Introducción

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"Cierto, nervioso, muy, muy terriblemente nervioso, lo estuve y lo estoy, pero ¿por qué diré que estoy enojado? La enfermedad había agudizado mis sentidos, no los había destruido, no los había embotado. Sobre todo, el sentido del oído fue agudo".


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Sakura jadeó mientras corría. La herida en su costado sanándose más lento que nunca. Sus ojos brillando con lágrimas reprimidas mientras ignoraba de forma consciente cada cadáver en el suelo. Había muertos por todas partes, pero fue normal. Ese era un campo de batalla después de todo y encontrar cuerpos de conocidos o desconocidos, descomponiéndose o completamente destrozados fue algo común.

El único sonido allí era el ruido de sus pasos al chocar con la tierra. No hubo más sonido aparte de ese y el eco, indistinguible, de la muerte misma.

Su cuerpo, bañado en tierra, sudor y sangre, dolía. Pero el dolor dio pasos segundo plano mientras corría, sus mirada fija en la cabellera rubia a metros de ella. Se podían ver rostros familiares a su alrededor, pálidos e inmóviles. Muertos.

"¡Naruto!" Ella llamó al chico, con desesperación. "¡Sasuke-kun!"

Naruto la miró, parecía débil. Tan débil como nunca antes mientras era sostenido por un Sasuke en un estado similar o peor. Madara había ganado la guerra y ya no había ninguna otra cosa que hacer salvo seguir luchando, resistiéndose a la muerte.

Ella se detuvo frente a ellos, su Byakugō no In activándose mientras ponía una mano sobre sus dos amigos, transmitiéndole su chakra curativo a pesar de sus quejas.

"¡Sakura-chan!" Naruto se quejó, tratando de tenerla.

"Para." Sasuke le dijo, tomando débilmente su muñeca.

"No pueden- No puedo-" Ella lloró. "No puedo dejarlos morir."

"Lo harás." La voz de Sasuke sonó, de forma inusual, con destellos de calidez.

"Tienes que vivir, Sakura-chan." Naruto le sonrió con tristeza. "No mueras." Naruto y Sasuke le dijeron, al unísono.

Sakura quiso negarse, decirles que no los dejaría ir, pero cuando menos lo esperó fue arrastrada por un portal y ella gritó.

Y comenzó a caer.

El cielo de un extraño e incoloro gris pálido que se mezclaba con el azul fue lo primero que vio después del primer parpadeo, cuando abrió sus ojos. Luego sintió la fuerza del viento y el cielo se hacía cada vez más lejano, las nubes húmedas se alejaban cada vez más.

Ella estaba cayendo.

¡SE ESTABA CAYENDO, JODER!

La presión sobre su cuerpo empujándola hacia abajo la hizo soltar un grito de terror mientras se giraba con un movimiento desesperado. Ella no comprendió lo que vio. Era la primera vez que veía esas extraños edificios altos. ¿A dónde mierda la había enviado Sasuke? La chica no se dio el tiempo de analizar la situación, optando de manera sabía por preparar su malherido cuerpo para el impacto que seguramente tendría contra el suelo, aunque sabía que sería imposible sobrevivir a un impacto como ese.

Le tomo segundos darse cuenta de que no podría salvarse. Sus reservas de chakra se habían acabado después de intentar ayudar a Naruto y Sasuke, lo que significaba que ella estaba sobreviviendo con lo menos chakra de lo que un shinobi herido debería tener. Le sorprendió que todavía le quedara chakra a pesar de todo.

"¡Naruto!" Ella gritó, en un intento desesperado. Tal vez si gritaba lo suficiente ellos la traerían de regreso. Fue un pensamiento estúpido, pero ella estaba desesperada. "¡Sasuke-kun!"

Su voz fue un grito desgarrador, asustado y lleno de desesperación.

"¡Kakashi-sensei!" Fue ultimo recurso.

Pero nada.

Estaba a metros del suelo.

Ella se resignó.

Y cerró los ojos con fuerza, preparándose para el impacto.

Luego hubo unos brazos cálidos tomándola con firmeza, el agarre siendo duro como el acero.

Su cuerpo temblaba, mientras se aferraba a quien sea que fuera el ser que la estaba sosteniendo, mientras abría con cautela los ojos. Estaba a tres metros del suelo.

"Mierda." Ella jadeó, todavía desorientada y aterrorizada.

Escucho voces en un idioma extraño; un idioma que nunca había escuchado antes en ninguna parte.

Ella miró al ser que la sostenía, encontrándose con unos ojos cálidos y un rostro hermoso acompañado de una expresión puramente preocupada.

Ella lo miró, y lo miró y lo miró.

Él le estaba hablando, pero esas eran palabras que ella seguía sin entender.

"¿Eres un Dios?" Le preguntó, agradecida y atemorizada a partes iguales. Su voz sonando pequeña y débil, similar al tono que tenía cuando era una niña de trece años y estaba asustada.

En su vida, Sakura había visto un buen número de jutsus, pero nunca uno que otorgara la capacidad de volar de forma natural como esa. ¿Había sido salvada por los dioses? ¿Era un dios? Lo era, ¿no? Sakura solo pudo preguntarse así misma si estaba en presencia de un Dios. Porque, ¿de que otra forma sino había podido el hombre salvarla? Además, ella no era tonta. Había notado que él estaba flotando. No, no flotando. Él hombre estaba volando, a metros del suelo, descendiendo lentamente como si no quisiera asustarla.

Él la miró con curiosidad grabada en sus rasgos cuando la escuchó hablar, destellos de preocupación todavia en sus ojos. Él le sonrió; fue cálido y amable, un gesto tranquilizador.

Sakura se sintió disgustada al descubrir que, a pesar de todo, ella no podía confiar en él hombre.

"¿Qué desea obtener de mí, Dios?"

Otra voz habló y Sakura lo miró instantáneamente. Un hombre de completamente de negro, similar a un murciélago, quien lucía completamente aterrador había hablado. A su lado se encontraba una mujer, una guerrera, de armadura roja y dorada con una especie de tiara en la cabeza.

Su cuerpo se tensó todavía más mientras los miraba. Algo parecido al pánico se instaló en su pecho. "¿Qué desean obtener de mí?"

Ella trató de alejarse del hombre que la sostenía, pero un intenso dolor llenó su cuerpo nuevamente y gritó. Luego ella simplemente perdió la conciencia.

Kunoichi: Un Shinobi en GothamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora