Capítulo Único - Ojos...

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Para mí es imperdonable que Alejandro llame a María Inés de "Ojos" por primera vez y ella no demostrar ninguna reacción. En mi cabeza esto es inconcebible, porque simplemente no son ellos. Entonces, después de mucho buscar, con ayuda valiosa, y no encontrarlo, decidí que necesitaba este momento entre los dos. Y aquí está. Espero que les guste y, por favor, perdónenme por cualquier error.

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Si pudiera elegir, ella no saldría de aquel abrazo. Si pudiera elegir, tampoco se iría. Si pudiera elegir, aceptaría sin miedo lo que él le ofrecía. Pero no estaba lista y era difícil saber si estaría algún día, aunque tampoco quería arruinar el momento pensando en el mañana. Así que, lentamente, y por qué no decirlo, con pesar, se soltó de aquellos brazos que la envolvían.

- Bueno, ahora sí, me tengo que ir, Alejandro. - Sin mirarlo, María fue hacia sus cosas.

- Espera. - Un poco pesaroso él también, la siguió. - Déjame acompañarte.

- No, no es necesario. Puedo ir sola, mi carro está afuera y, además, ya es muy tarde. - Ahora que había decidido irse, sentía la necesidad de hacerlo cuanto antes, porque los sentimientos dentro de ella la estaban alarmando y no sabía qué hacer con ellos.

- Justamente por eso, te acompaño, Ojos. No puedo dejar... - dijo deteniéndose frente a ella e intentando convencerla.

- ¿Qué dijiste? - Ella no lo dejó terminar, interrumpiéndolo un poco sorprendida, y también aprensiva y, tal vez, un poco encantada, porque sin poder controlarlo, su corazón dio un vuelco y sus ojos brillaron levemente.

- Que no puedes ir sola a estas horas. - Alejandro no se dio cuenta de su desliz.

- No. ¿Cómo me llamaste?

Ella necesitaba asegurarse de haber oído correctamente. Su voz se volvió un poco urgente, así que, sintiéndose intimidado, Alejandro intentó disfrazar su distracción:

- ¿María?

- Alejandro... ¿Me llamaste "Ojos"? - Ella entrecerró los ojos y preguntó exasperada por la disimulación de él.

- Llamé? - Ella movió la cabeza confirmando. - Discúlpame si te molestó. Lo dije sin pensar. - Condenándose por haber sido descuidado y demasiado espontáneo, intentó calmarla. En ese momento, lo último que quería era que ella se sintiera avergonzada o temerosa.

- ¿Por qué "Ojos"? - No quería disculpas, quería saber el porqué. Porque nadie la había llamado de otra manera que no fuera por su nombre o su condición, tal expresión la sorprendió, pero también le calentó el corazón, así que al preguntar el motivo, su voz salió un poco más baja y, aunque ansiosa, dulce.

Alejandro respiró hondo antes de responder: - Porque eres tú. Porque cuando pienso en ti, lo primero que veo son tus ojos, tus hermosos ojos verdes, los más hermosos que he visto en mi vida, y que me encantan.

- Alejandro... por favor... - No esperaba toda esa declaración, por lo que fue imposible para María contener el suspiro que escapó de su boca, y avergonzada bajó la cabeza.

- María... - Ya que había comenzado, él iría hasta el final. Delicadamente tomó su mentón y la hizo volver a encontrarse con su mirada. - Ojos... Fueron estos ojos, su mirada, lo que me ha fascinado en ti, señora.

- Por favor, no lo hagas. - Para evitar que continuara, porque necesitaba urgentemente que él parara, María colocó suavemente sus dedos sobre la boca de él.

- Perdóname si fue inconveniente, no quería incomodarte. No quería que nuestra noche terminara así, con tú molesta conmigo. - Triste, pero no tan arrepentido, Alejandro pidió después de escucharla suspirar al bajar las manos a su pecho y posar su frente sobre ellas.

- No. No estoy molesta con usted, señor Salas. - ella volvió a mirarlo, con ojos brillantes, pero agitados, mostrando su leve nerviosismo.

- Entonces, ¿por qué te siento abrumada? - preguntó con cariño.

- Es que... - necesitó respirar hondo como si estuviera tomando coraje para continuar - aunque me siento muy halagada por lo que me dijiste y... encantada - confesó con una sonrisa tímida - también me siento muy apenada. - Por un momento cerró los ojos suspirando nuevamente. - No es cierto, no debes llamarme así, me parece muy íntimo, y no tenemos esa intimidad, Alejandro.

Aferrándose solo a la primera parte de lo que ella dijo, que estaba encantada, Alejandro no pudo evitar sonreír al contestarle.

- Ya somos íntimos, María. - Entonces ella se dio cuenta de lo cerca que estaban; ella con las manos en el pecho de él, él sosteniéndola por la cintura, además de todo lo que había sucedido esa noche, en ese apartamento entre los dos, y realmente no podía contradecirlo.

Avergonzada, usó sus manos para apartarlo un poco de ella, pero él no la soltó por completo. - Me entiendes, no te hagas el tonto. - Dijo reprendiéndolo.

- Está bien, señora María, ¡lo que digas! - Aunque aceptó sus condiciones, guardó la leve sonrisa que ella le dio y la mirada más brillante que expresó durante toda la noche, para recordar después y usar como referencia cuando la llamara "ojos" nuevamente, cuando finalmente se sintiera autorizado a hacerlo.

- Ahora sí, me voy. - Intentó liberarse de nuevo, pero él mantuvo firmes sus manos en su cintura. - Alejandro...

- ¿No quieres que te acompañe? ¿Estás segura? - Insistió una vez más.

- ¡Sí, estoy segura! No es necesario. No tienes razón para cruzar la ciudad dos veces, además me sentiré más tranquila.

- ¿Así que ya te preocupas por mí, señora María? - La atrajo un poco más hacia él, y sin darse cuenta, María levantó las manos poniéndolas sobre los hombros de él, casi rodeándolo por el cuello.

- ¡No! Por mí misma, no quiero tener que preocuparme por alguien más en mi vida ahora. - Sonrió al negar. - Si voy sola, no tengo que pensar si encontraré a alguien esperándome en casa y que te vea, o más bien pensar si llegaste bien a tu casa al regresar.

- De todas formas, ¡te preocupas por mí! - Satisfecho, Alejandro la besó rápidamente, apenas rozando los labios sobre los de ella.

- Es usted, muy atrevido, señor Salas. - Ella lo reprendió de nuevo, pero no tan seriamente.

La sonrisa desapareció de sus labios bajo la mirada cálida que él depositó sobre ellos, entonces, lentamente, fue ella quien tomó la iniciativa y lo atrajo para otro beso, suave y dulce. Después de unos segundos, finalmente logró salir de sus brazos y recoger sus cosas, mientras él la observaba en silencio. Ninguno de los dos quería que esa noche terminara, y eso se podía ver en sus ojos, en sus gestos...

Antes de abrir la puerta, María se volvió hacia Alejandro. - No vuelvas a hacerlo, por favor. - pidió una vez más.

Él sabía que no se trataba del beso o de cualquier cosa que hubiera hecho durante la noche, así que simplemente asintió aceptando su solicitud, y la vio salir dejando la puerta abierta. Pero antes de que pudiera bajar las escaleras y desaparecer, María escuchó su nombre una vez más, haciéndola voltearse nuevamente.

- Eres toda tú, María, eres tú y nadie más.

Entender el significado de lo que él dijo la hizo sonreír, y fue con esa sonrisa que desbordó por sus ojos que se fue. ¿Por qué tenía que ser tan terco? ¿Tan encantador? Escucharlo llamarla Ojos fue tan inesperado, pero tan dulce. Y él lo dijo tan naturalmente, de manera tan habitual, como si fueran una pareja desde hace años, como si simplemente estuviera diciendo su nombre, como si la llamara "amor"... como sí siempre lo hiciera así. Y eso fue lo que la asustó, la intensidad de sus sentimientos cuando esa única palabra salió de los labios de él cargada de cariño y significado.

- Ay, Alejandro...


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⏰ Última actualización: Feb 15 ⏰

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