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(...)

Takemichi bajó de buen humor a la cocina de la escuela. Quería mantenerse optimista ese día, mantener los pensamientos intrusivos sobre cómo jamás iba a volver a ver a ninguno de sus seres queridos muy fuera de su mente. 

Vio a los amigos de Itadori reunidos desayunando, se unió a ellos. Y jamás se sintió más lejos de casa, estar en un ambiente tan dulce y lleno de cariño y bromas, le recordó más que nunca a los amigos que había dejado atrás. 

Como todos ellos tenían que entrenar, salieron, despidiéndose de manera amistosa con Take. Pensaba que ya les empezaba a caer bien, ya hasta entendía un poco al que solo hablaba con ingredientes. Los iba a atesorar mucho cuando volviera a su hogar. 

Se ofreció a lavar los platos de todos, ya que era el invitado y ellos iban a hacer cosas importantes. Se entretuvo en eso un buen rato, encontró un bote de caramelo y decidió robar un poquito, no lo culpen. 

 – Hola Takemicci. – lo saludó corriendo el chico de pelo rosa, envidiaba mucho la increíble energía que tenía todo el tiempo. – Solo vengo por agua. 

– Mhm. – tarareó mientras se llenaba de caramelo, se deslizó un poco por las comisuras de sus labios que apenas limpió con su pulgar. – Los vasos están por... ¿Allá? 

Y, otra vez, ya no estaba su amigo. 

Takemichi lo supo, su aura seguía siendo fuerte, tanto que sentía que se estaba ahogando. ¿Qué evitaría que lo matara esta vez? 

Solo se escuchaba la ligera respiración ocasional del más pequeño. Sukuna tenía una sonrisa fría mientras lo observaba, parecía que se divertía a su costa. 

En menos de un respiro, estaba frente a él. Se sentía pequeño y vulnerable, y por una vez en su vida, se quedó quieto de nuevo. Porque sabía que si Sukuna lo mataba, Itadori no podría con la culpa. 

El demonio sostuvo con fuerza en su cuello, ahora si estaba seguro de que le quedarían unos cuantos moretones. – Tan bello. 

¿Qué? 

La otra mano del demonio se acerco a su cara. Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza, cuando sintió algo húmedo recorriendo su mejilla y limpiando el caramelo que aún posaba allí.  

Su cabeza hizo cortocircuito. ¿Acababa de lamerlo?. ¿Con su mano?, ¿Una maldición que era un asesino super antiguo? 

– ¿Por qué esa cara corazón? – ronroneo. Takemichi estaba temblando, sí, pero también estaba girando entre nubes por el apodo. – De entre todos los humanos que he visto, creo que eres el único que me agrada. 

¿Gracias? Al menos, quizá no iba a matarlo, no iba a presionar su suerte. 

La mano en su cuello bajó hasta su cintura. No debió emocionarse como lo hizo, pero miren sus manos, ¿Cómo podría no emocionarse? Lo acercó a la maldición, tanto que podía escuchar los latidos de su corazón, y el calor de su cuerpo. 

Cálmate. 

– Me pregunto si tu sangre sabrá tan dulce como esto. 

Y ahí se rompió el hechizo. 

 Un shock recorrió su cuerpo, aprovechó que el otro no se lo esperaba y lo empujó con toda la fuerza que pudo reunir. Solo lo hizo retroceder medio paso, pero fue lo suficiente para que Itadori volviera de inmediato. 

Apareció revisando a Take, pero con las manos donde estaban no quería dar ninguna explicación. No comentó nada, parecía que no pensaba de otra manera sobre dónde estaban sus manos, solo suponiendo que le estaban haciendo daño. Takemichi con todo el dolor de su corazón, supo que lo mejor era alejarse un poco de Itadori si no quería encontrarse con el demonio a solas de nuevo. 

I want to bite you, and taste your bloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora