Cuando ya iba llegando a la residencia, llame a Thomas para avisarle que estaba cerca y así me esperase afuera, ya que no sabía que casa era.
—Pensamos que no vendrías —Thomas me saludó con una sonrisa de oreja a oreja.
—Estuve considerando bastante esa opción—Le devolví una mirada de odio.
—Tiempo sin verte, chico estrella —Michelle me abrazó con efusividad.
—Y cómo disfruté de ese tiempo —Le correspondí el abrazo con una sonrisa. Michelle era como una hermana menor para mí, siempre me alegraba verla—. ¿Qué tal te va, Mich?
—Estoy agotada, la universidad me tiene al límite y encima tengo que aguantar a este —Señaló con desdén a Thomas, que puso cara de ofendido.
—¿Y tú te quejas? Yo tengo que compartir piso con él, imagínate el infierno que vivo —Bromeé entre risas.
—Qué bonito, cómo se alían mi novia y mi mejor amigo contra mí. Un día de estos los enveneno —Amenazó Thomas con fingida indignación.
—Tus comidas ya son bastante veneno —Nos reímos a carcajadas Michelle y yo, mientras Thomas nos lanzaba una mirada asesina.
—Bueno, bueno —Michelle se calmó un poco—. Deberías pasar a conocer a los demás, están deseando verte. Cuando se enteraron de quién eras, no paraban de hacerme preguntas sobre ti.
—Qué bien, me sacan de mi casa en mi día libre, me obligan a comprar comida y ahora tengo que soportar un interrogatorio. ¿Qué más quieren de mí? —Protesté con ironía.
—Que nos mantengas, ¿no crees? —Sugirió Michelle.
—Opino lo mismo —Secundó Thomas.
—Eso ya sería el colmo —Respondí con una risa.
—Cambiando de tema —Thomas cambió de registro—. ¿Trajiste algo para compartir con los demás, Oreste?
—Claro —Le lancé una mirada de fastidio—. Ayúdame a bajarlas —Le indiqué el coche con la cabeza.
—¡Maldita sea, Oreste, no tenías que comprar todo el jodido supermercado! —Exclamó Thomas al ver todas las bolsas que había dentro del auto.
—Dijeron que había que traer cosas para que todos comieran, ¿no? —Dije alzando una ceja.
—Con que trajeras dos o tres cosas era suficiente —Dijo Thomas mientras cargaba las bolsas con licor—
—Creo que ya te has ganado a los demás, Oreste —Dijo Michelle soltando una risa.
—Es imposible no amarme —Dije esbozando una sonrisa.
Al entrar a la casa, vi que no había mucha gente, éramos 7 personas contando a Thomas, a Michelle y a mí, lo que me hizo sentir más cómodo, pues odiaba los lugares muy concurridos.
La reunión fue bastante agradable, 2 chicos de los que estaban allí eran aficionados al baloncesto por lo que obviamente me conocían así que me me hicieron algunas preguntas, a las que respondí a pesar de que detesto que me hagan preguntas ellos eran lo suficientemente agradables como para contestarles, también jugamos varios juegos de mesa, hablamos de nuestras carreras y compartimos anécdotas divertidas. No era tan malo como pensaba, había comida, alcohol y personas simpáticas, era una buena forma de pasar la noche
Todo iba bien, hasta que a Camila, una de las chicas de la reunión, le llegó un mensaje.
—Ha llegado hazel, voy a abrirle—dijo mientras se levantaba del sofa con una sonrisa y buscaba las llaves, no le di mucha bola y seguí con lo mío, estábamos jugando “uno” y ya estaba bastante enfadado porque Thomas me había estado echando +4 durante toda la partida, tenía todas las cartas de la mesa en la mano. Camila salió y tardó unos segundos en volver, cuando se abrió la puerta me giré por inercia y me quedé impresionado al verla.
Era preciosa, tenía unos ojos verdes tan intensos que parecían brillantes, el cabello corto y ondulado con una piel pálida que resaltaba sus carnosos labios rojos, era idéntica a Jennifer connely cuando era joven, iba vestida con una sudadera marron grande y unos shorts que dejaban ver sus increíbles piernas, me quedé embobado viéndola, cosa que jamás me había pasado y eso que desde que empecé jugar baloncesto había estado con alguna que otra modelo.
Su voz fue la que me hizo volver a tierra, era tan suave y profunda que cada vez que decía una palabra para saludar a alguno de sus amigos lo único que queria era que la frase no acabase. Luego de dejar la comida en la cocina, ella volvió para sentarse en el sofá. Yo seguí jugando, pero estaba muy atento a lo que decían.
—¡Has estado perdida, chica! —le dijo Betania, hermana de Camila.
—Lo sé y lo siento mucho. Esta semana no he tenido vida más allá de la universidad y la orquesta —dijo esa chica, hazel mientras suspiraba.
—Cierto, ¿cómo te ha ido con todo eso? —le preguntó Betania.
—Bueno, esta semana estuvo repleta de exámenes, apenas y pude dormir. De hecho, hoy iba a llegar más temprano, pero luego de comprar lo que traería, fui a casa para arreglarme y me terminé quedando dormida apenas me senté en el sofá.
Nunca me había sentido tan identificado.
—En cuanto a la orquesta, he tenido un montón de ensayos, puesto que dentro de poco tendremos una presentación importante —dijo ella, con cansancio en su voz.
—UNO —gritó Mike, uno de los chicos de la fiesta, provocándome un pequeño susto.
—¡Maldición! —dijo Thomas, tirando sus cartas a la mesa. Al desgraciado aún le quedaban comodines.
—De mucho te sirvió tirarme todo a mí, ¿no, pelmazo? —le dije mientras ponía en la mesa el montón de cartas que tenía en la mano.
—Si tú no ganas, ya es una victoria para mí —respondió él, con una sonrisa burlona.
—Esto es increíble —solté una risa amarga
—Bueno, creo que ya es momento de ver las películas, ¿no? Estoy emocionado por ver qué dicen sobre mi film —dijo Leonardo, quien era estudiante de artes cinematográficas.
—Es cierto —respondió Camila, con entusiasmo.
—¿Qué películas han elegido? —preguntó Mike, curioso.
—Solo dos —respondió Leonardo—. "El resplandor" y "La cosa". Clásicos de los 80's y claro, el film hecho por su servidor—aclaro con orgullo
—¿Esas no son de terror? —preguntó hazel, con una expresión de duda.
—Claro que son de terror —le contestó Leonardo, con incredulidad—. ¿Qué clase de pregunta es esa?
El rostro de hazel se tiñó de rojo, provocando un extraño cosquilleo en mi pecho.
—No es mi culpa no ser muy fanática del cine —se defendió Hazel.
—No hace falta ser cinéfila, ¡esas películas son cultura general! —exclamó Leonardo, indignado.
—Bueno —dijo Michelle, tratando de calmar los ánimos—, son películas viejas, es normal que no las conozcas. Le sonrió a Hazel, que le devolvió el gesto.
—Cuánta ignorancia hay en esta casa —murmuró Leonardo, sacudiendo la cabeza.
—Me recuerdas a mi tío con sus bandas de rock, a las cuales las conocen solo cinco personas —bromeó Mike, provocando las risas de todos.
Leonardo parecía querer tomar su proyector y marcharse de la reunión, pero se contuvo. Después de todo, era su idea organizar una noche de cine al aire libre con sus amigos.
Todos empezamos a preparar las cosas en el patio. Sacamos algunas colchonetas, Leonardo y Mike instalaron el proyector, mientras que Thomas preparaba los snacks y las bebidas. Luego de ayudar a organizar el patio, fui a la cocina por algo de beber.
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La chica de los ojos verdes
RomanceOreste mavromatis es un chico de muy pocos amigos, y con una personalidad competitiva, reservada, pero arrogante debido a su gran fama y talento como atleta, sin embargo una chica lo llevaría a conocer un lado de si mismo que ni el mismo pensó que p...