VIII

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Cielito, no entiendo porque
te dices cosas tan hirientes.
Críticas esos ojitos,
que me hacen ver estrellas.

Juzgas la forma de tu rostro,
el cual solo deseo sostener entre mis manos.
Hablas mal de las cascadas de tu cabello,
mientras yo lo acarició, sintiendo su suavidad.

Ojala vieras lo que yo.
Esa chiquilla tan risueña,
que alegra mis días,
cuando escucho su ruidosa risa.

No se le puede comparar,
ni siquiera el rojo de tus mejillas,
y aquella sonrisa tan tímida,
que temes enseñar.

Cielito, ¿cuándo dejaras de juzgarte?
No le veo sentido,
cuando realmente eres
la chica más hermosa del lugar.

Los (no) poemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora