cuerpo estaba anormalmente agitado y eso le inquietaba más de lo que le gustaría admitir. Aún así, su rostro estoico no dejaba ver ninguna señal de nerviosismo.

El camino hacía el coche le pareció ridículamente largo aquel día, tampoco entendió aquello. Cómo no entendió porque de repente todo eso le parecía irreal.

Después de años de distanciamiento volvería a verla, no en la condición que le gustaría, pero eso no importaba.

Jamás entendió porque terminaron como unas desconocidas. Entre ellas, desde el disband de su grupo, jamás había existido alguna clase de problema. Reflexionaba silenciosamente mientras el coche la conducía por las largas avenidas de Seúl, entendió que quizás todo aquel distanciamiento no se debió más que a la misma prensa que alimento todo rumor que existía entre ellas, para finalmente separarlas. Creando rivalidades, peleas y falsas acusaciones que solo terminaban manchando a sus compañías.

Supuso que, por todos esos rumores, cada vez se frecuentaron menos, hasta que finalmente un día la comunicación dejó de existir. Y cada una siguió por su lado, sin hacer caso de la que la otra hacía. O al menos, fue lo que ella hizo.

Todo el trayecto pensó en ello. También pensó en como dejó que sus representantes y abogados hicieran la mayor parte de comunicación tras el nuevo contrato, para evitar hablar con ella. Pero ¿Por qué le atemorizaba tanto hablar con Lisa?.

Hubo un tiempo en que fueron tan unidas que no existía detalle entre ellas que no supieran. Las cuatro eran ridículamente tan confidentes. Y entonces, la banda se disolvió y poco a poco fueron alejándose. Ahora, seis años después, volvería a ver a Lisa y el último recuerdo que tenía sobre ella, era un mensaje de texto tan escueto que casi no recordaba. Así de insignificante y olvidable era.

El auto se detuvo en las afueras de LLOUD, espero a que abrieran las puertas de ingreso y entró lentamente. El corazón de Jennie se disparó en aquel momento, y tragó en seco todos los nervios acumulados al borde de su garganta.

Cuando la puerta del coche fue abierta, dejó caer sobre ella aquella máscara de frialdad que la caracterizaba y se aseguró así misma que, esta sería una reunión como cualquier otra y nada más. Ambas continuarían como lo había hecho desde hacía seis años.

Una secretaría la guío hasta el elevador, a su paso, sus tacones sonaban desmesuradamente ruidosos y no sé avergonzó de ello. Ella era Kim Jennie, una de las CEO más exitosas de Corea, ella no pasaba desapercibida en ningún lado. Ni siquiera en la empresa de su antigua compañera de grupo.

El elevador la llevó hasta el último piso, dónde la esperaría la tailandesa. Al contrario del anterior, le pareció muy rápido el ascenso. Casi tuvo el deseo de poder detener el elevador un par de minutos para componerse, porque mientras veía los números de la pantalla cambiar, sus piernas perdían más fuerza. Agradeció estar sola, porque entonces no necesitaba explicarle a nadie porqué sus ojos repentinamente estaban húmedos y porqué sus manos sujetaban su maletín CHANEL cómo si fueran a robarle.

Las puertas se abrieron ante ella y con toda la seguridad que la desbordaba, caminó hasta el mostrador de la secretaria, que aguardaba su llegada para guiarla al despacho.

— Buen día.

— Buenos días, señora Kim, la señorita Manoban la está esperando.

Jennie caminó junto a la chica y antes de que ella abriera la puerta, se acercó a su oído.

— Señorita Kim.— Corrigió con frialdad.— Aún no estoy casada.

El rostro de la pobre secretaria palideció en un segundo, mientras Jennie tomaba la perilla con su propia mano y abría la puerta. Aquel pequeño gesto le había devuelto su poderío. Pero solo unos escasos segundos, porque en cuánto entro a la oficina, lo primero que pudo divisar a lo lejos, fue la figura alta de Lisa mirando por la ventana.
Ella no lo sabía, pero Lisa había tirado a penas unos segundos antes de su entrada.

No estaba lista, no sé sentía lista. No sabía cómo podría mirar a Jennie a los ojos después de tanto tiempo. Siendo totalmente honesta, ni siquiera sabía porque no dejó a su vicepresidente hacerse cargo de eso.

Quizás la respuesta sólo le daba más inseguridad. En el fondo, no quería dejar a cargo a nadie de esta tarea, quería ser ella quién mirara a los ojos de Jennie. Y ahora que estaba ahí, a solo unos metros de distancia, no podía encontrar el valor para voltear a verla.

Había pasado tanto tiempo, fue tan doloroso para ella tener que alejarse de la chica que acompañó todos sus sueños. Pero en el fondo, sabía que de no haberse alejado, los rumores habrían destruido cruelmente los sueños de ambas, y todo por lo que lucharon, habría muerto antes de ver la luz.

— Buenas tardes, señora Kim.

Habló alto y sin voltear, esperando así imponer un poco de seguridad en el lugar. Tal vez si tomaba las riendas, todo esto sería más sencillo.

— Señorita Kim.

La voz de Jennie la desplazó de un solo golpe.

— Y buenos días para usted también, señorita Manoban.

Definitivamente sería una larga charla. ¿Cómo podía esperar que todo fuera rápido? Estaba hablando con Jennie Kim.








Love G.

CEO | JenLisa |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora