Especial: Cuenta Cuentos

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Volví, mi amor, no sabes cuánto te extrañé, mi corazón anhelaba encontrarse de nuevo contigo, ver tus ojitos brillantes y sonreír ante tu voz.

Los días se van rápido cuando uno disfruta de su tiempo, deseo estar recostado sobre su suave pecho mientras acaricias mis cabellos...

—¿Chris...? —se escucho una voz a sus espaldas.

—Oh, su majestad... —responde al girarse y ver quién lo llamaba.

—Ya te dije que no me llames así cuando estemos solos, no me gusta que mi pareja me llame así, para ti soy solo Changbin. —menciono el soberano de tan vasto imperio.

Chris solo sonrió ante las palabras de su emperador y amante, tenía razón, el más bajo odiaba que se dirigiera a él de esa forma, amaba cuando lo llamaba por su nombre y viceversa. Sus nombres son preciosos e importantes.

—Levántate, ¿Estás escribiendo otra carta? Sabes que puedes decirme las cosas, no necesitas enviarme una carta cuando estoy justo a tu lado, lo sabes... —susurro cuando pudo ver lo que hacía su pareja en aquel escritorio, tomando su hombro con una de sus manos, inclinándose para besar su cabeza y sonreír y de la forma más dulce.

—Quiero que mis sentimientos queden plasmados en papel para cuando no esté, mi emperador lea estás cartas que están cargadas de sentimientos... —miro sus ojos, su sonrisa radiante cambio por una tierna con una pizca de tristeza.

Se levantó de su silla y tomo a Changbin en sus brazos, tarareo una canción y comenzó a moverse, Bin recargando su cabeza en el hombro de su pareja, aspirando su aroma y dejándose llevar por los suaves movimientos de Christopher. Recordó que justo fue a buscarlo, ya que tenían que salir.

—Channie, espera, tenemos que irnos... —dijo despegando su cuerpo del contrario. —Hoy iremos al orfanato, tengo cuentos que quiero leerle a los niños. —Sonrió mientras tomaba la mano de Bahng.

—Ya deseo escucharlos, cariño. —susurro para el más bajito.

Comenzaron su camino como amantes dentro de las paredes de aquel gran castillo, saliendo de él, eran caballero y emperador, amo y guerrero, ya no eran Channie y Bini, eran Sir. Bahng y El emperador Seolar.

Changbin se encontraba en su carruaje, Christopher afuera, escoltando junto a otros caballeros, todos montados en sus caballos.

Llegando al orfanato, los niños recibieron al emperador de una forma tan animada y calurosa, abrazos y risas, Changbin tenía en sus brazos a los niños más pequeños, todos querían comer y jugar con él y así fue, llegada la tarde, era hora del cuento.

—Muy bien niños, quiero leerles un cuento que yo mismo hice para ustedes, no será el más bonito ni el más elaborado, pero quiero que sepan que lo hice pensando en ustedes, mis niños... —sonrió apenado el de ropas finas.

Los niños emocionados por lo dicho tomaron peluches, mantas y almohadas para una mejor comodidad, al momento de estar escuchando la historia que su emperador preparo para ellos, Christopher sonreía enternecido, olvidando que tenía que mantener un rostro serio.

Ya cuando por fin todos estaban acomodados, Bin tomo asiento en el suelo, junto a los niños, los adultos en la sala se alteraron, ya que el emperador no podía sentarse ahí, los niños no entendían, Chan solo hizo un ademán de que lo dejarán, su sol sabía lo que hacía y lo que quería.

—Bueno, niños... ¿Empezamos? —preguntó el soberano.

Todos los niños gritaron una afirmación, emocionados se acercaron para escuchar mejor y poder apreciar las expresiones de su cuentacuentos.

Cuando nadie nos ve [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora