Capítulo VI: UN MAESTRO FUEGO

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Llegaron a una extraña habitación, esta tenía un horno que aunque apagado se podía apreciar que estaba en completo funcionamiento. Glen no tenía muy en claro qué tipo de personas Owen consideraba dignos de prisión, pero podía imaginarse algunos de los requisitos. Los traidores a su causa de seguro les mandaba a prisión, luego estaban los que nunca le habían apoyado pero que le eran de alguna utilidad: como Kaya u Osmed. Suponía que a los que no les encontraba ningún tipo de utilidad era a los que terminaba ejecutando. Había escuchado decir algo de eso a los prisioneros que contaban ahora con su libertad. Algo no se le podía negar a Owen: Logró conseguir poder por cuenta propia y logró mantener a La Hermandad alejada de ese planeta. Lástima que fuera un loco extremista, que creía que el asesinato era justificable y que de paso se creía con el poder de hacer lo mismo que La Hermandad pero a la inversa.

Ni Malenna ni ella tuvieron mucha suerte encontrando sus pertenencias, por desgracia justo cuando estaban por abandonar la busqueda, Malenna consiguió la mochila del señor Víctor. Y aquello debió ser demasiado, pues la mujer la aferró contra el pecho y comenzó a sollozar. Glen le pasó el brazo por los hombros, intentando tranquilizarla.

—Quizás logró escapar —aventuró la muchacha en un pobre intento de consolación.

Malenna trató de tranquilizarse, se acercó al horno y a pesar de que este estaba apagado, arrojó la mochila en el interior.

—No, querida —dijo—. No vale la pena permanecer en negación. No es justo para su memoria. —Malenna se secó las lágrimas y se acercó a Glen. Entones la miró con dureza y agregó—. Lo que me recuerda, ¿cómo es qué Osmed y tú no están poniendose al día? —Glen no supo qué decir. Se acomodó el cabello tras las orejas y trató de mirar a cualquier lado que no fuera hacia el rostro de Malenna.

—Él... —titubeó algo insegura, acto seguido su voz adquirió un tono de molestia—. Él dijo cosas horribles sobre mi tía.

—Oh —exclamó Malenna, como si comprendiera. Empezó a caminar hacia la salida de aquella habitación a la par que explicaba—. Sarah y Osmed no se llevaban muy bien. Sarah creía que Osmed era una mala influencia paga Vivían; y Osmed pensaba que Sarah era una amargada. —Hizo una pausa a la par que el frío viento de afuera las golpeaba al salir al patio. Mientras caminaban a la sombra del edificio y observaban el movimiento en el mismo, de la gente de Mellian y ahora al parecer de Melvin y de Artús—. Y bueno... Sarah no estaba pasando por su mejor época en ese entonces.

—Eso no le da derecho a hablar mal de ella.

—Por supuesto que no —estuvo de acuerdo Malenna. Se detuvo, colocando una mano sobre el hombro de Glen—. Pero no me apresuraría a juzgar a Osmed por un solo comentario. Él no conoció a Sarah como tú y yo la conocimos. Quizas lo que Osmed necesita es escuchar la historia de Sarah Stevarius de la voz de la persona que conoció su lado más adorable.

—Me sigue molestando la forma en que se expresó de ella. Y la verdad me molesta mucho su forma de expresarse en general. Como si estuviera por encima de todos. Como si solo él tuviera razon, como si nada le afectara, como si... como si...

—Es muy parecido a ti, ¿no es así? —Sentenció Malenna muy seria, Glen no pudo más que observarla: sorprendida y horrorizada a partes iguales.

—Por supuesto que no. —Se defendió—. yo... —pero Malenna la interrumpió.

—Recuerdo a una chiquilla en Talamh vociferando ante todo el que estuviera dispuesto a escucharla, como odiaba a La Hermadad. ¿O ya lo olvidaste? ¿La forma en que siempre te expresabas como si estvieras por encima de todos? ¿Como si solo tú tuvieras razon? ¿Como si a diferencia del resto eras la única que no tenía miedo? Pero tu tía sabía la verdad.

Sueños de Agua [Razas #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora