Capitulo 9: Cazado

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Al despertarse, la adrenalina se apoderó de sus miembros. Su pierna se sacudió contra el edredón rasposo.

Hoy era el día. El día en que el plan de Law se haría realidad. Ojalá. Puso los ojos en blanco. Law ya había dicho antes que "todo acabaría pronto", pero había resultado infructuoso. Ni siquiera podía pensar en lo que implicaría el final, totalmente distraído por el hombre al otro lado de la habitación. El hombre con el que se había acostado. Su cuerpo se retorcía, inseguro de si los nervios que le comían vivo eran por la excitación o por la ansiedad.

Como por arte de magia, un cigarrillo apareció en su mano y, sin pensarlo, lo encendió, con el mechero preparado, antes de recordar dónde estaba. Las puertas de la celda permanecían cerradas, pero se oía a los guardias comenzar el turno de mañana. Los palitos de cáncer eran contrabando aquí, algo que podía hacer que lo metieran de nuevo en aislamiento. Como un jodido osito de peluche, había dormido con ellos contra la mejilla.

Incapaz de devolver el cigarro a su caja, chupó el filtro hasta que el aire con sabor a tabaco entró en su boca y tuvo un rápido debate sobre si comerse el tabaco le daría algún tipo de recompensa de nicotina.

"Oigo el marco de la cama contra la pared". La áspera voz provenía de debajo de la almohada de Law, donde estaba metida la cabeza de Zoro. Era bueno que Sanji no hubiera dormido ahí, sin mencionar el incomodo despertar, pero la forma en que Zoro dormía habia significado que se hubiera quedado sin almohada.

"No soy yo." Sanji respondió tentativamente. Aferrándose al control de cada célula para mantenerse quieto. Su pie se movió a pesar suyo. Hablando de pies, el de Zoro sobresalía del edredón. No había sido una luz de emergencia la que había iluminado la escapada de anoche, sino una claraboya, construida a lo largo del techo del pasillo del bloque B. La brumosa luz del sol se filtraba desde arriba y proyectaba un intenso foco dorado sobre una cicatriz en forma de brazalete que rodeaba el tobillo de Zoro.

¿Cómo no se había fijado antes en las ventanas?

"No es asunto tuyo". murmuró Zoro cuando le preguntó por su cicatriz.

Con un rápido chasquido del cuello, Sanji miró hacia afuera de la celda. Todo bien. Se dijo a si mismo.

Lucho contra sus sentimientos heridos. Forzándose a enterrarlos. Lo de anoche no fue romántico. Y él no sería el primero de los dos en hacer de esto algo que no era. "¿Qué somos?" Se imaginó diciendo, encogiéndose en su cuerpo como una tortuga. Uf. Ya podía ver la colección de expresiones de enfado de Zoro junto a las suyas de rojo brillante si se atrevía a sacar el tema...

El sexo siempre le hacía vulnerable. Probablemente por eso sus compañeras de cama habituales eran mujeres igual de sensibles.

Recuperando su camiseta del piso, tras haber sido arrojada cuando se sentó encima de la de Zoro-. Sacudió violentamente el polvo acumulado. De mala gana se la puso para cubrir su carne fría.

Sin nada mejor que hacer, se dejó caer hasta tocarse los dedos de los pies, disfrutando del profundo tirón en los isquiotibiales.

Zoro estaba sentado contra la pared de ladrillo, con el edredón en su regazo mientras observaba. El hombre sacó la lengua, dejando un brillo en su labio inferior. Al notar que Sanji le devolvía la mirada, cerró los ojos para rascarse la cicatriz del pecho.

La mano de Zoro era apenas más grande que sus enormes pectorales, con un pezón en el centro. Cuando Sanji se puso de pie, sus dedos volvieron una vez más a su bolsillo para jugar con su encendedor. Mirando a hurtadillas, al principio Sanji pensó que a Zoro le habria dado un repentino caso de acné, pero se dio cuenta de que habia sido su boca la que habia causado las manchas rojas impresas en su cuello.

Atrapado - ZosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora