¡Qué agonía!

Desiderata

Casi sin aliento llegó a su departamento después del reencuentro. Sentía como si hubiese estado corriendo un maratón, pues había salido huyendo de esa casa que antes había sido un refugio para ella. Volver a ver a César había sido el detonante de muchas emociones, pero volver a sentir sus labios era como despertar de nuevo a la Victoria que no era desde hace mucho, y eso le hacía temblar.

Temblando se sentó en el sofá, sin poder moverse durante mucho tiempo, tan solo pensando en todo lo que había sucedido. Necesitaba un cigarrillo, pero no quería recaer en el vicio, pues había logrado muchísimo en su deshabituación. Se levantó para servirse algo del minibar, y se bebió un caballito de tequila de un trago, pero arrugó la frente porque llevaba mucho tiempo sin beber. Ya ni siquiera beber se le hacía agradable, por culpa de él. Sí, era su culpa, y no pensaba discutirlo con nadie.

Él era el culpable de toda esa rara sensación de éxtasis y vacío que sentía en ese instante. Le temblaban las manos y ella sabía que era porque no lo estaba tocando como deseaba, sus labios le ardían porque no tenían el contacto de los suyos y, ya puestos en el melodrama, su mente estaba desvariando porque el fin de toda esa relación había sido la mejor decisión y allí estaba deseando volver el tiempo atrás. Se sirvió otro trago buscando huir de lo que estaba sintiendo, este segundo caballito se le hizo más fácil de tragar.

Con un gruñido poco femenino se levantó, con vaso y botella en mano, para darse una ducha caliente y olvidar que ese día había vuelto a ver a César Évora. ¡Cómo si eso fuera posible! Le gritó una vocecilla en su mente y ella odió que tuviese la razón. Se duchó tan rápido como pudo, pues la imagen de su piel desnuda después de haber sido besada por él, no le ayudaba a despejar su mente. Se vistió con un pijama negro de algodón, se sirvió un trago más que no tardó en beber y se metió entre sus sábanas, sus perritas no le prestaron mucha atención, quizás notaban que estaba hecha un lío, pero no parecían muy dispuestas a servirle de compañía en ese instante.

Tomó su móvil y sopesó un momento la situación. ¿Desbloquear su número o dejar que todo siguiera igual? Si lo pensaba bien, ella había logrado sobrevivir a ese caos de relación, un caos que disfrutó muchísimo, sobre todo en la cama, porque ese hombre...

¡Estaba perdiendo el foco!

Había estado bien en últimos tiempos. No feliz, pero tranquila. Así se suponía que eran los 60, ¿no? Una vida plena, donde te sientas a disfrutar de lo que hiciste con tu vida, de tus éxitos, de los hijos... pronto de los nietos. Había sobrevivido a la vida sin César Évora. Un trago más y se convenció que sería el último.

A veces, más veces de las que ella quisiera contar, se sorprendía pensándolo, anhelando no haber hecho algunas cosas y atreviéndose a hacer otras tantas. Se recriminaba con tantos "qué hubiera pasado si", que, llegado el momento, se obligó a no pensarlo tanto. De todas formas, él se imponía en sus sueños, incluso a pesar de los hipnóticos que de vez en cuando tomaba.

Los primeros meses después de la separación, esos sueños eran como una boya salvavidas en medio del turbulento mar que había sido su vida en ese entonces. Tenía que aceptar que se había aprovechado de las pastillas para verlo de vez en cuando, para disfrutar de nuevo de las caricias de su ficticio César Évora, de sus besos tan ardorosos y esa capacidad de arrastrarla al placer más...

¡Ya basta!

Dejó su móvil en la mesa de noche y tomó las pastillas para dormir. Hacía mucho que no las había necesitado, pero estaba segura de que no podría dormir esa noche. Tenía demasiadas emociones, demasiadas recriminaciones guardadas, demasiados besos abandonados y mucha piel ardiendo por ser tocada. César Évora había despertado de nuevo a una Victoria a la que ya no sabía cómo tratar. Era mejor que la Victoria ficticia de sus sueños se encargara del asunto, porque como siempre, su especialidad, además de las lágrimas en actuación, era la evasión. En unos minutos, César Évora ya no sería un problema para ella...