molestia.

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Bajo la luz dorada del amanecer que bañaba la calle, la pareja caminaba juntos en un silencio cómodo, sintiendo la fresca brisa jugar con sus cabellos. El murmullo de la ciudad los envolvía, pero ellos estaban en su propio mundo, disfrutando de la quietud del momento. Sin embargo, esa calma se rompió abruptamente cuando una joven, con una sonrisa insinuante, se acercó a Geto. Con un aire despreocupado, ella comenzó a coquetear abiertamente. Aunque él respondió con la cortesía que lo caracterizaba, se mantuvo distante, consciente de la presencia de Gojo a su lado.

Gojo, por su parte, trató de mantener una expresión neutral, pero la ligera tensión en su mandíbula y el brillo en sus ojos lo traicionaban. El rubio albino, siempre tan seguro de sí mismo, sintió cómo una pequeña llama de celos se encendía en su pecho. No era que dudara de Suguru, pero la simple idea de que otra persona lo mirara con tanto descaro lo incomodaba profundamente.

Al llegar la tarde, en la serenidad de su hogar, el silencio se hizo más palpable. Suguru, siempre perceptivo, decidió romperlo. "¿Todavía sigues pensando en lo de esta mañana?"

Gojo, con un largo suspiro, dejó caer sus hombros. "No es que esté enojado," comenzó, intentando poner sus pensamientos en palabras. "Pero no me hizo ninguna gracia que alguien más te estuviera coqueteando así. Fue… incómodo."

Suguru, con su habitual calma, alzó una ceja mientras una sonrisa suave se dibujaba en su rostro. "Amor, sabes que para mí solo existes tú. No tienes por qué sentirte así, no soy el tipo de persona que se deja llevar por esas cosas."

"Lo sé," replicó Gojo, su voz teñida de un toque de frustración. "Pero eso no cambia lo que siento. Deberías hacer algo para que no se te acerquen de esa manera. No puedo estar lidiando con esto cada vez."

Suguru no pudo evitar reír suavemente, encontrando un poco de diversión en la exagerada seriedad de su pareja. "¿Y qué se supone que debo hacer? ¿Ponerme un cartel que diga 'propiedad de Gojo Satoru'?"

"Quizá no estaría mal," murmuró Gojo, desviando la mirada con el ceño aún fruncido.

Suguru entendió que no bastaba con bromas para calmar la inquietud de su pareja. Se acercó lentamente, su voz bajando a un tono suave y envolvente. "Cariño, tú eres lo único que necesito. Eres mi todo, el dueño de cada pensamiento, de cada latido de mi corazón. No hay nadie más, ni habrá."

Pero Gojo seguía dándole la espalda, con los brazos cruzados, como si aún estuviera molesto. Suguru, decidido a disipar cualquier rastro de incomodidad, se deslizó detrás de él, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura, y apoyó suavemente la barbilla en su hombro. Su aliento cálido rozó la piel de Gojo mientras le susurraba con una mezcla de ternura y picardía.

"Amor, eres mi príncipe encantador, mi único. ¿De verdad vas a seguir evitándome por algo tan insignificante?"

Gojo trató de mantener su compostura, pero las suaves palabras de Suguru lo desarmaban lentamente. No pudo resistir más. Sin dar respuesta, se giró bruscamente, rodeando a Suguru con sus brazos, y lo atrajo hacia sí, sellando sus labios en un beso suave pero intenso, como una respuesta silenciosa a todas las inseguridades que había sentido ese día.

Aquel beso no fue el único; fue seguido por varios más, pequeños gestos de cariño que fluían entre ellos como si quisieran borrar cualquier vestigio de incomodidad. Suguru correspondió con la misma pasión, sonriendo contra los labios de Gojo mientras el malestar se evaporaba entre sus brazos. La tensión que había marcado la mañana desapareció por completo, dejando solo la cálida certeza de que, pase lo que pase, ellos dos siempre encontrarían la forma de volver a estar en paz.

ꭑⱺꭑ𝖾𐓣𝗍𝗌. 𝗌υ𝗀υ𝗌α𝗍ⱺDonde viven las historias. Descúbrelo ahora