'UNTIL DAWN'
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Julian se tomó este dicho como certero para argumentar sus visitas constantes a aquel hospital, donde una bonita adolescente lo esperaba siempre, hasta el amanecer de cada nuevo día...
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Una vez el sol se escondía, que daba paso a la maestra luna, el joven Julian se adentra a la pulcra habitación del hospital. Conteniendo una pequeña canasta con frutas y otros regalos, sumados a las incesantes ganas de ver a quien se encontraba postrada en la camilla nívea de tan frívolo ambiente.
—He vuelto. Tengo mucho que contarte, hermanita —dice él cada vez que la ve, cada que se sienta a los pies de su hermana y deja sus alimentos allí, en su espera.
Posteriormente y con la inocencia de todo niño, le cuenta de su día, con orgullo, dramatismo y alguna que otra exageración para sus sorpresas.
En sus ojos se nota la credulidad de sus dulces y jóvenes siete años.
Cada amanecer, cuando un médico se adentra al cuarto y le pide al "caballero" que se retire, él lo hace educadamente, dejando siempre un beso en la mano de su hermana como despedida.
Porque ya es casi una ley en el hospital recibir en recepción a un niño de tez morena, pidiendo por la misma chica todos los días.
Hasta el amanecer, Julian permanece toda la noche acompañando a quien considera la mujer más importante de su vida.
Hasta el amanecer, él sacrifica sus horas de sueño, charlando y bromeando con el cuerpo vegetativo que era parte esencial en su vida.
Hasta el amanecer, Julian Loki se niega a dejarla sola ni por un instante, porque no pierde la esperanza de verla despierta una vez más.
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