La música pulsaba en el ambiente del club, un ritmo hipnótico que hacía vibrar el suelo y llenaba el aire de energía. Tn se movía entre la multitud con una tranquilidad casi sobrenatural, ignorando los halagos de las prostitutas que se acercaban a él, intentando atraer su atención con sonrisas y promesas.
-¡Oh, guapo! ¡Ven aquí, te haré sentir en el cielo! -decía una de ellas, su voz suave como la seda, pero Tn solo la miró de reojo, sin detenerse en su camino.
-No, gracias -murmuró con desdén, manteniendo su paso firme hacia el área exclusiva del club. La indiferencia que irradiaba era palpable, como si una barrera invisible lo separara de las tentaciones del lugar.
Cuando finalmente llegó a la entrada del área VIP, un "hombre" con la piel oscura lo miró, sus ojos se abrieron de par en par y una expresión de terror se dibujó en su rostro. Cambió su postura de confianza a una de evidente miedo.
-T-Tn Morningstar... -tartamudeó, la voz temblorosa mientras retrocedía un paso, como si el mismo infierno estuviera frente a él. -El hijo de la estrella...
Los guardaespaldas del hombre, también demonios, no reconocían a Tn y, en un intento de demostrar su autoridad, se lanzaron hacia él, listos para golpearlo. Pero antes de que pudieran hacer contacto, una presión abismal los abrumó, como si el aire mismo se hubiera vuelto denso. Caían al suelo uno tras otro, gritando mientras sentían cómo sus siete corazones explotaban uno por uno, una agonía inimaginable que los dejaba sin aliento.
-¡Evacuen el maldito bar! -gritó el demonio dueño del lugar, su voz resonando con una mezcla de pánico y autoridad. -¡Déjenlos solos a Tn y a mí!
Mientras los demás demonios huyeron despavoridos, dejando el lugar vacío, Tn se volvió hacia el dueño del club, su mirada aguda y llena de curiosidad.
-¿Qué carajos está pasando? -preguntó, su tono firme. -He sentido energías menores por montones en toda la ciudad. ¿Acaso los seres divinos ya no son un misterio para la humanidad?
El demonio, aún temblando, se recompuso lo suficiente para responder. -No, no son un misterio. -Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas-. Muchos de ellos son seres que nacieron de las múltiples noches de pasión de Lucifer. En la Tierra, hay otro cielo e infierno, pero ni de lejos se comparan con lo que son las divinidades, como tú.
Tn frunció el ceño, procesando la información. -¿Y tú? Eres un demonio de rango bajo y has logrado hacerte rico.
-Exacto -respondió el demonio, su voz un poco más segura ahora-. He hecho un nombre para mí porque estos nuevos seres son muy débiles. Solo hay unas pocas excepciones que realmente son peligrosas. La mayoría de ellos son simples sombras de lo que solían ser, y la humanidad no tiene idea de lo que realmente existe.
Tn se quedó en silencio, contemplando las implicaciones de lo que acababa de escuchar. La ciudad, su regreso y el caos que estaba comenzando a desatarse parecían entrelazarse en un tapiz de posibilidades infinitas. Su papel en este nuevo mundo apenas comenzaba, y estaba ansioso por explorar lo que el destino tenía reservado para él.
Seraphina descendía a la Tierra, sus alas blancas resplandecían como faros de luz en medio de la penumbra del mundo. A medida que atravesaba las nubes, su corazón latía con una mezcla de emoción y determinación. Al tocar el suelo, un halo de luz la rodeó brevemente antes de disiparse, dejándola en un parque en medio de una ciudad bulliciosa. Su presencia era pura y etérea, pero había algo en su porte que emanaba una clara sensación de superioridad, como si su mera existencia pudiera eclipsar a cualquiera a su alrededor.