Capítulo 8

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Hicieron el picnic en Sheep Meadow, queso y pan crujiente de Bouchon Bakery, y una copa para Jimin de vino blanco bien frío comprado en una tienda cercana, y hablaron.

De todo y de nada, Jungkook no recordaba alguna otra vez que se sintiera tan a gusto con un doncel, pero Jimin no era un doncel cualquiera.

Le estaba contando una historia sobre un gato que había tenido cuando era un niño, su hermoso rostro, sin maquillaje, se veía ruborizado y animado, su pelo era glorioso, caía sobre su frente en una profusión de rizos indomables, enmarcados por el sol. vestía pantalones vaqueros, zapatos y una camiseta de color rosa pálido, nada que ver con el sexy atavío de la noche anterior.

Y así, todo lo envolvió de una forma tan completa que bien podría haber sido un muchacho patoso de dieciséis años, en vez de un hombre de treinta.

Habían llevado su coche hasta el departamento de Jimin, un piso sin ascensor en la Tercera Avenida que compartía con otras dos chicas que estaban fuera de la ciudad. Una buena cosa, porque él lo había seguido hasta su dormitorio del tamaño de un sello postal, no lo vio hacer nada más provocativo que simplemente estirarse para alcanzar la cremallera en la espalda de su camisa, y la necesidad de tenerla otra vez había estado condenadamente cerca de abrumarlo.

- Jimin – había dicho él con voz áspera, y Jimin había ido directamente a sus brazos, habían hecho el amor de pie, rápido y duro y de forma tan ardiente que habían sentido como si fueran a estallar en llamas...

Era sexo, se dijo él después, eso era todo lo que había entre ellos, pero no era así.

Verlo ahora, escuchando su risa mientras describía lo que había ocurrido cuando su tía, que era alérgica a los gatos, y el dichoso gato se encontraron, hizo que Jungkook reconociera que el sexo era sólo una parte de esto.

Jimin era..., Jimin era especial.

No había ninguna pretensión en Jimin. Nada de B.S. No trataba de impresionarlo de la misma forma en que lo hacían siempre otras mujeres, su aspecto, su conversación, todo en Jimin era honesto, era un bien escaso en su mundo, y lo mataba no estar siendo honesto con Jimin, pero ¿cómo podría serlo? ¿Qué podría decir que no destruyera la alegría conseguida en el poco tiempo que llevaban juntos? Porque tendría que decirle eso, también, que no volverían a verse después de esto, que él debía volver a Corea para aceptar sus responsabilidades para con su padre, su nación, su pueblo.

Que debía tomar una esposa o esposo que contara con la aprobación de todo el mundo menos la suya, una mujer o un doncel que a lo mejor sería exactamente lo contrario a Jimin, dócil y obediente y criada en el mundo en el que viviría.

- Jimin – dijo, tan brusca y repentinamente que la sobresaltó.

- ¿Sí? Oh, lo siento, he estado parloteando y...

- Vayámonos lejos – Jimin lo miró fijamente.

- ¿Cómo?

- Lejos – le dijo con impaciencia - De la ciudad - Lo tomó las manos atrayéndola hacia sí – Di que sí, cariño, por favor.

Jimin parpadeó, la gente iba hasta Connecticut, saliendo de Long Island, todo el tiempo, era sólo un par de horas en coche...

- ¿Qué te parece?

Campanas de alarma sonaban en su cabeza, pero ¿qué era un paseo en coche por el país después de pasar la noche en su cama?

- Eso suena muy bien - dijo Jimin, y él sonrió, se inclinó y la besó, luego sacó su celular e hizo una llamada, Jimin sólo pudo oír las últimas palabras, que parecieron ser – Sí, exactamente, vamos a estar en el aeropuerto en una hora.

Él cerró el teléfono, la tomó de la mano y tiró de Jimin para ponerla de pie.

- Vamos a tener que darnos prisa - dijo con energía – si queremos despegar antes de media tarde.

- ¿Volaremos a Connecticut?

Jungkook estaba ocupado recogiendo los restos del picnic, metiéndolo en la bolsa de compra que había contenido la comida.

- No a Connecticut, Volaremos a... - Sus ojos brillaban intensamente y le brindó esa sonrisa increíblemente sexy – Pensándolo bien, es un secreto.

- ¿Se supone que debo subir a un avión cuyo destino es un secreto? – lo envolvió en sus brazos y lo besó.

- Exactamente.

Jimin se contoneó para liberarse, ¡Típico comportamiento masculino! Jimin había crecido con eso, con el "yo estoy a cargo" de hombres necios que creían que les pertenecía por derecho de género, los hombres estadounidenses no eran tan alevosos como los hombres de su parte del mundo, pero, ahora que lo pensaba, Jimin no sabía si Jungkook era estadounidense, él había dicho que hablaba coreano, y de vez en cuando detectaba algo en su acento.

¿Y eso qué importaba?

Habían dormido juntos y eso no le daba derecho a tomar decisiones por Jimin, un hombre lo estaría haciendo, muy pronto, y la comprensión de eso dolía y transformó el dolor en rabia, pues era más fácil de manejar.

- ¿Esperas que haga un click con mis talones y te hago un saludo?, porque si piensas que eso es lo que haré...

Para su asombro, Jungkook lo miró compungido.

- Tienes razón, debí pedírtelo correctamente, cariño, ¿quieres venir conmigo?

- Lo hice anoche – dijo, la ira estaba dando paso a una desesperación repentina y desgarradora – No puedo seguir diciéndote que sí, Jungkook, no puedo, porque...

- Porque esto es una locura, lo sé – Dio un largo suspiro – Hazlo de todos modos, mi amor, ven conmigo, estemos juntos, sin preguntas, sin explicaciones, nada más que tú y yo, en un lugar donde el cielo es de un azul brillante, el sol es caliente y donde podamos estar solos.

Los ojos de Jimin se llenaron de lágrimas, Jungkook maldijo en voz baja y lo abrazó.

- Maldita sea – dijo bruscamente – lo último que quiero es hacerte llorar.

- No eres tú – dijo Jimin – es... es que sé que todo esto es un sueño.

Él quería decirle que estaba equivocado, pero no pudo, este era un sueño, pero hasta que terminara lo aprovecharían al máximo.

Así que lo abrazó y le apretó sus labios en el cabello, y después de un momento muy, muy largo, Jimin lo miró y le sonrió a pesar de la humedad en sus pestañas, puso una mano en la suya y se fue con él, tal como lo había hecho la última la noche.

El amante del príncipe - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora