6 de febrero

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Abrí los ojos, sobresaltada. Mi corazón latía tan fuerte que parecía querer salirse de mi pecho. Ahogué un grito para no despertar a mis compañeros, pero tardé solo un par de segundos en darme cuenta de que ya no estaba en la Academia.

La habitación de hotel era completamente blanca: sábanas, cortinas, paredes, alfombra y puertas. Lo único que rompía aquella monotonía era un pequeño rayo de sol que entraba por la ventana, por el hueco dejado por la cortina de la noche anterior.

Miré a mi derecha, donde el celular de la Academia descansaba en la mesa de noche. Estiré la mano para desbloquearlo, y el frío del invierno me heló al instante. Las 8:07 de la mañana. Me apresuré a meter el brazo de nuevo debajo del edredón.

—Chiara, it's time to wake up. We've got to get going in half an hour —la voz de mi madre vino desde el baño.

Suspiré. Estaba cansada; no había podido pegar ojo en toda la noche. Era extraño estar fuera de la Academia; en dos meses me había acostumbrado a la rutina, a estar rodeada de mis compañeros, compartiendo cada espacio y cada momento, sin apenas tiempo a solas.

Me levanté de la cama para empezar a prepararme. Sabía que tenía un día ajetreado; Violeta me lo había anticipado en nuestra videollamada la noche anterior. "Descansa un poco, Kiki", me dijo con una sonrisa tranquila. "Mañana va a ser un día duro y agotador, pero pronto ya estaremos juntas de nuevo." Juntas. Violeta, Salma y yo.

Cuando llegué a la Academia, varias niñas me estaban esperando. Mi madre me había contado algo sobre una campaña en Twitter y otras redes sociales para salvarme, pero no muchos detalles. Solo sabía que había sido un éxito y que la gente parecía quererme mucho. Me sorprendía y me llenaba de agradecimiento ver que ya no era solo una cara desconocida.

—¡Hola, Kiki! ¿Qué tal? — Belena me recibió en el área de digital del edificio.

—Bien, ¿y tú? —sonreí, tratando de esconder el cansancio.

—Pues muy bien, contenta de verte. ¿Has podido dormir algo?

—Bueno... un poco —respondí, riendo.

—Todos me decís lo mismo —se rio ella también, mientras me guiaba hacia una sala con un sofá y algunas cámaras. —Vamos a hacer unas entrevistas para distintos medios. Elena va a maquillarte un poco, y a eso de las nueve y media será la primera entrevista. ¿Te has enterado de algo de afuera o prefieres que te ponga al día?

—No me he enterado de mucho —admití—. Solo las niñas afuera me hablaron sobre la campaña, pero nada más.

—¡Hombre, la campaña kikista! Madre mía, la que habéis liado —se rio otra vez, divertida.

A lo largo del día, entre entrevistas y algún vistazo a las redes, empecé a entender un poco más de lo que había sucedido mientras yo estaba dentro. Era surrealista. La gente realmente se había movilizado por mí. Me sorprendía, y a la vez parecía un sueño del que iba a despertar en cualquier momento para volver a mi vida de antes: los bolos en Barcelona y la ESMUC en febrero. Pero, en lugar de despertar, el sueño parecía intensificarse a cada momento.

Regresé al hotel solo para prepararme para OT al Día. Me cambié y me maquillé un poco para disimular el cansancio. No veía la hora de terminar el programa y dormir hasta el día siguiente. Aunque al día siguiente teníamos un vuelo temprano a Menorca, con suerte lograría dormir unas seis horas.

Al llegar al set de OT al Día, saludé al equipo y me saqué algunas fotos con los presentadores. Desde que salí de la Academia, todos tenían palabras amables para mí, lo cual era emocionante y, a la vez, un poco abrumador. Me decían que lo había hecho genial y que la gente me quería mucho, que iba a flipar. La verdad era que yo ya estaba flipando con todo y aún no terminaba de asimilarlo.

los cristales y la luna - kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora