7 - Clímax

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Como se que hacia tiempo que no subía capítulo, subo otro el mismo día;) 

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Me quede de pie, inmóvil y silenciosa, mientras permanecía frente a él al otro lado de la habitación. Los ojos de él, de un brillante color verde y llenos de picardía, me observaron atentamente. Finas y negras pestañas enmarcaban las brillantes esferas, tal como sus alborotados rulos castaños enmarcaba los salvajes rasgos de su rostro. Sus pómulos eran altos y afilados, su nariz un arrogante tajo descendente en su cara. Sus labios eran algo finos, y podían estar llenos y sensuales o finos por la cólera. Ahora, él parecía simplemente curioso.
Sus brazos estaban cruzados sobre el pecho ancho y musculoso, sus tobillos cruzados mientras se apoyaba en el respaldo de un sofá a cuadros, de tal manera que estaba enfrentado pero lejos de mi.

— ¿Dónde está mi padre? —pregunte, luchando contra mi excitación y mis propios deseos irrefrenables.

—Tuvo una demora. Espera, quizás, estara en casa mañana —dijo él quedamente.

— ¿Quizás? — acalle apenas el temblor en su voz.

—Quizás —él se irguió de su postura perezosa, observándome con una intensidad que le estrechaba los ojos, que me hacía tener los pechos y mi feminidad latiendo. Maldito fuera él por el efecto que tenía en mi.

— ¿Y no me lo podría haber dicho él mismo? —cuestione nerviosamente, mirándolo avanzar hacia mi, decidida a mantener mi posición.

—Estoy seguro que él llamará, eventualmente —la voz de Matthew era lenta, se arrastraba perezosamente, espesa por la tensión y la excitación.

Hice todo lo que pude por mantener mis ojos en la cara de él, en lugar de permitirles descender para ver cuán grueso se había puesto el bulto en sus pantalones.

— ¿Entonces te alistaste como voluntario para el comité de bienvenida? —yo estaba jadeante, y supe que él lo podía oír en mi voz. Los ojos de Matt se oscurecieron con el conocimiento, haciendo que mi latido se intensificara aún más.

Matthew se acercó sin detenerse, hasta que sólo estuvo a unos centímetros de mí, podía hasta sentir el calor de su cuerpo, haciéndome sentir un hormigueo en mis terminaciones nerviosas. Era alto, mucho más ancho que yo y me provocaba una sensación a la vez amenazada y segura. La sangre corría por sus venas mientras yo trataba de darle sentido a los poderosos sentimientos que estaban atravesando mi cuerpo y su mente. Dos años había pensado en él, había luchado con la tentación que él representaba y el ardor que inspiraba.

—Siempre estoy aquí para darte la bienvenida, ______ —él sonrió, esa lenta rareza de sus labios que hacía que los músculos de mi estómago se tensaran—. Pero tengo que admitir, estaba más que ansioso después de hablar contigo ayer.

Mi cara llameó, haciéndose eco de mis gemidos y mi lucha por respirar a través del clímax susurrado directamente a mi mente. La voz de Matthew, ronca y profunda, áspera por su propia excitación y luego por su propio clímax, me incitaba. Trague saliva mientras me mordía el labio en nerviosa indecisión. ¿Le extendería la mano? ¿O debería escaparme de él?

—Perro acosador —masculle, más enojada consigo misma que con él.
Él se rió ahogadamente, alargando su mano para tocar mi carne desnuda de mi cuello.

—Veo que sigues tan tu como siempre —dijo él con una vena de diversión en sus ojos que se iban oscureciendo—. ¿Serás tan ardiente en la cama, ______?

— ¡Cómo si te lo fuera a decir! —escupí.

—Hmm, tal vez podrías mostrármelo —sugirió él, su voz sedosa mente suave y caliente.

Solo temblé ante la cualidad baja y seductora de su voz. Ésta viajó a través de mi cuerpo, tensándose el sexo, haciendo que mis pechos se hincharan y mis pezones se endurecieran en anticipación. Todo mi cuerpo se ruborizó, caliente. Entonces el aliento quedó atrapado en mi garganta. Las manos de Matthew se movieron, el dorso de sus dedos la acariciaron, dejando un rastro de fuego en la parte superior de mis pechos que subían y bajaban.

—Mía —susurró.

Mis ojos se ensancharon ante la nota posesiva en la voz de él—Creo que no. No le pertenezco a nadie, Matt. Mucho menos a ti.

¿Entonces por qué estaba mi cuerpo gritando en negación? Podía sentir los desnudos labios de mi vulva mojándose a medida que mi cuerpo se preparaba para ser poseída por él. Mi piel hormigueaba, mi boca se hacía agua al pensar en su beso.

—Toda mía —gruñó él mientras un botón se deslizaba, libre del frágil amarre sobre mis pechos palpitantes—. Sabías que no habría manera de que me mantuviera alejado después de oírte llegar al clímax al son de mi voz, _______. Sabías que no te dejaría ir.

—No tienes otra opción que dejarme ir —le informe, sintiendo la trepidación de los dardos que la atravesaban desde la intensidad repentina de los ojos de Matthew.
Los dedos de él acariciaron mi redondeada curva de mi pecho, su expresión pensativa mientras bajaba los ojos hacia mi.

— ¿Por qué peleas conmigo, ________? —preguntó repentinamente en un tono suave. —Por dos años he hecho todo menos atarte y hacerte admitir que me deseas. Y sé que lo haces. Entonces, ¿por qué luchas contra ello?

—Tal vez quiero ser atada y forzada a admitirlo —dije impertinentemente, ignorando la llamarada de excitación ante el pensamiento. Había oído los rumores, conocía las acusaciones que mi propia madre me había acopiado durante años. —Sí, Matt. Yo atada, nada más esperando por ti y uno de tus mejores amigos. Oye cariño, las posibilidades de eso son ilimitadas

— ¿Mi mejor amigo, eh? —él inclinó la cabeza, mirándome con una leve sonrisa.

—Cuantos más, mejor —me aleje de él, negándome el contacto que deseaba por encima de cualquier otro. —Tú sabes cómo es. Una chica tiene que tener alguna clase de excitación en su vida. Puede ser bueno llegar al extremo.

Yo solita iba a cortarme la lengua, me sentía más poseída que en posesión de algo de sentido común por el momento. Tentar a Matthew, empujarlo, nunca había sido una buena idea. Lo sabía por experiencia. Pero aparentemente no sabía cómo hacer algo distinto.

—_______, ten cuidado con lo que deseas —se estaba riendo abiertamente de mi — ¿Has tenido alguna vez en la vida dos hombres a la vez, nena?

— ¿Tiene importancia? —le respondí, algún duendecillo diabólico instándome a bromear, a seducir a modo de devolución presionando el de ella, no obligándola, sino conteniéndola, calentándola.

—No, no importa —él cruzó los brazos sobre su pecho—. Te puedo dar lo que fuera que desees, preciosidad. Si realmente lo deseas. Soy flexible. 

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⏰ Última actualización: Jun 26, 2015 ⏰

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