El Trasgu

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EN LA IMAGEN PODÉIS VER A CAROLINA Y AL TRASGU XUANÍN EN SU MOCHILA COMIENDO GALLETAS

Capítulo 1: El trasgu

Al meter la llave en la cerradura, sentí una especie de cosquilleo, tal vez presentía, que abrir aquella puerta, cambiaría mi vida para siempre.

El piso era muy pequeño, oscuro y tenía las paredes despintadas. Fui primero a la habitación, el marco de la ventana muy holgado permitía la entrada de humedades. Las patas y el cabecero de la cama estaban sin fijar y a punto de romperse.

―¡Tendré que llamar a alguien para que ponga un par de clavos! También habría que revisar las humedades y repintar ¡Por fin tendré una casa que poner en orden! ―pensé.

La ropa se apelotonaba sobre la silla y el armario parecía una leonera.

―¡Nunca imaginé que el tío abuelo Tomás viviera en tal desorden! ¡Tengo que lavar primero toda la ropa que está tirada sobre la cama y colocarla bien en el armario! ¡todo huele fatal!―pensé.

La salita estaba parecida. La mesa y las sillas de la bisabuela, aunque en sus tiempos fueron buenas, ya no aguantaban más ¡A la basura! La estantería repleta de libros y medio rota ¡A comprar muebles nuevos! ¡En fin habrá que tirarlo casi todo! ―me dije.

La televisión no parecía muy vieja y el sofá tampoco. __Esto aún aguantará un par de años más, pero tendré que poner televisión de pago e Internet y traer mi ordenador para poder trabajar ―pensé.

La cocina, y los electrodomésticos. Estaban nuevos. No debía utilizarlos mucho.

―¡Aunque pasados de moda me sirven!

Desde la ventana veía la sidrería a donde me llevaba, la cafetería, el parque... A la casa nunca subíamos. "¡Ahora que la veo no me extraña!", pensé. El tío abuelo siempre me invitaba a comer por ahí. ¡Era bueno y generoso! Por la ventana caía la lluvia. Me puse un poco triste.

"Bueno", pensé, "se acordó de mí" " ¡Con unos siete mil euros entre reparaciones y muebles podré hacer de este viejo piso mi primer hogar! Independizarme al fin."

Bajé a desayunar un café con churros, que me supieron a libertad recién adquirida y a nostalgia, compré en el supermercado unas bolsas de basura, unas pastillas de jabón y volví a subir.

Abrí el armario, la puerta de la lavadora y comencé a seleccionar. Esto aún vale, a la lavadora, esto no, a la basura. Iba rápido hasta que vi moverse sola un montón de ropa que se apilaba en el fondo del armario " ¡Dios mío debe ser una rata!" pensé. Me horrorizan y comencé a temblar como una hoja. Me armé de valor y agarré el palo de la escoba. No había rata.

Un trasgu azul con las orejas verdes me miraba asustado mientras temblaba más de lo que lo había hecho yo.

―¿Qué haces tú aquí?―le pregunté.

―Jip, jip__me respondió.

―¿Te parece bonito esconderte aquí en mi armario? ―le dije seria.

Siempre había oído que a los trasgus había que hablarles así, seca y a voces, para que se fuesen o nunca tendríamos paz en la casa, porque ellos no paraban de revolotear y cambiarlo todo de sitio.

Me miró con sus grandes ojos llenos de lágrimas gordas y aceitosas. En un momento formó un gran charco viscoso.

―¡Para ya!―Le dije―Vas a inundar toda la casa.

No pude soportar esa mirada:

―Está bien, si quieres puedes quedarte, pero has de ser bueno y ayudarme a colocar las cosas en su sitio. Ves, como hago yo, aún queda mucho por limpiar y arreglar―le dije.

LA CHALGUEIRA Y EL TRASGUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora