Prólogo

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Acostado en el suelo frío, la lluvia cayendo sobre mí, la temperatura de mi cuerpo disminuyendo por lo frío de las gotas que caían del cielo a cada segundo, mi respiración volviéndose lenta y pesada, mis ojos amenazando con cerrarse.
Las gotas que caían sobre mi piel se volvían carmín al contacto, disolviendo mi sangre que brotaba de las heridas.

De nuevo había sido golpeado por mi padre, ha sido así desde que tengo uso de razón, me lastimaba cada día de mi misera existencia, él me causaba mucho dolor, se molestaba por cualquier cosa, muchas veces él vendió mi cuerpo para así poder conseguir algo de dinero para alcohol y drogas.

Estaba cansado, derrotado, roto... Mamá murió, papá la golpeó tan fuerte que ella simplemente dejo de resistirse y llorar. La mato a golpes frente a mis ojos, en su rostro nunca vi una gota de dolor y arrepentimiento, los ojos de mamá me miraban cuando murió. Violaba su cuerpo exánime repetidas veces, cuando se canso de eso, vendió los órganos sanos, aquellos que aún no se podrían, en el mercado negro, ganando dinero de ellos; cuando ese dinero se acabó, me uso como fuente de ingresos.

Y ahí estaba, después de tan dura paliza de su parte. Jamás me abrazo, jamás me sonrió, jamás me llamo con cariño y orgullo, jamás me llamo SU hijo, para él solo era "el hijo de esa perra" o "maldito" Jamás me llamo por mi nombre, por un tiempo olvidé por completo el cómo me llamaba, hasta que recordé a mamá, ese día ella me llamaba, de sus hermosos labios lastimados salía mi nombre, ese nombre que por un tiempo olvide "Christopher". Lo escribí una vez, dos veces, tres, lo puse por todas partes, lo grabé en mi cuerpo, tallado en mi piel, hacían aquellas letras que mamá dejo, sonriendo ante el dolor, lo último y lo único que ella me dejó. Mi nombre.

Escuchar tu hermosa voz, llamándome, desde la lejanía, sonriendo, mostrando aquella bella media luna que siempre ame, justo como el día en el que te jure lealtad eterna.

—... Te nombro escudo del imperio, lanza del sol, Sir. Bahng. —

Convirtiéndome así en tu protector, en tu fiel sirviente, en tu esclavo de por vida.

Cuando nadie nos ve [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora