novio.

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Ser el capitán del equipo de baloncesto no es una tarea sencilla para Satoru. Con su increíble talento, es inevitable que todos los ojos se posen sobre él, convirtiéndose en el centro de atención en cada partido y evento escolar. Los halagos y admiraciones lo siguen como sombras, y no hay día que pase sin que alguien le lance una mirada de admiración o un cumplido efusivo. Satoru disfruta de este estatus, alardeando de la multitud de admiradores que lo rodean, tanto chicas como chicos, que ansían su atención, incluso si solo es por un segundo. Su presencia deslumbrante y su habilidad innata para coquetear con quienes tienen la suerte de cruzarse en su camino no hacen más que aumentar su atractivo.

Sin embargo, ser el objeto de tantos deseos conlleva su propia carga. Si alguna vez estabas enamorado de una chica en su círculo, lo más probable es que tus posibilidades se desmoronaran instantáneamente al enterarte de que había tenido un breve intercambio con Satoru. Con una sola mirada de sus ojos profundos y cautivadores, podías caer rendido, pero él, con su altanería y carisma, siempre estaba un paso adelante. Su aura dominante y la confianza que proyecta solo refuerzan la idea de que es el tipo de persona que todos desean conocer y a la que todos aspiran acercarse.

A pesar de la atención constante, el círculo social de Satoru es sorprendentemente pequeño. Poco se sabe sobre sus amigos más cercanos; algunos podrían mencionar a sus compañeros de equipo, pero la mayoría ignora si tiene algún interés romántico genuino. Por lo tanto, es común verlo rodeado de admiradoras que intentan captar su atención, como en ese momento en particular.

El sonido de la campana al final de las clases trajo consigo una multitud de estudiantes ansiosos por salir al aire fresco. En una esquina del patio, Satoru esperaba a alguien mientras disfrutaba de una bolsa de dulces, completamente ajeno al revuelo que causaba a su alrededor. Todo parecía tranquilo hasta que, a lo lejos, se escuchó el grito emocionado de una estudiante de primer año: "¡Es Satoru-san, vamos!"

El ambiente se electrizó de inmediato. Un grupo de chicas se aglomeró a su alrededor, ansiosas por ver al chico que había conquistado los corazones de tantos. Una de las chicas se adelantó, con una sonrisa de oreja a oreja. "Satoru-san, ¿cómo estás? Hoy te ves increíble," le dijo, admirando su cabello blanco que brillaba con la luz del sol.

Otra chica, más atrevida, se unió al coro de elogios: "¿Qué dices? Siempre luces genial, tan radiante." Las risitas y murmullos de sus amigas llenaban el aire, y Satoru, acostumbrado a este tipo de atención, respondía con una sonrisa encantadora, disfrutando del momento mientras los dulces se derretían en su boca.

Pero antes de que pudiera contestar, el rugido de una motocicleta resonó por el patio, interrumpiendo la escena. Las chicas se quedaron en silencio, sus miradas se desvían hacia la entrada. De la moto descendió un chico alto, de cabello negro como el ébano, que llevaba un atuendo completamente negro: una chaqueta de cuero ajustada que acentuaba su figura atlética y botas robustas que resonaban en el pavimento. Se acercó a Satoru con una confianza inquebrantable, y las chicas quedaron boquiabiertas al presenciar el encuentro entre dos bellezas frente a ellas.

"Lo siento, señoritas," comenzó el chico con una voz serena y un aire de despreocupación, "pero su caballero ya tiene novio, y no estoy dispuesto a compartirlo." Con un gesto casual, rodeó la cintura de Satoru con su brazo, quien respondió con una sonrisa leve y un brillo especial en su mirada. Era un gesto que hablaba de intimidad y complicidad, y las chicas, atónitas, se sintieron desairadas al darse cuenta de que sus sueños de conquistar a Satoru se desvanecían.

"¿Nos vamos?" preguntó el chico, su tono suave pero firme mientras se giraba hacia Satoru, quien asintió, sintiéndose igualmente aliviado y emocionado. Juntos, comenzaron a caminar hacia la motocicleta, con la mano del chico aún en la cintura del albino, creando un espectáculo que dejaba a las chicas aún más confundidas.

Cuando se subieron a la moto, el chico miró por encima del hombro, y Satoru, sosteniéndose con fuerza, sonrió ampliamente. "¿Crees que estuve bien?" preguntó, su voz mezclada con la adrenalina del momento y la emoción palpable que sentía en el aire.

Satoru, aún en el fondo del asombro, le devolvió la sonrisa, y, en un instante, todas las miradas que alguna vez habían estado sobre él se desvanecieron, dejando solo a los dos. La imagen de un chico como Satoru, tan famoso y deseado, saliendo con un metalero fornido desafiaba las expectativas. Era un mundo donde la popularidad y el deseo se encontraban con la autenticidad de un amor verdadero, una conexión ardiente que nadie podría romper. Y así, se alejaron juntos, dejando atrás un grupo de admiradoras que solo podían mirar con envidia.

ꭑⱺꭑ𝖾𐓣𝗍𝗌. 𝗌υ𝗀υ𝗌α𝗍ⱺDonde viven las historias. Descúbrelo ahora