I: ii. Bestias.

23 2 0
                                    

Muchas veces entre las miles de preguntas que suele hacerse a menudo sobre el mundo que sus superioras crearon y todo lo que albergaba una planificación de tal magnitud, pensaba constantemente en lo bien planificado que estaba el universo además de cada ser vivo que en este habitaba pero entonces ¿Por qué llegaron a ser creadas las criaturas que cuando perecen o son castigadas acaban en el Purgatorio, el exterior de su paraíso? ¿Realmente figuras de tal autoridad y omnipresencia crearían estos seres a propósito para hacerles sufrir o hacer sufrir a los seres humanos? ¿Cuál era el punto de eso?

Si algo identifica a Kyandi por sobre todas las cosas era que el concepto de "misericordia" y "buen corazón" que podría tener una Diosa ella lo llevaba al siguiente nivel, siendo capaz de apiadarse y preocuparse por seres que en sus vidas han podido causar tanto dolor como eran los que destinaban a quedar encerrados por la eternidad en el Purgatorio. Pero.... ¿Por qué? La respuesta siempre fue fácil y la condenaron por ello, ser neutral.

Todos nacen con propósitos distintos y sus naturalezas indican cosas muy diferentes las unas de las otras y es cierto que muchas veces ella opinaba que solo podría tratarse de características propias de la naturaleza de ciertas especies y no entendía cómo no se podía ser apenas un poco comprensivo con esto pues, ¿Se puede a un perro por ladrar? ¿O a un gato por arañar? ¿Le jurarías odio eterno a una abeja por picarte al defenderse? Los animales nacen con instintos que no pueden ignorar, que no pueden simplemente llegar y cobrar una consciencia que no tienen del mismo modo que el ser humano, pero la mayoría de estos sí que tienen emociones y las expresan a su manera, de acuerdo a sus respectivas naturalezas. Siempre había intentado mantenerse neutral con respecto a lo bueno y lo malo ya que juzgar no era su trabajo, aunque nunca hubiese tenido realmente un propósito muy claro, pero ahí estaba.

Juzgar no fue, es ni será nunca su trabajo.

Caminando por los prados vacíos miraba los campos de flores y el cielo con tintes rosas y anaranjados, todo era mucho más pacífico que de costumbre a comparación de la caótica mañana hace unos días atrás cuando despertó de un sueño incómodo y ciertamente aterrador ante la incertidumbre, no necesitaba más dudas porque ya tenía demasiadas constantemente. Se quedó por unos instantes observando la zona de la barrera, pensando en ir de visita al Purgatorio.

¿Por qué un ser tan divino y benevolente como ella querría visitar un lugar así a diario?

Todos los días iba por el anochecer al Purgatorio antes de volver a su paraíso, descubrió que era el único lugar al cual podía acceder pues tenía entrada pero no salida. Está no era una excepción, se preparó mentalmente antes de cubrir todo su cuerpo con una luz cegadora para el mortal, de este modo no se podrían apreciar sus facciones o ropa, más allá de una curvilínea figura de luz femenina con gigantescas alas en la espalda, dos alas más pequeñas en la cabeza y una corona de santos brillante y dorada incrustada desde las sienes de la cabeza, un aura de luz que, sea lo que hubiese ahí dentro, era irreconocible.

Finalmente respiró profundo y exhaló al salir de su barrera, pareciendo casi como un sol dentro de un lugar tan oscuro y abrumador, seres de arrastraban por los suelos o caminaban con pesar directo a ella como polillas yendo a una lámpara en medio de un cuarto frío y oscuro. Ella estaba flotando a unos centímetros del suelo, pero aún así se desplazó por el lugar con gran parte de las bestias moribundas, enloquecidas y desesperadas atrás de ella, sin hacerle nada más allá de intentar tocar su luz con las manos temblorosas.

Tomaba aire profundamente aunque el aire denso y tóxico del lugar no ayudaba mucho, aunque su luz no dejase ver su rostro, ella lloraba silenciosamente ante el dolor que un lugar así albergaba pasa las pobres bestias cuyo destino es ese a pesar de solo actuar por instinto y supervivencia. Camino hasta una ropa gigante al medio de un lago de agua negra y densa, se sentó flotando en la cima de esta y miró hacia abajo, las criaturas entraron al lago y ella tocó la roca su índice, provocando que todo se iluminase hasta los límites del agua, purificando y causando un relajo instante en los corazones de las bestias que la seguían.

Suspiró una vez más, mirando a sus alrededores.

—Nadie merece esto...

Murmuró con la voz quebrada, por supuesto que los pobres desalmados que bebían del agua purificada no podían escuchar su voz, pero más de uno solo la quedaba mirando mientras ella mantenía su dedo sobre la roca.

Hacía esto cada día, cada "anochecer" aunque el purgatorio solo estuviera sumido en una noche eterna, solamente con el propósito de ayudar un poco a muchos de los pobres olvidados por las Diosas, cuyas existencias no eran más que un error en las planificaciones de seres superiores, no eran más que un testeo de ensayo y error para ellas, pero Kyandi no podía pensar igual, ella misma siendo un producto que salió sin ser planificado podía llegar a comprender a las pobres bestias "malvadas" que, si se pensaba más fríamente, realmente solo cumplían con su propósito, solo actuaban por sobrevivir en un mundo en el cual no se les hizo un lugar, y tenían que abrirse paso entre los débiles con tal de poder vivir. Ella parecía ser la única en la tierra capaz de sentir algo de empatía por los malditos de nacimiento, por aquellos que no fue su elección ser malos y que simplemente estaba en su ADN, era por esto que iba cada anochecer, los llevaba al "lago" y purificaba el agua con la energía que podía para darles un pequeño relajo, aunque para otros no sea mucho.

Del purgatorio hacia afuera, ella era nadie o una simple Diosa contada entre diferentes culturas con personalidades totalmente distintas a lo que ella era, dichas creencias no eran más que un producto de la manipulación divina hacia la sociedad mortal con tal de mantenerla en el anonimato, pero después de todo, ella si bien era consciente de aquello, tampoco se quejaba demasiado pues debía verle el lado positivo a todo. Pero dentro del "infierno de las bestias" ella era una pequeña luz de esperanza que llegaba todas las noches a aliviar sus dolores por unas horas y que de algún modo su misericordioso corazón les hacía sentir que podían seguir vivos en esa tortura por la eternidad un día más.

Después de todo, ¿No debía ser la Diosa del Amor y la Belleza un ser apropiado a su concepto? Ella creía que lo era. Pero con el paso del tiempo el purgatorio la conocía como su única esperanza.

El corazón de las bestias. 

Ácido BenditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora