II - Fallen Down

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Una cama de flores doradas.

Aquello era lo que amortiguaba la caída de los desdichados que eran ofrecidos como sacrificio.



¿Realmente era eso?


. . .


No lo sé.



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Una pequeña luz morada era apenas perceptible entre las flores de una cama dorada. A través del agujero llegaban unos inexplicables rallos de sol, pese a ser de noche. O tal vez ya no fuese de noche. O tal vez no era el sol.

La pequeña luz se convirtió en un pequeño corazón morado. Estaba agrietado debido a la caída. 

Seguramente por el miedo y por haber perdido su esencia, pues, como he dicho, una conveniente cama de flores doradas había evitado la muerte del alma al caer.


Poco a poco las grietas se hacían más grandes y, presa del pánico, el alma miró alrededor en busca de ayuda.

   * Pero nadie vino. *  


Desesperada, intentó volver a su cuerpo material, enterrado entre las flores, pero fue incapaz.


El alma se rompió en dos.

  * Pero se negó. *



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El chico se despertó con un sobresalto y se incorporó inmediatamente. Sentía su corazón latir en su interior como si dependiese de ello. Y realmente dependía de ello.

Miró alrededor sin entender. ¿Dónde estaba?


Lo último que recordaba era el ritual. Un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en ello.


Se fijó en la extraña luz dorada que venía de arriba, la entrada del agujero, y en las flores del mismo color que se encontraban en el suelo.

¿Estaría en el cielo? ¿En el infierno? ¿En el limbo?


Todas esas dudas y posibilidades le atormentaron. Se suponía que debía morir en aquel ritual, como sacrificio de los dioses. Sin embargo, nadie sabía que había después de la muerte, pues nadie había regresado para contarlo...


Una euforia repentina se apoderó del cuerpo del caído. 

¡Estaba vivo!

Y, en el caso de no estarlo realmente, todo indicaba a que había una vida después de la muerte.

¡Tal vez ahí pudiese ser lo que tanto quería desde siempre!


Se levantó, decidido, y, tras sacudirse un poco de todos los pétalos de flores doradas que se habían quedado en su ropa y pelo, avanzó por el solitario y lúgubre lugar.


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No se oía ni un alma, y daba la impresión de ser un antiguo templo olvidado por el mismísimo tiempo, rechazado por sus creyentes y condenado a desaparecer.

Mientras avanzaba, oyó un ruido. Se giró.


Una especie de rana grisácea le observaba desde la penumbra.

  -  Miau...  -  Dijo la extraña criatura.


El chico no pudo evitar reírse. ¿Porqué aquella rana maullaba como un gato?

Se acercó a ella con cuidado. No quería asustarla. Tal vez también estaba perdida. Un poco de compañía, aunque fuese de un extraño animal, siempre era buena. No estaba acostumbrado a tener amigos pero, tal vez aquello iba a cambiar, se dijo para sí mismo el humano.

La ranita se alejó un poco de él, temerosa. El caído se detuvo y alzó las manos, intentando hacerle ver que no quería hacerle daño. Tal vez lo entendió, porque no se movió y dejó que el chico de alma morada se acercase a él y le acariciase.

''Que extraño..'', pensó el humano, ''No es el mismo tacto que el de una rana, pero tampoco el de un gato...''.


Tras aquella experiencia, se alejó del lugar despidiéndose con una sonrisa del extraño monstruito, y siguió con su camino.


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Llegó a una extraña sala con algo que parecían puzles. Sin embargo, no estaban acabados, asique el humano pudo pasar sin necesidad de pararse a pensar en cómo resolverlos, aunque le pareció curioso. Aquello significaba que no estaba solo en las extrañas ruinas, y que había otro ser a parte de los extraños monstruitos que se iba encontrando por su camino.

Encontró un extraño cuchillo de juguete, manchado de algo que parecía polvo. Y también sangre. Palideció y prosiguió su camino, negándose a agarrar aquella siniestra pero útil arma.


Su desconcierto se hizo notorio cuando se halló ante una casa situada al final del camino, no muy lejos del lugar donde había encontrado el cuchillo. Varias hojas rojas se amontonaban en el suelo, dándole un ambiente colorido y acogedor. Un enorme árbol pelado se alzaba en el centro de la sala, imponente, como un antiguo rey que perdió su poder, o una vieja dama que perdió su belleza.


Sobrecogido por aquello, el chico tardó un rato en darse cuenta de los ruidos de pisadas que oía a lo lejos, que se acercaban peligrosamente. 

En un ataque de pánico, se adentró en la casa corriendo, la cuál tenía por suerte la puerta abierta. Vio unas escaleras que se dirigían hacia abajo y rápidamente fue hacia ellas, mientras oía los pasos acercarse. Avanzó por los interminables pasillos mientras su corazón resonaba en sus oídos, como los tambores de la noche del ritual. Divisó una puerta y con un suspiro de alivio la cruzó.

La puerta se cerró detrás de él.


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Suspiró y se desplomó contra la puerta, intentando calmar los latidos de su corazón. Tardó unos minutos en darse cuenta de que estaba tiritando, y entonces abrió sus ojos.

Ante él se encontraba un sombrío bosque nevado, y logró ver un camino entre los altos árboles.


Una sombra le observaba desde lo que parecía ser un puente.

Sus ojos relucían en la oscuridad con un resplandor azulado.



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Perseverance - Una historia de Undersnow (Undertale AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora