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Las siguientes semanas transcurrieron de forma tranquila y para Haerin, todo había resultado cuanto menos divertido. En silencio había aprendido de su entorno con rapidez, sobre quienes serían amables si ella se acercase y sobre quienes seguramente la apartarían a un lado. Había descubierto también cosas sobre su compañera de banco, como su nombre, por ejemplo, y que a pesar de ser novia de alguien en una de esas mesas privilegiadas ella no era bienvenida.

Le causó gracia saber que Hyejoo era más diligente y amable de lo que esperaba, más aún cuando los primeros días con suerte y le dirigía una mirada. Haerin quiso poder nombrarla su amiga pronto, pero estaba segura de que eso seguramente sería dentro de mucho. Ella no era alguien interesante.

Hoy tendría clase de gimnasia, la primera luego de que, por ausencia del docente, se hubiera suspendido durante semanas.

Si debía decirlo, Haerin estaba algo nerviosa. Nunca fue buena para los deportes, tampoco fue mala, solo era alguien que, a veces, carecía de resistencia. Kang esperaba que esta clase no acabara con ella cuando tuvo que seguir a sus compañeras hacia el vestidor de chicas.

Cuando entró escuchó un montón de voces juntas, algunas risas y conversaciones de chicas cambiándose a su uniforme deportivo. Haerin bajó la mirada, sin querer mirar a nadie aunque nadie la estaba mirando a ella mientras caminaba hacia el locker que había visto vacío. Lo abrió, dejando su uniforme deportivo en tanto desabotonaba los botones de su blazer y lo deslizaba por sus hombros.

—No puedo esperar para ver a Minji en su uniforme deportivo— escuchó el susurro de una de las chicas a su lado.

Haerin aflojó el nudo de su corbata y desabotonó los primeros botones de su camisa.

—¡Lo sé! estoy ansiosa por verla correr ¡es tan atractiva!— susurró la otra chica casi derritiéndose.

Haerin bajó el cierre de su falda, pensando en si esa tal Minji sería así de atractiva. Buscó a tientas su buzo deportivo y se lo puso antes de retirar su blusa y colocarse la camiseta.

Antes de salir de los vestidores tomó su cabello en una coleta alta y salió, de nuevo, sin nadie viéndola.

Cuando ya todos estuvieron frente a la profesora, la señorita Kang los dividió por género e hizo a los chicos comenzar a trotar primero al rededor de la cancha. Haerin escuchó el lamento colectivo por parte de los chicos.

Las estudiantes restantes, incluyéndola, tomaron asiento en las gradas mientras los demás corrían con uno que otro dándoselas de atleta profesional para impresionar y hacer reír a los demás. Haerin vio todo con rostro impasible hasta que fue su turno de comenzar a trotar.

—Minji, ¿puedes dirigir? debo ir al departamento de profesores a buscar las llaves de la bodega— pidió la profesora cuando todas estuvieron formadas.

—Claro, señorita Kang. Son diez minutos, ¿no?— respondió la chica.

Y Haerin pensó que, en realidad, esa chica sí era atractiva, por lo menos antes de que las hiciera trotar sin descanso alguno durante diez minutos completos (en los que esa chica Minji quedó sin cansancio alguno) hasta que la señorita Kang regresó y propuso que, por esta vez, solo jugaran quemadas.

Cuando todos estuvieron formados con sus respectivos equipos y los líderes de cada lado fueron escogidos, el juego comenzó de forma más despiadada de la que hubiera imaginado.

Primero, eliminaron a los más lentos, luego, a los más despistados. Fue un juego rápido de pelotas que iban y venían a gran velocidad, que rebotaban en el suelo poco resbaloso o en alguna parte del cuerpo del objetivo sin piedad alguna. Haerin creyó que pronto sería su fin, y de hecho, cuando ese chico lanzó la pelota directo a su rostro, estuvo cerca de serlo.

Unnoticed | mindaerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora